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“Ser editor en tiempos digitales”


“Being an Editor in the Digital Age”.

Fernando Cruz Quintana*

* Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Bibliográficas, fernandocruzquintana@gmail.com

L’édition à l’ère numérique. Epron B, Vitali-Rosati M. París: Éditions La Découverte, 2018, 127 pp. ISBN: 978-2-7071-9935-5

Recepción: 29.03.19 / Aceptación: 05.04.19

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Palabras clave: Edición en la era digital, contenidos en entornos digitales, metadatos para el trabajo editorial, industria editorial, textos digitales.
Keywords: Publishing in the digital age, contents in digital environments, metadata for editorial work, publishing industry, digital texts.

En una famosa conferencia intitulada “De Gutenberg a Internet”, Umberto Eco hace un recorrido por diferentes épocas de la historia moderna de la humanidad, en las que la aparición de un nuevo medio de comunicación se acompañó también de vaticinios apocalípticos para los medios existentes. En su momento se dijo que el surgimiento de la televisión resultaría, a la larga, en la muerte del cine, que la difusión de noticias en Internet acabaría con la prensa escrita, o que los nuevos modelos de consumo de audiovisuales en línea extinguirían la tradición de la televisión, por nombrar sólo algunos casos.

Algo de estos augurios ha aquejado al libro en décadas recientes: existe una pregunta binaria dirigida a elegir entre formatos impresos o digitales, como si estos últimos hubieran llegado para eliminar a los primeros. Esta visión reduccionista del contexto en el que hoy en día se inscribe el libro y la edición no es la que plantea el libro que aquí se reseña.

L’édition à l’ère numérique no trata exclusivamente sobre la edición digital, sino de la edición en la era digital. Este matiz es importante: que hoy en día existan libros digitales no quiere decir que la producción de impresos esté por desaparecer. La obra reseñada invita a los lectores a reflexionar desde un marco más general en el cual, efectivamente, la utilización de tecnologías digitales ha cimbrado muchas de las prácticas tradicionales de producción, distribución y consumo de libros, pero en el que el trabajo editorial no ha perdido su razón de ser y en cambio ha reafirmado su importancia. Los autores escriben desde contextos distintos (Francia y Canadá), aunque semejantes, y pugnan por una visión global de la edición que considere al mismo tiempo aspectos teóricos y empíricos del sector editorial.

Para dejar en claro que su visión no es tecno-determinista, en el primer capítulo Epron y Vitali-Rosati reflexionan sobre aquello que significa editar y ser un editor. Esta compleja tarea está acotada por una revisión de cuáles son las funciones del trabajo editorial. Independientemente del periodo histórico del que se hable, se preguntan por aquellas prácticas en común que subyacen, históricamente, en la labor editorial. La revisión apunta, no obstante, a entender la labor editorial en contextos mediados por la tecnología digital. ¿Es lo mismo ser un editor en el siglo XXI que antaño?

Tras hacer una aproximación conceptual acerca de lo que implica ser un editor, la obra aterriza en situaciones específicas que aquejan al trabajo editorial hoy en día. Se revisa el tema de los derechos de autor y la manera en que han cambiado a partir, sobre todo, de la consideración de nuevos esquemas como los Creative Commons y los Digital Rights Management (DRM) para las obras digitales. En este punto y aprovechando el contexto en el que los autores se desenvuelven, se particulariza con ejemplos concretos de lo que ocurre en Europa y Estados Unidos. La lectura de estos casos permite tener luz sobre cómo se han adaptado los entornos editoriales de regiones como América Latina, que incorpora muchas de las experiencias ocurridas primero en aquellas partes del mundo.

El primer capítulo del libro concluye con el abordaje de un tema que los autores consideran fundamental, al menos para el dominio francófono: la teoría de la editorialización. Esta idea ha permeado desde la primera década del 2000, sobre todo en la comunidad científica francesa, y se refiere a la producción y circulación de contenidos en entornos digitales de comunicación. Ahora la autoridad simbólica, que solía ser un tema asociado a la figura de los editores, se ha disgregado en diferentes figuras, como pueden ser las comunidades virtuales o incluso los algoritmos que acompañan al consumo cultural en línea. Vivimos, no existe ninguna duda, una nueva etapa comunicativa en la que los editores se han replanteado sus funciones históricas.

El segundo capítulo de L’édition à l’ère numérique se centra en el tema de la producción de contenidos en la era digital. Como los autores aclaran, comúnmente suele estudiarse esta problemática desde el punto de vista productivo (situación lógica y provechosa), sin embargo, si miramos los libros desde la óptica de la difusión, podemos entender de mejor manera cómo los nuevos canales de distribución condicionan en gran medida la manera en que se realiza la escritura. Esta idea confirma aquella máxima mcluhaniana que señala que el medio es el mensaje.

Muchas son las tecnologías digitales que han incidido de manera directa en el trabajo editorial, al grado de modificarlo y hacerlo dependiente de ellas, sin embargo para Epron y Vitali-Rosati existen cinco líneas generales que podrían resumir esta vinculación: 1) La escritura mediante procesadores de textos, 2) La relación entre los “manuscritos” (documentos que los autores entregan en formato digital a los editores) y los textos publicados, 3) La diversidad de los formatos digitales, 4) Las posibilidades de estructuración de una obra y 5) Las posibilidades de búsqueda que brindan los textos digitales. Todas estas características han ido modificando gradualmente la labor editorial desde los años 80 en el siglo pasado.

En este punto, la obra alcanza uno de sus momentos más técnicos: revisa cómo la existencia de diferentes formatos de escritura (y para trabajar textos digitales) no siempre es fortuita y en ocasiones depende de consideraciones comerciales, tecnológicas o algunas que tienen que ver con la manera en la que serán difundidos los contenidos. Aunque el capítulo dos abunda en ejemplos de modos de trabajo con formatos digitales, existen constantes aproximaciones que hacen que el lector se pregunte por el lugar de los impresos en este escenario tecnológico.

El segundo capítulo es el más extenso de todo el libro; en él también se reflexiona sobre la importancia que tienen los metadatos para el trabajo editorial del siglo XXI. Estos elementos son útiles tanto para las labores de catalogación de libros como para las plataformas de venta en línea; son el recurso que permite que las obras (impresas y digitales) tengan una presencia y puedan llegar a los lectores para quienes fueron hechas. Esta y otras potencialidades replantean no sólo el trabajo de los editores, sino también el de los libreros y los bibliotecarios, que son intermediarios (con diferentes finalidades) entre los libros y los lectores.

La conclusión de dicho capítulo discurre sobre fenómenos relativamente recientes en el ámbito editorial: el tema de la literatura aumentada, la autoedición digital que ofrecen algunas plataformas en línea y la cultura participativa de los lectores en la era digital, específicamente mediante las comunidades en línea, los blogs y las páginas wiki. Todos estos casos, estrechamente vinculados con las labores editoriales, replantean la importancia de la figura del editor como mediador y gestor de contenidos.

Retomando el hilo de la discusión, el tercer capítulo está centrado en el tema de la legitimación de contenidos. Una de las funciones más importantes del trabajo editorial es justamente representar un filtro valioso para la publicación de contenidos. Los editores han sido siempre co-constructores activos de los textos que los autores filtran a través de ellos hacia los lectores. En el marco de la era digital, esta actividad ha tenido que abrevar de nuevas prácticas que antaño no existían. En tanto que la mayor parte de la comunicación humana escrita fluye hoy en día por Internet, se han creado nuevas prácticas legitimadoras ante las que los editores no pueden ser indiferentes.

Aunque sabemos que los argumentos ad numerum o ad populum no son necesariamente válidos, son relevantes para la comunicación que se da en los espacios en línea. Como bien señalan los autores en este apartado de su obra, el hecho de que Internet permita a los usuarios (muchos de los cuales son también lectores de libros) generar comunidades virtuales donde la participación activa es una constante, ha generado nuevas vías de legitimación en las que el editor puede tener poca o nula participación. Ante ese riesgo, tener un panorama general de lo que en la red se dice o comenta sobre un libro es imperativo para las labores editoriales. Estas nuevas situaciones, lejos de restar o nulificar la importancia de la intermediación editorial, plantean preguntas acerca de los límites de las actividades editoriales.

Además de las comunidades en línea, Epron y Vitali-Rosati señalan otro factor fundamental (en este caso tecnológico) para considerar en el desempeño de la labor editorial en la era digital: los algoritmos como recurso de legitimación de una obra. No importa si hablamos de libros impresos o digitales, las plataformas de venta de libros en línea, las páginas de Internet, las redes sociales y las bibliotecas pueden servirse de la funcionalidad de los algoritmos computacionales para conocer mejor a los usuarios/consumidores/lectores de libros. Esta utilidad tiene, en apariencia, un aprovechamiento meramente comercial, sin embargo, en los ámbitos académicos o de investigación posee una utilidad insospechada. Las bases de datos que registran la búsqueda, la compra o el préstamo de algún libro ofrecen información fidedigna de cómo se comportan los lectores y -con el apoyo de algoritmos computacionales- pueden ayudar a cumplir mejor los diferentes propósitos que tiene cada uno de los actores interesados en el libro. Este capítulo concluye con un cuadro de diferentes algoritmos y motores de búsqueda, en el cual se explica la empresa o institución a la que pertenecen, el año de origen y la función que llevan a cabo.

El cuarto y último capítulo de L’édition à l’ère numérique trata sobre la circulación de los contenidos. Si reflexionamos acerca de lo que constituye la actividad de publicar un libro, es muy importante considerar justo ese aspecto introducido en la palabra misma: el público. Las funciones de un editor -y más las de uno moderno- deben atender también la manera para que los libros, impresos o digitales, al igual que todos los otros contenidos que elaboran, puedan llegar a los lectores. Como bien señalan los autores de esta obra, en el aspecto de la distribución en la era digital realmente ha existido un cambio radical que ha cimbrado por igual tanto al trabajo de editores y libreros, como a bibliotecarios. Epron y Vitali-Rosati consideran que el pilar de todos estos cambios es, sin lugar a dudas, Internet.

Poco podría hacerse si el desarrollo productivo hubiera generado modelos de negocio como el de los libros digitales, pero careceríamos de Internet como medio para la distribución. El desarrollo vertiginoso de la red de redes ha generado un contexto favorable donde los libros digitales pueden circular con facilidad y alcanzar lugares que antes les estaban negados. La consolidación de estas circunstancias ha permitido el surgimiento de nuevos actores comerciales que participan de la cadena de valor del libro y están modificando muchas de las estructuras laborales en la industria mundial del libro.

Al igual que con la distribución de libros digitales, las actividades de difusión de información se han perfeccionado en los tiempos de Internet. No es sólo que la red sirva para la venta de ejemplares digitales, también por medio de ella se brinda información de los impresos y se comercializan muchos ejemplares. En un escenario como éste -señalan Epron y Vitali-Rosati-, las librerías en todo el mundo han experimentado verdaderas crisis de trabajo. Algunas de ellas, las más afortunadas, han sabido adaptarse a los tiempos actuales y a la competencia con los nuevos actores comerciales, pero muchas otras no. La preocupación que introducen los autores francófonos del libro aquí reseñado es un tema muy reciente, una problemática que se experimenta por igual en todas las naciones del mundo que cuentan con empresas libreras.

El cuarto capítulo concluye con una reflexión del papel que juegan las bibliotecas en la era digital. En un mundo que transita cada vez más hacia el consumo de bienes digitales, ¿qué deben hacer las bibliotecas para mantener incólume su función? Esta pregunta puede responderse de modos distintos, tal y como se presenta en el libro. Por un lado puede hablarse del uso de tecnologías y de formación del personal que harían que las bibliotecas pudieran estar a la par de los modos de consumos digitales fuera de ellas. Asimismo, puede pensarse en los retos que los nuevos formatos digitales de libros suponen para las funciones de preservación de materiales. A veces -como señalan los autores- resulta paradójico que muchas de las obras más recientes son un prodigio técnico y a la vez no puedan perpetuarse debido a la obsolescencia de los equipos que las reproducen.

Las preguntas planteadas en este punto del libro son respondidas sólo parcialmente por Epron y Vitali-Rosati, no porque exista una falta de compromiso o carencia de información, sino porque son producto de cuestionamientos muy recientes en torno del libro en el mundo.

En suma, L’édition à l’ère numérique es un libro pensado para todos aquellos comprometidos con o interesados en las labores editoriales y en la vida misma de los libros. Aunque la variable tecnológica atraviesa constantemente esta obra, sus preocupaciones van más allá y no se quedan en una lectura tecno-determinista. Existe, por parte de Benoît Epron y Marcello Vitali-Rosati, una preocupación genuina por brindar una perspectiva ampliada de aquello que constituye la labor de un editor en la era digital. Esta publicación muestra empíricamente y con casos concretos -dependiendo de las temáticas abordadas- lo que acontece en los entornos del libro. No es, por tanto, una obra meramente teórica, aunque esa sea probablemente su fuerza.

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