Subir

María Elvira Lacaci o el combate de la fe


María Elvira Lacaci or the Fight of Faith

Antonio Barnés Vázquez

* Universidad Complutense de Madrid, Departamento de Literaturas Hispánicas y Bibliografía, Madrid. España, anbarnes@ucm.es, https://orcid.org/0000-0003-4632-2008



Resumen

María Elvira Lacaci fue una poeta española galardonada y antologada. Dos de sus tres poemarios recibieron premios nacionales. Los temas que vertebran su poesía son la relación con Dios y la preocupación social. Fue una de las voces poéticas religiosas más auténticas del siglo XX español. No hay estudios que aborden su poesía completa, aún sin publicar. Este trabajo pretende iniciar un proceso de investigación sistemática de su poesía religiosa, para lo cual se caracterizan sus poemas publicados en antologías de tema religioso. En esta aproximación surge una escritora ascética, que combate por su fe, y mística, que recibe mensajes divinos sin espectáculo, en medio de la calle y de los afanes de su vida cotidiana.



Abstract

María Elvira Lacaci was an award-winning and anthologized Spanish poet. Two of her three poetry collections received national awards. The themes that underpin her poetry are the relationship with God and social concerns. She was one of the most authentic religious poetic voices of 20th century Spain. There are no studies that address her complete, still unpublished poetry. This work aims to start a systematic study of her religious poetry. For this purpose, her poems published in anthologies on religious themes are characterized in this paper. This approach reveals an ascetic writer that battles for her faith, and a mystic who receives divine messages without spectacle, in the middle of the street and in the hustle and bustle of daily life.

Recepción: 01.04.24 / Aceptación: 23.05.24

biblio07.Sep.24; 7(2)

Palabras clave: María Elvira Lacaci, lírica, religión, mística, siglo XX español.
Keywords: María Elvira Lacaci, lyric, religion, mystic, 20th-century Spain.

Introducción

María Elvira Lacaci (Ferrol, 19151 - Madrid, 1997) fue una poeta española de la pasada centuria que, reconocida por la crítica desde su primer poemario (publicado en 1957), sigue presente en antologías actuales.2 Sin embargo, no es una escritora particularmente estudiada y divulgada, y su poesía completa aún no se ha editado. Dos de sus tres poemarios publicados fueron galardonados: Humana voz3 (premio Adonais en 1956, concedido por segunda vez a una mujer)4 y Al Este de la ciudad5 (con el que obtuvo el premio de la Crítica en la categoría de poesía en 1964, por primera vez otorgado a una mujer). El premio Adonais es uno de los más prestigiosos de la lírica hispana desde que naciera en 1943; y el de la Crítica, de poesía y narrativa, lo estableció en 1956 la Asociación Española de Críticos Literarios.

Hay al menos 20 antologías que recogen poemas de Lacaci: 10 publicadas durante su vida y otras 10 tras su muerte, las últimas en 2021 y 2023.6 Misticismo y humanidad (en su acepción quinta del Diccionario de la lengua española: “sensibilidad, compasión de las desgracias de otras personas”) son los temas que resaltan en su obra. Del total de las antologías, casi la mitad se circunscribe a esas materias: siete a la poesía religiosa y una a la poesía social. La poeta, rara avis en un contexto de secularización, no ha sido, a nuestro juicio, suficientemente apreciada. Con este artículo nos proponemos revalorizar su escritura y para ello nos detendremos en su lírica religiosa, estudiando los poemas seleccionados por las siete antologías siguientes:

  • 1. 1969: Poesía religiosa. Antología (Leopoldo de Luis).7
  • 2. 1972: Dios en la poesía actual. Selección de poemas españoles e hispanoamericanos (Ernestina de Champourcin).8
  • 3. 1978: Mil años después: Antología breve de poesía religiosa actual (Antonio Rodríguez Llanillo).9
  • 4. 1995: Hombre y Dios. I. Cincuenta años de poesía española 1950-1995 (Ma. Enriqueta Soriano, Pilar Maicas, Ma. Dolores de Asís).10
  • 5. 1998: Antología de poesía mística española (Miguel de Santiago).11
  • 6. 2022: ¿Dónde está Dios? 40 poetas responden (Antonio Barnés).12
  • 7. 2019-2023: 400 poemas para explicar la fe. Selección de poesía religiosa para la catequesis (Yolanda Obregón).13

La acogida que las antologías de poesía religiosa han proporcionado a María Elvira Lacaci no se corresponde con la literatura científica. Sólo nos constan tres estudios específicos sobre este aspecto en la obra de nuestra poeta: “El misticismo de María Elvira Lacaci”, de Álvaro Huerga,14 quien se centra en su segundo poemario (Sonido de Dios);15 “Tipos de poesía religiosa en el siglo XX español: voz y silencio”, de Ana Isabel Ballesteros, que dedica a Lacaci un apartado del artículo;16 y el nuestro, “Dios interrogado y escuchado: la poesía de María Elvira Lacaci y Concha Zardoya”.17 Lo señalado acerca de su poesía religiosa puede aplicarse a su obra en general. Se cita su nombre a menudo, pero los estudios son muy escasos.18

Poemas en antologías de poesía religiosa

Enumeramos los poemas de María Elvira Lacaci que seleccionaron las mencionadas antologías, señalando, en cada caso, si el poema se encuentra también en compilaciones genéricas. Resaltamos los tres poemas más frecuentados en el Cuadro 1:

Cuadro 1.

Ejemplos de poemas de Lacaci en poemarios y antologías


Nombre del poema Poemario y página Antologías de poesía religiosa Otras antologías
1 “La voz” Humana voz, 13-16 1 2
2 “Dios soñado” Humana voz, 26-27 2 3
3 “En el tranvía” Humana voz, 59-62 2
4 “Las cosas viejas” Humana voz, 86-88 4 2
5 “La cuchilla” Humana voz, 92-93 1 1
6 “A brazo partido” Sonido de Dios, 13 2
7 “Dime” Sonido de Dios, 17-18 4 2
8 “A grito abierto” Sonido de Dios, 30-31 1 2
9 “Sin la mano de Dios” Sonido de Dios, 34-35 2 1
10 “Te veo tanto” Sonido de Dios, 44-45 1
11 “Viernes Santo” Sonido de Dios, 62-63 1
12 “Stabat Mater” Sonido de Dios, 64-65 1
13 “El justo” Sonido de Dios, 70-71 1 1
14 “Desigualdad” Sonido de Dios, 78-79 1
15 “Juan de la Cruz” Al Este de la ciudad, 19-20 1
16 “Miedo” Al Este de la ciudad, 21-22 1
17 “Los niños” Al Este de la ciudad, 157-159 1 1

El poemario más presente es el segundo, que no en vano tiene la palabra “Dios” en su título y, como veremos, el examen de esta obra condujo a Álvaro Huerga a definir a Lacaci como poeta mística. El tercero es el menos visitado.

La antología de poesía religiosa de Leopoldo de Luis de 1969 fue la primera que incluyó entre sus autores a María Elvira Lacaci. Ella y Concha Zardoya fueron las únicas mujeres de un total de 38 poetas incorporados. Estas dos autoras volvieron a aparecer en Dios en la poesía actual (1972), de Ernestina de Champourcin, cuya nómina ascendía a 106 poetas registrados. De Luis escogió únicamente a autores españoles vivos; Champourcin, quien había vivido un largo exilio en México, quiso abarcar todo el siglo XX e incluyó escritores americanos. Zardoya y Lacaci fueron, de alguna manera, “hermanadas” por De Luis, lo que no pasó inadvertido a Champourcin, la cual escribió en el prólogo de su antología que ambas poetas eran “de las que con más originalidad han expresado sus vivencias en cuanto a lo religioso”.19

Con anterioridad a la antología de Leopoldo de Luis, Maria Romano Colangeli había incluido 27 poemas de María Elvira Lacaci en Voci femminili della lirica spagnola del ‘900 (1964),20 edición bilingüe castellano-italiano. Y el mismo De Luis había insertado poemas de la poeta gallega en su florilegio de poesía social.21 Este escritor y crítico español fue el primero y más explícito a la hora de valorar la poesía religiosa de Lacaci, caracterizada por él “como busca de consuelo, emanada de un sentimiento de debilidad”:

[María Elvira Lacaci] Busca a Dios como confidente y testigo de los menudos hechos cotidianos, complicándole en la humildad del vivir difícil, en la sordidez de las casas de huéspedes modestas, en la deshumanizada realidad mecánica, en el tráfago urbano. Dios puesto a prueba frente a la frustración y a la injusticia, apareciendo de pronto en los transportes colectivos, en los cines de barrio, en las calles inhóspitas. Comprobamos en esta poesía la menesterosidad afectiva, la sed de sosiego espiritual y la satisfacción de esas ansias en la dependencia de un Ser superior. Lo que algún teólogo ha considerado, precisamente, como base del sentimiento religioso. El poeta se hace aquí un Dios a la medida de su necesidad. Tanto, que en una proyección mística objeto del segundo libro de la autora, comienza por esta duda de hablar a un Dios inventado.22

Ernestina de Champourcin, por su parte, subraya la modernidad del verso de nuestra autora: “Dos mujeres, Gloria Fuertes y María Elvira Lacaci, son tal vez, entre todos estos poetas, las que hacen una poesía más de estos tiempos, una poesía que puede sonar prosaica, pero que, sin embargo, lleva consigo un fondo de fe y de ternura. Un secreto convencimiento de que las cosas que cantan no podrían ser cantadas sin Dios”.23

María Enriqueta Soriano, Pilar Maicas y María Dolores de Asís24 se mueven en coordenadas semejantes a las de Champourcin, y transcriben palabras de Lacaci de la antología de Leopoldo de Luis: “La religión en mí -yo soy mi poesía- es una necesidad tan intensa y vital como el aire que respiro […]. Mi Dios es el de todos los hombres […]. La poesía es para mí una segunda religión”. Y comentan: “Afirmaciones de M. Elvira Lacaci que expresan el fondo de fe y de ternura de su obra toda. El convencimiento de que las cosas que canta no podrían ser cantadas sin Dios”.25 La fe y la ternura a las que aludió Ernestina de Champourcin crearon escuela y Miguel de Santiago, primer antólogo de Lacaci tras su fallecimiento, escribe: “Con un fondo de fe y de ternura canta de modo sencillo y coloquial aquellas cosas que no podrían ser cantadas sin Dios”.26 En nuestra selección se comenta el poema “En el tranvía”, donde se cree ver el relato de una experiencia mística.27 Por otra parte, la antología de Yolanda Obregón no evalúa sus poemas sino a la poeta, afirmando que murió “después de haber dado muestras edificantes de su exquisita sencillez y de una extraordinaria humildad y religiosidad”.28

María Isabel López Martínez, responsable de la página de María Elvira Lacaci en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes (2022), ha publicado estudios sobre la toponimia, la figuración de la mujer y la pobreza en la obra de Lacaci.29 Acerca del primer poemario, esta investigadora escribe:

En Humana voz asoman los rasgos de métrica y estilo lacacianos: […] sonetos de ascendencia barroca y resonancias ascético-místicas; metáforas sencillas pero efectistas (“Yo siempre he de ser ese perrillo / tímidamente huraño y receloso / que te lame la mano y se te arrima”); modulación de imágenes de ascendencia bíblica y de literatura religiosa (“la carne morena que empezaba a pudrirse”, “el barro endurecido”, el paulino traje-hombre nuevo, la persona-piedra); símbolos trascendentes localizados en enclaves próximos que guardan una lectura plurivalente (por ejemplo, el desalojo del inmueble ruinoso con los valores de desahucio que afecta a los pobres y de deseo de huida “de sí misma” en el sentido teresiano).30

Las visiones de los antólogos pueden completarse con la autopercepción de la poeta misma, pues en la selección de Leopoldo de Luis cada autor glosó su propia poética. Reproducimos el texto de Lacaci que, aunque largo, es de vital importancia para nuestro propósito.

No sé expresar el concepto de la poesía religiosa en general, entre otras cosas por parecerme que, dentro de la singularidad del tema, el hombre debe sentirlo y hasta crearlo de acuerdo con las ansias de su corazón y las necesidades de su vida. A mi modo de ver, la poesía religiosa recoge las inquietudes de quien siente demasiado pequeña la capacidad de entrega y de comprensión de los seres humanos, y sobre todo su fragilidad y hasta su miseria.
Es difícil hablar, hasta balbucear sobre el sentido religioso de mi propia obra. Yo pienso que la religión de un alma puede expresarse, aunque no del todo, en un poema, pero nunca desmenuzarse con el análisis de la prosa.
La religión en mí (yo soy mi poesía), es una necesidad tan intensa y vital como el aire que respiro. Quizá más. Si tuviera que elegir entre Dios y el aire, aun perdiendo la vida por falta de oxígeno, me quedaría con Él. Después de esta sincera y rotunda afirmación, ya poco me queda por decir.
Como tantos seres, fui educada religiosamente en el colegio y por mis padres, de una manera bastante rutinaria y superficial. Para mí eso no fue suficiente. Tenía ansias de conocer a Dios, de sentir a Dios, de vibrar con Dios de una manera intensa y profunda. El Evangelio leído y meditado largamente,31 fue forjando dentro de mi alma la figura de Dios, Dios hecho hombre, así más asequible a mí, tan humana y sedienta de naturaleza de lo divino. Mi sensibilidad se fue curtiendo con todas sus enseñanzas, las que fue haciendo como sangre dentro de mis venas, pero en realidad cuando de verdad llegué a encontrar a Dios conformado a mis propias necesidades, fue ante el dolor y la soledad de mi vida, en la lucha con los días amargos, ante lo caduco de los sentimientos de mis semejantes, y sobre todo ante el convencimiento de mi impotencia frente a los graves peligros que encierra la gran ciudad.
Por eso, desde mi ángulo débil, humano, oscuro, enfermizo, necesitado y hasta miserable a veces, intenté sentir a Dios para llenar mi vacío, para paliar el dolor que los hombres me han entregado siempre, para que su sonrisa, abierta a la comprensión, no se ocultara ante las torpezas de mi vida, y de ese modo el miedo innato que siento hacia todas las cosas, no lo aumentara Él, sino todo lo contrario, fuera una especie de aliento fortísimo que me ayudara a caminar entre las sombras de los días amargos. También más tarde, para entregar mi sentimiento religioso hecho poesía a los hombres que sienten en sus corazones idénticas inquietudes a las mías y no saben saciarlas.
Yo siempre encontré a Dios cuando lo necesité y lo busqué. A veces de una manera tan intensa que luego, a mí misma, me produjo impresión. Jamás mi mano se quedó vacía cuando la extendí con angustia hacia Él. Mi fe lo ha palpado casi tanto en la oscuridad como en las horas de luz.
Se ha dicho bastantes veces que mi religión es muy personal. Esto, contra lo que pudiera pensarse, me hiere profundamente. Mi Dios es el de todos los hombres. Yo pienso que en general los católicos tendemos a aceptar a un Dios que nos entregan nuestros mayores e incluso los sacerdotes. Así debe ser. Así lo acepto yo con todos sus preceptos. Sería imposible que para cada ser humano nos crearan un Dios. Eso es cosa nuestra: la pluralidad dentro de la unidad divina. Los seres humanos somos todos diferentes, y si la Ley de la tierra tiene sus diferencias, sus atenuantes, sus castigos o sus premios de acuerdo con los hombres con quienes tiene que enfrentarse, Dios, la Suma Bondad y la Suma Comprensión debe tenerlos también.
Por último, diré que la poesía para mí es una segunda religión; bastaría con explicar mis sentimientos poéticos para que los religiosos se hicieran patentes o viceversa. En los momentos en que por enfermedad no pude crear poesía, sentía muy poco a Dios. También cuando mi alma sentía sobre sí el peso de la impureza, al crear un poema, se liberaba de ella, algo así como un nuevo sacramento.
Por ello, coincido con las palabras que Gustavo Adolfo Bécquer entregó un día a una mujer hermosa, pero yo se las diría a Dios: “Poesía eres tú”.32

Del discurso de María Elvira se desprende una constelación de ideas. Se parte de la tradicional de que lo religioso es inefable, lo que no obsta para que el lenguaje humano, particularmente el poético -pues posee un mayor alcance que el racional- aspire a penetrar en ese misterio sin pretender esclarecerlo del todo, en cuyo caso dejaría de ser misterio y se convertiría en problema. Para Lacaci la poesía es su camino de acceso a Dios, la que le permite buscar lo necesario, lo absoluto, desde la contingencia. En ella está muy viva esa conciencia de la propia limitación, del carácter dependiente del ser humano. Dios, necesidad intensísima y vital, provoca en la poeta ansias de conocerlo, de sentirlo, de vibrar con Él de una manera intensa y profunda. María Elvira Lacaci es cristiana. No ha fabricado un Dios a su medida, sino que su religiosidad es cristocéntrica y se desarrolla en el ámbito eclesial. Encuentra a Dios de un modo muy particular en la cruz de Cristo. Afirma haber palpado siempre a Dios en la oscuridad, pero también en la luz. Para Lacaci, como para su maestro Vicente Aleixandre, la poesía es comunicación, y se afana en compartirla.

Las palabras de nuestra poeta ofrecen una visión más profunda que la de los críticos que, lógicamente, sintetizan. La búsqueda de Dios de esta mujer no responde solamente a una necesidad psicológica o afectiva, sino a un conocimiento y amor intensos. Su encuentro con Dios en la cruz es común a todos los místicos y aun a todos los que han pretendido seguir de cerca a Cristo. La afirmación de que siempre ha palpado al Creador la muestra como persona de una fe recia. Y su destacado poema “Dime”, en el que grita desde la duda, es prueba fehaciente de su fe. Quien cree suele sentir la tentación de la duda.

Salmos contemporáneos

Los poemas recogidos en las antologías son una muestra privilegiada del corpus de poesía religiosa de María Elvira Lacaci. Hemos visto que son un total de 17: cinco de Humana voz, nueve de Sonido de Dios y tres de Al Este de la ciudad. Con la intención de objetivar el análisis, fijamos algunos rasgos que nos parecen pertinentes: la persona gramatical de la voz poética, su destinatario, el espacio, la situación existencial, la posible respuesta y las metáforas más significativas (Cuadro 2).

Cuadro 2.

Rasgos principales de la poesía de Lacaci


Poemario Título Persona Destinatario Espacio Estado Respuesta Metáforas
HV “La voz” 1a. Señor / Madre casa, calle, iglesia, metro dolor, llanto, ansiedad, contento “¿Qué tienes, hija, qué te pasa, dime?” corza perseguida, asustada y herida
HV “Dios soñado” 1a. p / s [Dios] vida arrastrada “Es que acaso, con esto, puede hacerse otra cosa” barro endurecido, carne podrida
HV “En el tranvía” 1a. / 3a. Dios / Señor tranvía temblor, dolor, llanto, paz maravillosa “Quiero probar tu fe” mar ensombrecido de la duda
HV “Las cosas viejas” 1a. Señor casa vergüenza, miedo, amor esta horrorosa planta tan raquítica como mi corazón
HV “La cuchilla” 1a. Dios tiritando esta cuchilla amarga que nos hiere a los dos
SD “A brazo partido” 1a. [Dios] temblor, lucha Tú que eres eje de mi pecho
SD “Dime” 1a. Señor desolación, rebeldía un sonido extraño lo atormenta
SD “A grito abierto” 1a. Dios grito, mudez, susurro alarido sobre la noche de tu gran silencio
SD “Sin la mano de Dios” 1a. Señor fe, niebla, noche hoy tiene forma de niebla estancada -es de noche- en la vasija de este pecho mío
SD “Te veo tanto” 1a. Dios / Señor naturaleza intimidada, herida Tú te adentras como saeta azul por sus tejidos
SD “Viernes Santo” 1a. Señor asfalto perseguida por sus ojos ELVIRA Me dolía tragarlas
SD “Stabat Mater” 1a. Madre de Dios asfalto rumiando el dolor de la Virgen Mi corazón rumiaba la pulpa de tu Dolor
SD “El justo” 1a. Dios estremecimiento “Acuérdate que a Pedro le respondí en Judea: perdonarás al hombre setenta veces siete La sangre se negaba a voltear mi aliento dentro de las venas
SD “Desigualdad” 1a. Señor confundida “Tenemos que vivir en otro Tiempo” una luz, fortísima, desesperada, atravesó las hendiduras todas de mi alma
AEC “Juan de la Cruz” 1a. Juan de la Cruz doliente “El alma y solo el alma vuela en pos del Amado”. “Aun así, Hermana Tierra, el alma y solo el alma...” cuando el aire de tiempo traspasado me derriba
AEC “Miedo” 1a. Dios miedo colgarme de la luna para así ser el máximo blanco de todos los ojos
AEC “Los niños” 1a. Señor jardincillo angustiada, rebelde la angustia que en mis venas es el líquido rojo que me voltea despiadadamente

Podemos calificar tales composiciones como poemas-oración, género de amplia tradición en el ámbito judeocristiano desde que se escribiera el Libro de los Salmos (composiciones o cánticos de alabanza o invocación a Dios). El yo poético se dirige a Dios, salvo en dos casos en los que dialoga con la Virgen o san Juan de la Cruz, y en otro donde el Señor comparte la interlocución con su madre. En la mayoría de los poemas no está definido un espacio, lo que acentúa el diálogo hombre-Dios, como en los salmos bíblicos. La ausencia de un lugar confiere fuerza simbólica, universal, al discurso. Y cuando aparece, el espacio suele ser urbano: casa, calle, iglesia, metro, tranvía, asfalto. En algún caso son elementos de la naturaleza los que asoman en el poema, pero es significativo que sea la ciudad secular el marco de la oración poética. La poeta tutea a Dios, relación habitual en los países de tradición cristiana -sea creyente o no el autor-. Para el cristianismo, desde el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios, el lenguaje humano ha pasado a ser también divino, facilitando así una fluidez comunicativa.

El estado del yo poético suele ser doloroso, herido y gimiente en la poesía de Lacaci; prolifera el temblor, el estremecimiento, el miedo, la intimidación, la angustia, la confusión, la vergüenza. La voz pasa de la mudez al grito a través del susurro. En ocasiones brota la rebeldía. La oración logra a veces un desenlace feliz: ‘contento’ en el poema “La voz”, la percepción de una ‘ternura infinita’ en “Dios soñado”, ‘paz maravillosa’ en “En el tranvía”, ‘sosiego’ en “A grito abierto”, el nombre de la autora pronunciado por Cristo en la cruz en “Viernes Santo”, el abrazo de la Virgen en “Stabat Mater”.

Es destacable que la mitad de estos poemas-oración obtengan una respuesta, lo cual los acerca a la poesía mística: aquella “expresión literaria de la experiencia de lo divino”, según el Diccionario de la Real Academia Española. En unos poemas la respuesta es directa: “¿Qué tienes, hija, qué te pasa, dime?”; “Quiero probar tu fe”, o “ELVIRA”. En otro se verbalizan palabras evangélicas: “Acuérdate que a Pedro le respondí en Judea: perdonarás al hombre setenta veces siete”; en otros dos poemas las respuestas abren horizontes no exentos de misterio: “Tenemos que vivir en otro Tiempo” y “Es que acaso, con esto, puede hacerse otra cosa”. Finalmente, san Juan de la Cruz también interviene: “El alma y solo el alma vuela en pos del Amado. […] Aun así, Hermana Tierra, el alma y solo el alma…”.

Verso libre

Salvo “A brazo partido”, que es un soneto, el resto de estos poemas están escritos en verso libre. El tema religioso no arrastra a la autora a emplear metros tradicionales. Escribe con su propia voz, con una estética contemporánea.33 Para Josu Landa, tras el verso libre se ubica todo un universo ideológico:

El verso libre es impensable sin un fenómeno histórico previo: la sociedad moderna y el correlativo individuo moderno. Las formas libres son un fenómeno estético epocal vinculado con la situación del hombre en la sociedad moderna. […] La clase de hombre que se ha desligado de la tierra, de la servidumbre a un linaje y a una comunidad, que conoce por diversas vías el libre examen, que desvía su fe en un Dios otrora omnipotente hacia la fe en los poderes del hombre mismo, que se considera capaz de darse a sí mismo la ley -en todas las acepciones de esta palabra-, que profesa la religión del progreso, que ha visto en el arte la gran fuente de redención ante los horrores de la vida, que ha olvidado la sacralidad de la palabra, que considera al genio la máxima consumación de la humanidad liberada de las ataduras del dogma y los preceptos de todo tipo, que lleva su individualismo al grado del solipsismo... ese hombre es el que posibilita las formas libres, al socaire de la conjunción de toda una serie de corrientes ideológicas o visiones del mundo: el subjetivismo empirista, el racionalismo, el criticismo, los progresismos, los romanticismos, los idealismos, los milenarismos (marxismos y anarquismos y diversos utopismos), los vanguardismos y los posmodernismos.34

María Elvira Lacaci se encuentra cómoda con el verso libre, sin que ello suponga que abraza las corrientes ideológicas enumeradas por Landa. La libertad del poeta se superpone a ideologías presumiblemente aparejadas a un tipo de versificación. Por ello, es significativo que el lenguaje contemporáneo de nuestra poeta no colisione con su fe. Su poesía expresa oración, y combate desde la fe de una mujer del siglo XX.

El desapego de esta poeta de los metros tradicionales no le resta capacidad de transfigurar el lenguaje, de generar metáforas, sean de raigambre mística como la de “corza perseguida, asustada y herida”, o bíblica en “barro endurecido, carne podrida”; sean de “propia creación”, como “mar ensombrecido de la duda”, “horrorosa planta tan raquítica como mi corazón” o “esta cuchilla amarga que nos hiere a los dos”. Hay metáforas que muestran una unión amorosa estrecha: “Tú que eres eje de mi pecho”, “Tú te adentras como saeta azul por sus tejidos” o “una luz, fortísima, desesperada, atravesó las hendiduras todas de mi alma”, que evocan el éxtasis de santa Teresa inmortalizado por Bernini en la iglesia romana de Santa Maria della Vittoria. El cuerpo y sus sentidos encuentran una presencia intensa: el oído, como “un sonido extraño lo atormenta”, “Alarido sobre la noche de tu gran silencio”; la vista, por ejemplo en “hoy tiene forma de niebla estancada -es de noche- en la vasija de este pecho mío”, “Colgarme de la luna para así ser el máximo blanco de todos los ojos”; el gusto, como “Me dolía tragarlas”, “Mi corazón rumiaba la pulpa de tu Dolor”. La inevitable sangre: “La sangre se negaba a voltear mi aliento dentro de las venas” o “Cuando el aire de tiempo traspasado me derriba la angustia que en mis venas es el líquido rojo que me voltea despiadadamente”.

La muestra es breve, 17 poemas, pero suficiente para constatar cómo María Elvira Lacaci transforma en versos su búsqueda de Dios, su diálogo con Él, la percepción de su indigencia personal y del mundo. Su voz es sorprendentemente sincera. La desnudez retórica de sus versos transparenta la desnudez de su alma.

El combate de la fe

Prueba de la autenticidad de la poesía religiosa de María Elvira Lacaci y su carácter místico es precisamente su cabal radicación en el combate de la fe. La Biblia y los escritos de los místicos están atravesados de esa lucha. Son mucho más extensos los relatos evangélicos de la Pasión que los de la Transfiguración y la Resurrección. En este contexto, la duda no cabe entenderla como agnosticismo, sino como tentación inherente a la fe. Paradigmático de esta duda es el poema “Dime”, en el que la voz poética suplica a Dios superar las tentaciones del agnosticismo o del ateísmo: pensar que Dios está hecho a la medida del hombre, que es invento humano, un sueño, un ser alejado del hombre, sin entrañas de misericordia... son tentaciones definidas como “sonido extraño” que “atormenta”:

Dime
Dime que no te hago
a la medida
de mi desolación sin horizonte.
Dime que mi agonía
no te inventa,
cuando en su ahogo lento, pronunciado,
te siente por las venas
respirándote.
Dime que yo no sueño. Que es tu mano
la que temblando aprieto
entre las mías,
cuando la noche en mis pupilas crece.
Dime que cuando hablo -que solo a Ti te hablo-
vas recogiendo mis palabras leves. Apretándolas
sobre tu corazón. Como presiento.
Dime que cuando lloro
alargas tu sonrisa -la que veo-
hasta lo más mojado de mi cara.
Dime que vivo en Ti.
Que si te siento, si Tú vives en mí,
como mi carne, mi alma o mi tormento,
es del todo verdad.
Dímelo Tú, Señor. Dímelo. Fuerte.
Grítale al corazón. Que se rebela.
Porque un sonido extraño lo atormenta.

La fe de Lacaci no es estanque apacible, sino lago tumultuoso en el que hay que remar esforzadamente. Ningún auténtico creyente, ningún místico se suele librar de estas perplejidades. El sintagma “noche oscura” suele designar esa soledad, ese silencio, esa cruz, esa tribulación que asola a las almas con vida espiritual. El propio Cristo en el huerto de los olivos o en la cruz expresó esa angustia. Más que debilidad en la fe, el poema “Dime” enuncia la solidez y profundidad de la religiosidad de la poeta. La anáfora de ‘dime’ (siete veces) indica el drama del diálogo que la voz poética reclama de su interlocutor.

La sequedad interior es una clásica situación del alma mística y aun del alma religiosa. “Sin la mano de Dios” es un poema de tal situación, que expresa tentaciones ‘de fuera’ y ‘de dentro’. En “Dios soñado” la voz poética se muestra postrada, apesadumbrada por el cuerpo: “barro endurecido” que se levanta y cae por efecto del viento. Entonces, en ese momento, advienen palabras divinas de justicia que atemorizan. La tercera parte y final del poema constituye una súplica para que hable la humanidad de Dios, y se pose “la ternura infinita de tus ojos / sobre tanta miseria”.

“A brazo Partido” es un verdadero combate de la fe, como el sueño bíblico de Jacob cuando mantuvo una noche entera de lucha contra un ángel (Génesis 32). El soneto expresa continuos contrastes: calor / frío; sangre / amor en las venas; luz / falta de serenidad; Vida / desierto, sucio río; lucha sin espada. El poema es símbolo de la lucha interior, del combate de la fe, de la esperanza y del amor.

A brazo partido
Sintiendo tu calor, tiemblo de frío.
No sangre, sí tu amor, giran mis venas.
Teniendo tanta Luz no son serenas
las horas que transcurren. No eres mío.
Yo soy del todo tuya. Mi desvío
trazado por la Vida sobre arenas
de un desierto, sin Ti, me causa penas
largas y oscuras como sucio río.
Tengo el brazo partido en esta lucha
de querer lo que tengo. Pero adentro.
De esta lucha tenaz, mas sin espada.
Mi canto gritador atiende, escucha.
Tú que eres eje de mi pecho y centro
de un alma que te busca acorralada.

“En el tranvía” transcurre en suelo urbano, en un aquí concreto, no como en los poemas anteriores donde la voz poética se dirige a Dios sin escenario alguno. Lacaci expresa su agonía existencial en estos versos desgarradores. Mientras circula en ese vehículo, acontece un encuentro con Dios, de quien oye: “Quiero probar tu fe”. Un Dios que es bueno: “que el Señor era humano. / Que sentía piedad hacia los hombres. / Que no era un espectáculo / de circo, a sus ojos / divinos, nuestro desgarro humano. / Que en su mano punzante / no había crueldad hacia nosotros. / No. No la había…”.

Se trata de una experiencia mística relatada con enorme viveza, una experiencia transformadora en suelo urbano y vehículo moviente, en medio de unas personas que deambulan por la calle o viajan con ella en el tranvía, ajenas por completo tanto al dolor de la protagonista como al encuentro místico. El resultado es la paz: “Ese aire que acaso / llevaría al Señor, entre sus hielos, / la Paz, / la paz Maravillosa / que al influjo / de sus cuatro palabras / brotó / como una flor -enraizada en cieno- / por todos sus sentidos”.35

En el largo poema “La voz”, la poeta relata una humillación sufrida en un escenario urbano, y la angustia consiguiente en que persigue un desahogo con Dios, de quien sólo obtiene su silencio. No mucho después escucha en su interior la voz de la Virgen y “aquellos moscardones enlutados / me parecieron ya casi palomas”.

“A grito abierto” plantea otra gran cuestión: la injusticia humana y la inacción de Dios. Esa rebelión humana, que evoca el Libro de Job, se expresa por una metáfora tremenda: “un alarido / sobre la noche de tu gran silencio”, y tras una suave intervención divina:

Se sosegó mi aliento enardecido.
Luego,
sin casi voz
en las palabras tímidas,
susurré temerosa:
“Me querrás ayudar, porque estos hombres…”

El dolor de la poeta no nace únicamente de sus luchas personales. Sus ojos son sensibles a las penas ajenas, como puede leerse en “Desigualdad” o en “Miedo”. Por otra parte, en “El justo” presenciamos su pavor ante la dureza humana, que se resiste a perdonar.

Unión mística en lo cotidiano

María Elvira Lacaci fue una ciudadana corriente, como tantos millones de personas. Su vida espiritual, su combate de la fe, su búsqueda y encuentros con Dios se desarrollaron en medio de la calle, en casa, en el transporte público, en los parques… Lo que le rodea le llevó a Dios y lo llevó a Dios. Así, en “Las cosas viejas” la voz poética dialoga con Dios explicándole el papel que en su vida desempeñan los objetos que tiene alrededor, en su casa. Y concluye: “Oh Señor, si al menos / pudieran comprender cómo las amo!”. En “Los niños”, una experiencia común de juego de unos párvulos le conduce a reflexionar sobre la inconstancia de las pasiones humanas. Su alma se eleva hacia el Señor y le pide: “Sólo tú -repetía-. Sólo tú, sobre el Tiempo…”. En “Te veo tanto”, la voz poética suplica a Dios que modere una presencia que le abruma, y que aflora en todas las cosas, aun en las más pequeñas. En resumen, Lacaci dialoga con Dios en la calle, en la vida cotidiana, y encuentra ayuda en la divinidad para sobrellevar los desprecios, le pide auxilio ante las tentaciones de incredulidad o le conmina a acabar con la injusticia. Por último, le ruega cierta distancia al verse invadida por Él.

Si bien hemos advertido la escasez de estudios sobre María Elvira Lacaci, hay que reconocer el privilegio que supuso que se fijase en ella un especialista de prestigio internacional en el tema de espiritualidad: Álvaro Huerga. Este estudioso dominico advierte que la presencia de Dios en Lacaci fue un aspecto esencial de su vivencia mística: “Dios le invade el ser y le invade de un modo perceptible, inhuible [sic]”.36 Y citando el poema “Te veo tanto”, concluye: “Esa presencia irresistible, abrumadora, testificadora de una naturaleza trascendente -sin paradoja- de Dios, se hace idea afectiva. Es nota característica común del fenómeno místico: el conocimiento por afectividad. Por corazón”.37 He aquí el poema completo:

Te veo tanto
Te veo tanto, Dios, en lo mudable,
en las pequeñas cosas que creaste,
que a menudo
tu aliento en su materia me intimida.
Y anhelo tu presencia,
tu contacto en mi alma
desasida de roces. De contornos. De aromas.
Pero sentirte así tan allegado
en cada cosa que a mis ojos nace,
me hace daño, Señor.
Te quiero cerca. Pero así tanto, tanto...
Cobrando dimensiones gigantescas
no te puedo llevar.
Y,
bruscamente,
aparto la mirada
de un guijarro,
de una flor con rocío,
de un bello animal...
por donde asoman
tus misteriosos ojos a la Vida.
Tienes que disculpar que yo rehúya
esta vivencia tuya que me encorva,
ese profundo grito que me invade
más allá de lo humano
de mis huesos.
Mi materia es endeble
y Tú te adentras
como saeta azul por sus tejidos.
Y, a veces,
resquebrajarse teme
con tu peso.
Tu peso sin medida. Sólo viento.
Celeste viento fuerte que me ciega
si no bajo los párpados. Herida.
No te apartes, Señor. Que yo te sienta.
Pero así, tanto, tanto...

Mística es palabra análoga, no unívoca. Se predica de distinto modo, atendiendo a las diversas experiencias de lo divino. Huerga no duda del misticismo de Lacaci, analizado por él en el segundo poemario. “La amargura esperanzada de Humana voz [primer poemario] se había tornado en misteriosa presencia divina”.38 Pero Sonido de Dios, la segunda compilación, era “una poesía más pura y más purificada: una poesía mística”.39 No es fácil distinguir lo místico: “los críticos valoraron con casi acorde unanimidad la carga poética. Pero apenas supieron pesar la carga mística”.40 Huerga ofrece su definición de este fenómeno:

Un místico es un descubridor de Dios en el fondo de su alma, en lo vivo de sus llagas; un místico es, por decirlo con palabras ajenas y autorizadas, “el que ahonda y escarba en lo más secreto de las raíces de sí mismo hasta dar en la tierra donde se sustentan y de donde toman savia y nutrimiento: Dios”. Un místico no necesita salir de sí, preguntar a los demás; basta que se escuche a sí mismo. “En el interior del hombre habita la Verdad”, decía el gran intuitivo Agustín, el de Tagaste.41

En el poema “La cuchilla”, Lacaci muestra una llamativa confianza e intimidad con Dios. El tema es la herida de amor, una herida sangrante en el corazón, una herida que comparte la amada con el amado, que la amada pide que consume el amado. Ejemplo de la connivencia de María Elvira Lacaci con la mística es el diálogo que mantiene con “Juan de la Cruz”. Y el culmen es su conversación con Cristo crucificado en “Viernes Santo”, y el abrazo que recibe de la Virgen en “Stabat Mater”.

Huerga, en fin, distingue dos tipos de misticismo: “el natural y el sobrenatural. […] Donde la naturaleza acaba, zarpa la gracia, que es siempre perfeccionante”.42 Y todo el misticismo de Sonido de Dios, sentencia, “es un misticismo fundamentalmente natural. Pero le basta un poco de fe para remontarse al misticismo sobrenatural”.43

Conclusiones

De acuerdo con Álvaro Huerga: “María Elvira Lacaci, temperamento naturalmente místico, ha expresado en un haz de poemas llameantes su experiencia, su intimidad”.44Sonido de Dios es “un libro de fuertes reverberos místicos. Bajo el arco de sus versos se otea un paisaje de una honda experiencia mística. La voz poética la ha revelado. Los poemas han sido el cauce de expresión”.45

La mística no es incompatible con la ascética. Según el concepto de misticismo natural que aporta Huerga, la segunda puede conducir a la primera en un proceso ascendente. Lacaci se muestra como una mujer que ha de luchar contra las tentaciones del descreimiento, que ha de resolver con Dios sus conflictos con el mundo, el escándalo de la injusticia. Y al mismo tiempo, en la calle, en la casa, Lacaci vive un cortejo de amor con Dios; le pide que no la invada, le ruega que se una en la sangre de sus heridas de amor. Todo le habla de Dios, a veces demasiado, y se siente abrumada. Es creyente, pero ante todo es amante del Creador, y por Él, de todas las criaturas y aun de los objetos fabricados por el hombre.

Este trabajo ha iniciado un estudio sistemático de la poesía religiosa de Lacaci, pero quedan muchos versos por analizar. Se precisa, ante todo, la publicación de su poesía completa que incluye, naturalmente, no sólo los tres poemarios que vieron la luz, sino los poemas que aparecieron en diversas publicaciones. Esta obra permitirá un estudio sistemático de su poesía, prestando particular atención a los dos ejes que la vertebran: el religioso y el social.

Un cuarto de siglo después de la muerte de María Elvira Lacaci, poseemos la perspectiva suficiente para conocer y difundir un legado poético realmente singular, en el marco turbulento de la centuria pasada, tanto en el mundo como específicamente en España. La extrema discreción de la poeta no ha facilitado la difusión de su obra, pero su calidad nos impele a situarla en el lugar de honor que se merece. Permítasenos concluir con su último poema publicado:

Niñez del alma
Y el cuerpo se desgaja
como árbol herido por el viento,
por los inviernos largos de la vida,
por el dolor que lo entrelaza al sueño,
pero el alma -la mía-
es un latido niño sobre el tiempo,
es un amanecer que irradia luces,
una ilusión creciente cada día
por sorprender misterios y canciones,
es un anhelo por sentir que vivo
-aunque la vida solo sea sombra-,
es… ¡un esperar a Dios cada mañana!46

Notas al pie
1

Ferrol es una población importante de Galicia, región del noroeste de España. Julia Uceda ofrece el año de nacimiento de la autora contrastadamente, pues la fecha fluctúa según las diversas fuentes, véase Julia Uceda, “María Elvira Lacaci o la desolación sin horizonte”, FerrolAnálisis. Revista de Pensamiento y Cultura, núm. 13 (1998): 70-73.

2

El catálogo digital de la Biblioteca Nacional de España (https://www.bne.es/es/catalogos) recoge estas obras de Lacaci: Humana voz —publicada en Madrid, por Rialp en 1957—, Maternidad, la ventana —Madrid-Palma de Mallorca, 1960 [separata de Papeles de Son Armadans, núm. 47 (febrero de 1960)]—, Seis poemas —Madrid, Instituto de Cultura Hispánica, 1960?—, Sonido de Dios —Madrid: Rialp, 1962—, Al Este de la ciudad —Barcelona: Juan Flors [1963]—, El rey Baltasar, con ilustraciones de Máximo —[Madrid]: Doncel, 1965—, Tom y Jim (cuentos), con ilustraciones de J. Montañés —[Madrid]: Doncel [1966]— y Molinillo de papel (poesía infantil) —Madrid: Editora Nacional, 1968—. Publicó además una veintena de poemas en diversas revistas, que habrán de ser incluidos en su poesía completa.

4

En casi todos los lugares se afirma que fue la primera mujer en obtener el premio Adonais, en 1956. No obstante, en 1950 alcanzó este premio Juana García Noreña, quien para muchos es seudónimo del poeta José García Nieto, sin embargo, esta atribución no es unánime. Ver la lista de premiados en el sitio oficial del galardón: http://www.adonais.com.es/premios-anteriores/.

6

A estas antologías puede sumarse la específica de la página de María Elvira Lacaci en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, de la Universidad de Alicante (España), que recoge 24 poemas de los tres poemarios citados y seis del poemario infantil Molinillo de papel. La página está fechada en 2022: https://www.cervantesvirtual.com/portales/maria_elvira_lacaci/obra/antologia-poetica-1157596/.

18

A modo de ejemplo, la base de datos Dialnet recoge siete artículos sobre la poeta y aparecen sólo dos en Google Académico.

31

Lacaci había afirmado: “Hubo un libro que leí y medité con gran intensidad: el Evangelio. La caridad de Cristo me impresionó grandemente”, en Luis, Poesía social, 460.

33

No pocos contemporáneos de Lacaci escribieron poemas religiosos en sonetos u otras estrofas tradicionales. Lo que queremos destacar es la personal voz poética de esta autora.

Referencias
Ballesteros, Ana Isabel. “Tipos de poesía religiosa en el siglo XX español: voz y silencio”. En Sermo silens. La voz y el silencio en la poesía religiosa. Edición de Álvaro Cancela Cilleruelo, 231-256. Madrid: Universidad San Dámaso, 2019.
Barnés, Antonio. “Dios interrogado y escuchado: la poesía de María Elvira Lacaci y Concha Zardoya”. Ínsula, núm. 921 (2023): 20-23.
Barnés, Antonio. ¿Dónde está Dios? 40 poetas responden. Madrid: Ideas y Libros, 2021.
Champourcin, Ernestina de. Dios en la poesía actual. Selección de poemas españoles e hispanoamericanos. 2a. ed. revisada y aumentada. Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos, 1972.
Huerga, Álvaro. “El misticismo de María Elvira Lacaci”. Papeles de Son Armadans, núm. 104 (1964): 181-190.
Jiménez, Luzmaría. Poetisas españolas. Antología general. III. De 1940 a 1975. Madrid: Torremozas, 1998.
Lacaci, María Elvira. Al Este de la ciudad. Barcelona: Juan Flors, 1963.
Lacaci, María Elvira. Humana voz. Madrid: Rialp, 1957.
Lacaci, María Elvira. Sonido de Dios. Madrid: Rialp, 1962.
Landa, Josu. Aproximación al verso libre en español. Barcelona, Venezuela: Fondo Editorial del Caribe, 2004.
López Martínez, María Isabel, directora. “María Elvira Lacaci”. Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. Poesía Española Contemporánea. Acceso el 25 de julio de 2024. https://www.cervantesvirtual.com/portales/maria_elvira_lacaci/.
Luis, Leopoldo de. Poesía religiosa. Antología. Madrid; Barcelona: Alfaguara, 1969.
Luis, Leopoldo de. Poesía social. Madrid: Alfaguara, 1965.
Obregón, Yolanda, editora. 400 poemas para explicar la fe. Selección de poesía religiosa para la catequesis. 2a. ed. Maxstadt, Francia: Vita Brevis, 2023.
Rodríguez Llanillo, Antonio. Mil años después: Antología breve de poesía religiosa actual. Burgos: Diputación Provincial, 1978.
Romano Colangeli, Maria. Voci femminili della lirica spagnola del ‘900. Bolonia: Patron, 1964.
Santiago, Miguel de. Antología de poesía mística española. Barcelona: Verón Editores, 1998.
Soriano, María Enriqueta, Pilar Maicas y María Dolores de Asís. Hombre y Dios. I. Cincuenta años de poesía española (1950-1995). Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos, 1995.
Uceda, Julia. “María Elvira Lacaci o la desolación sin horizonte”. FerrolAnálisis. Revista de Pensamiento y Cultura, núm. 13 (1998): 70-73.

Comentarios sobre este artículo

Sólo los usuarios registrados pueden opinar y comentar sobre los artículos académicos publicados en Bibliographica. Ingrese en Iniciar sesión.