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Almanaques


Almanacs

Laurette Godinas*
Sergio Hernández Roura**
Pablo Mora***

* Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Bibliográficas, Ciudad de México. México. lgodinas@unam.mx, https://orcid.org/0000-0002-4417-9837.
** Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Bibliográficas, Ciudad de México. México. hdez.roura@gmail.com, https://orcid.org/0000-0002-6712-0862.
*** Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Bibliográficas, Ciudad de México. México. mora@unam.mx, https://orcid.org/0000-0002-0789-1358.

bg07.Mar.24; 7(1)


Los almanaques son publicaciones anuales que recogen datos, noticias y escritos de diversa índole; tienen el propósito, en general, de difundir la información y usarla como expresión del progreso. Este género -que para Charles Nisard, en su Histoire des livres populaires et de la littérature de colportage,1 está entre las publicaciones más antiguas del mundo, sólo superado por la Biblia- tiene su origen en los Calendarios que anunciaban conmemoraciones, efemérides, datos astronómicos y estadísticas de diversas temáticas para instruir y guiar a sus lectores durante los cambios de estaciones y los acontecimientos del año. Lo interesante de este tipo de obras es la diversidad de materiales que fueron incluyendo bajo esas premisas, y la variedad de almanaques que proliferaron a través de los siglos, con un auge notable en el XIX.

Se publicaron almanaques religiosos, económicos, literarios, astronómicos, satíricos, históricos, infantiles y populares. En muchos se integró todo tipo de información: anuncios, servicios, modas, festividades religiosas y un largo etcétera. Esta característica miscelánea convirtió lo que bibliológicamente se pueden considerar impresos de amplia difusión -materiales estampados para su consumo masivo entre poblaciones de variada extracción cultural- en publicaciones dinámicas, ilustradas, muy leídas tanto individual como colectivamente. En el caso de los más populares, su venta al público era esperada con entusiasmo, como puede evidenciarse en el gran número de avisos diseminados en los periódicos mexicanos -un dato de fácil rastreo, gracias a la excelente herramienta de consulta que es la Hemeroteca Nacional Digital de México-.

Una característica fundamental de los almanaques era que servían como directorios temporales de los acontecimientos presentes y venideros de una comunidad y, en ese sentido, no sólo instruían a sus lectores, sino que también guiaban a la sociedad, convirtiéndose en lo que Jean-François Botrel llama instrumentos elementales de aprendizaje de la institución social del tiempo.2 Y es precisamente esta idea de ser publicaciones “guía”, a través de los días o estaciones del año, la razón más significativa por la cual escogimos este tema para que el lector del presente número de Bibliographica transite por sus páginas acompañado de dicho género, además de artículos sobre otras formas editoriales en distintas regiones del orbe, por ejemplo, revistas, anuarios, fascículos, hojas volantes, colecciones editoriales, traducciones, etcétera.

Nuestro acercamiento a los almanaques no responde únicamente al interés por referir el nutrido conjunto que de ellos es posible encontrar en diversas colecciones de la Biblioteca Nacional de México, sino también al establecimiento de un diálogo con uno de los artículos del número que presentamos. Nos referimos a la acuciosa investigación de Sergio Pastormerlo que se incluye en la sección Instrumenta, en cuyo texto cobra un lugar fundamental el rescate bibliográfico de los almanaques y guías publicados en Río de la Plata entre 1819 y 1900, junto con una lectura del Almanaque Sud-Americano -verdadera joya en la que desfilaron notables plumas y artistas visuales- a partir del análisis de un amplio corpus, en el cual tiene un lugar preeminente como “almanaque de autor”. Pastormerlo no sólo presenta una nutrida lista de estas publicaciones, sino que ubica su relevancia y trascendencia en el contexto sudamericano.

Como nos deja ver este autor, los almanaques son publicaciones de eminente circulación popular que tenían la finalidad de llegar a un público más amplio que al que generalmente estaba dirigido el libro impreso. Su carácter misceláneo, ya fuera que incluyera el santoral o las efemérides, dio lugar en sus páginas al feliz encuentro del texto con la imagen. Algunas de sus más logradas páginas conjuntan la publicación de cuentos, poemas, artículos de costumbres y demás textos con la aparición de caricaturas, ilustraciones, viñetas u otro elemento gráfico embellecedor. La comparación entre los numerosos ejemplares de este tipo de publicaciones que han llegado a nuestras bibliotecas -a pesar de considerarse géneros impresos menores, cuya conservación ha sido, a veces, azarosa- permite evidenciar la búsqueda del carácter estético en esas obras, para cautivar a un público creciente.

Ahora que damos a luz el decimotercer número de nuestra revista, pensamos que Bibliographica cumple con un carácter parecido al de los almanaques, específicamente en lo que se refiere a su condición miscelánea, de gabinete de curiosidades académicas en el ámbito de la cultura letrada, ya que aquí se presentan textos que se ocupan de publicaciones periódicas, por ejemplo los que dedican Hernán Pas a El Correo de Ultramar, Andrés Sánchez Martínez a la Revista de España y Kevin Anzzolin a El Diablito Rojo, además de revisiones a proyectos editoriales fundamentales para la cultura mexicana, como las que llevan a cabo Mariana Flores Monroy sobre la colección Biblioteca de Autores Mexicanos, de Victoriano Agüeros, y el artículo de Diana Hernández Suárez dedicado a la Revista Hispano-Americana fundada por Laura Méndez de Cuenca, relevante escritora del siglo XIX mexicano; también se incluyen investigaciones que muestran el vínculo entre el estudio de la materialidad y la reconstrucción de nuestro pasado, rasgo característico de los trabajos de Ana Laura Zavala sobre El hijo del Estado, novela de Hilarión Frías y Soto, al igual que el de María Fernanda Mora Triay en su aproximación a las traducciones de Lord Byron; a estos estudios se añade, en la sección Bibliothecae, un artículo que aborda de forma sistémica las políticas de la información de las bibliotecas nacionales, escrito por Jennifer A. Voutssás, el cual constituye una contribución de interés al campo metodológico de la bibliotecología.

Por supuesto, el recorrido por el sumario de este número estaría incompleto si no mencionamos las reseñas a dos publicaciones relevantes en el campo de los estudios bibliológicos: los tres volúmenes que conforman La imprenta en Sevilla en el siglo XVII (1601-1700), de Eduardo Peñalver Gómez, por Pedro Rueda Ramírez; y el Panorama histórico del libro y la edición digital, de Fernando Cruz, reseñado por Saraí García Santos. Es preciso, además, subrayar que Bibliographica ya había puesto de manifiesto el interés que reviste el cómputo del tiempo y los reportorios para el estudio del patrimonio escrito en el artículo “Un grabado novohispano inédito. El tránsito de Venus de 1769 y los instrumentos científicos de Felipe Zúñiga Ontiveros”, de Marco Arturo Moreno y Manuel Suárez, que se publicó en el pasado volumen 5, número 1.3

Como prueba de la vitalidad de los almanaques, hemos pensado que una portada de Bibliographica dedicada a dicho género editorial bien puede plantear novedades, es decir, arrojar una mirada retrospectiva y crítica sobre su evolución, una suerte de composición visual que permite la representación tradicional de gráficos, con la presencia de la crítica y la sátira a partir de la caricatura y el dibujo. Por ello, para este número hemos querido unir en un collage fragmentos gráficos de dos almanaques significativos resguardados en las colecciones de la Biblioteca Nacional de México, y así configurar una mirada dual, tradicional y moderna acerca de la identidad de ese género dentro de la historia de la cultura impresa mexicana. Se trata de dos almanaques emblemáticos editados, respectivamente, por el periodista e impresor Manuel Caballero, Almanaque Mexicano de Artes y Letras4 y el Almanaque del Padre Cobos para 1923, editado por el historiador e impresor Ireneo Paz.5 El primero, del cual hemos reproducido las cromolitografías más tradicionales, alusivas a cuadros de costumbres, pertenece a la serie Almanaque de Artes y Letras del jalisciense Manuel Caballero, quien buscó exhibir a nivel mundial el progreso de México en las artes gráficas y editoriales, sobre todo en el contexto de las exposiciones universales, como la que se organizó en Chicago en 1893.

En lo que se refiere a las ilustraciones satíricas del Almanaque del Padre Cobos, cabe destacar que este personaje fue uno de los tantos seudónimos que adoptó el propio editor, Ireneo Paz (1836-1924). Uno de los modelos de ese Padre Cobos estaba basado en un fraile lego que criticaba las cosas de manera directa -asuntos sociales y políticos- en un periódico satírico muy popular de la prensa española entre 1854 y 1856. Esta misma figura reaparece en otras latitudes, como en la prensa chilena en 1881, y en México surgió para combatir “el mal humor y la ictericia” desde 1875, pero también fue crítico de los gobiernos de Sebastián Lerdo de Tejada y de Porfirio Díaz. Se trata de una publicación de carácter gráfico cuya preponderancia estaba en las ilustraciones y caricaturas de varios ilustradores: José María Villasana, Ignacio Tenorio Suárez y Santiago Hernández Ayllón. El sentido del humor fue característica de este Almanaque que incluyó ocurrencias, anecdotario y secciones variadas, como Cosas del Mes.

En realidad, estas publicaciones fueron menos solemnes y fortalecieron una narrativa juguetona e irónica sobre la evolución de la prensa en general, con la consolidación de la opinión pública. Aunque El Padre Cobos fue censurado en 1923, Ireneo Paz recuperó su imprenta y publicó su último almanaque como una suerte de epitafio.


Imagen tomada del Almanaque Mexicano de Artes y Letras [ed. de Manuel Caballero], marzo-abril de 1895: s. p. Hemeroteca Nacional de México, clasificación: HFR A 45.

Sin duda, la condición híbrida de los almanaques, entre libro y revista, y por lo general publicados en imprentas dedicadas a la maquila de publicaciones periódicas, al producirse entre el gabinete y el cajón de sastre, a pesar de cierta orientación marcada principalmente por la intentio auctoris explícita en el título, es la que ha provocado también, en el seno de las bibliotecas patrimoniales, que su localización sea no poco ambigua, en tanto que se pueden ubicar dentro de las colecciones de libros o en los acervos de colecciones periódicas, como sucede en la Biblioteca y la Hemeroteca nacionales de México.

Los almanaques son un género de publicación que, desde los calendarios antiguos, evolucionaron como fuente de consulta imprescindible para transitar en el año con información añadida, más allá del calendario o la agenda. Su proceso en el siglo XX siguió desarrollándose en forma menos notable, si bien aún proliferó cierta producción de almanaques en Hispanoamérica y en algunos estados de Norteamérica.

Así, hoy en día siguen existiendo almanaques famosos que resisten el paso del tiempo, como el español Calendario Zaragozano, cuyo origen se remonta a 1840, o en México el Calendario del Más Antiguo Galván, en cuya portada se anuncia número tras número que es “publicado desde 1826”, aunque la hibridez de la información de las nuevas formas tecnológicas y digitales, la Wikipedia y otras fuentes de consulta en línea desplazan vertiginosamente este género editorial de información útil y popular, considerado durante muchos años el libro fundamental de una sociedad.


Notas al pie
Referencias
Andries, Lise. “La divulgación del conocimiento en los almanaques franceses”. Secuencia, núm. 62 (2005): 164-182.
Bonilla, Laura Edith. Manuel Caballero. Historia y periodismo en la conformación de una modernidad porfiriana. México: Universidad Nacional Autónoma de México, Facultad de Estudios Superiores Acatlán, 2015.
Botrel, Jean-François. “Para una bibliografía de los almanaques y calendarios”. Elucidario, núm. 1 (marzo de 2006): 35-46.
Caballero, Manuel. Almanaque Mexicano de Artes y Letras. México: Imprenta y Litografía de la Oficina Impresora de Estampillas, 1895.
Gutiérrez Sebastián, Raquel. “La literatura de almanaque”. En Élites y masas. Textualizaciones. Edición de Dolores Thion Soriano-Mollá y Jorge Urrutia, 221-236. Madrid: Devenir el Otro, 2013.
Lora Márquez, Claudia y Juan Pedro Martín Villarreal. “A vueltas con El Ángel del Hogar: el almanaque como producto editorial femenino en el siglo XIX”. Ogigia, núm. 28 (2020): 161-163.
Moreno Corral, Marco Arturo y Manuel Suárez Rivera. “Un grabado novohispano inédito. El tránsito de Venus de 1769 y los instrumentos científicos de Felipe Zúñiga Ontiveros”. Bibliographica 5, núm. 1 (2022): 129-158.
Nisard, Charles. Histoire des livres populaires et de la littérature de colportage. París: E. Dentu, 1864.
Paz, Ireneo, editor. Almanaque del Padre Cobos para 1923. México: Imprenta “Grisi”, 1923.

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