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La mujer del norte y su participación en la prensa periódica de Monterrey: La Violeta (1887-1894)


Northern Mexican Women and their Participation in Monterrey’s Periodical Press: La Violeta (1887-1894)

Donna Marie Kabalen Vanek*

* Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, Escuela de Humanidades y Educación, Departamento de Estudios Humanísticos, Monterrey, Nuevo León, México, dkabalen@tec.mx, https://orcid.org/0000-0003-4431-0265.



Resumen

La reciente recuperación del periódico La Violeta sitúa a Monterrey, México, en la historia de la prensa decimonónica, cuando las mujeres norestenses participaron activamente en la redacción y dirección de periódicos. Se hace especial énfasis en La Violeta como un espacio dedicado a la publicación de textos literarios, columnas y ensayos escritos por mujeres, que se detenían en temas morales y sociales, pero sobre todo en la identidad femenina y su derecho a la educación. Este artículo ofrece una revisión de los dos periodos de la historia de la publicación, así como un análisis discursivo del contenido de los periódicos y de la forma como las mujeres se expresaban a través de sus escritos. Las conclusiones apuntan hacia la construcción de un imaginario que manifiesta las nuevas posibilidades de la mujer fuera del ámbito doméstico.



Abstract

The recent recovery of the newspaper La Violeta places Monterrey, Mexico, within the history of the press during the 19th century, when women from northern Mexico were actively involved in writing and managing newspapers. This paper especially emphasizes La Violeta as a space dedicated to publishing literary texts, columns, and essays written by women, which focused on moral and social issues but, above all, on women’s identity and their right to education. This article offers a review of two periods of the publication’s history, as well as a discursive analysis of the newspaper’s content and how women expressed themselves through their writings. The conclusions point to the construction of an imaginary that highlighted new possibilities for women outside the domestic sphere.

Recepción: 29.08.22 / Aceptación: 07.01.23

bg01.Mar.23; 6(1)

Palabras clave: Siglo XIX, mujer norestense, publicaciones periódicas, La Violeta, escritoras y editoras.
Keywords: 19th century, northeastern women, periodical publications, La Violeta, women writers and editors.

Introducción

El estudio de la participación de la mujer en la prensa del norte de México es fundamental para ampliar la historia intelectual y cultural de esta región, especialmente para el reconocimiento de su papel en la historia de la vida cultural mexicana y de la frontera. Aunque existen muchos estudios académicos que tratan sobre la mujer y su relación con la cultura impresa en México, se ha escrito muy poco sobre su rol como autora y editora en la prensa de Monterrey.

Una revisión de la historia de la prensa periódica regiomontana devela poca información sobre La Violeta; es brevemente mencionada en algunos textos históricos donde también se habla de El Jazmín (1874), semanario dedicado a la mujer y dirigido por Miguel F. Martínez, y Flores y Frutos, publicado por Desiderio Lagrange entre 1879-1881, que incluía una selección de textos escritos por mujeres. Lamentablemente, no hemos logrado recuperar ejemplares de los dos últimos, e inicialmente se logró obtener copia de un solo texto de La Violeta publicado en el primer tomo de la Antología del pensamiento feminista nuestroamericano,1 donde es mencionada Marta Nualart Sánchez, y a principios de 2020 pudimos hacer contacto con ella cuando descubrimos que tenía en resguardo una colección casi completa del periódico.2

El estudio de las 482 páginas recientemente recuperadas de La Violeta. Quincenal de Literatura, Social, Moral y de Variedades (1887-1894), fundada por tres regiomontanas -Ercilia García, María Garza González y Manuela Martínez Hopman- proporciona una rica fuente de información, hasta ahora desconocida. El Diccionario de escritoras nuevoleonesas3 señala a Ercilia García como pionera en el periodismo de Monterrey; con apoyo de Manuela Martínez Hopman fundó y sostuvo La Violeta en 1887, fue su directora en 1887-1888 y en 1889 se le menciona en primera plana como directora y propietaria. En 1893 aparece ya como García de Ramírez y colabora en calidad de redactora. Dos de sus poemas, “La calumnia” y “La huérfana”, formaban parte de la antología Poetisas mexicanas, de José María Vigil,4 además de otros seleccionados para publicarse en el periódico regiomontano El Pueblo. Órgano del “Club Independiente” de Monterrey y Sus Sucursales: “El Señor” (agosto de 1868), “La pasionaria” (octubre de 1886) y “La luna” (febrero de 1887). El 21 de septiembre de 1887, El Pueblo anuncia la aparición de La Violeta a partir del 16 de septiembre, señalándolo como un periódico “Perfectamente escrito, con abundante material y bellísimas composiciones en prosa y verso de no escaso mérito literario . . . [y] redactado por un grupo de ilustradas Señoritas de esta Ciudad”.5 María Garza González (1858-1925) es consignada en el Diccionario de escritoras nuevoleonesa como “periodista, poeta y educadora”. Se recibió de maestra normalista en 1886 y, además de participar en La Violeta, fue maestra de primaria. De acuerdo con Braña Rubio y Martínez Sáenz, también colaboró en El Pueblo y La Revista. Dos de sus poemas, “A una flor” e “Invierno”, están incluidos en Poetisas mexicanas. Por su parte, Manuela Martínez Hopman (1870-1956) aparece como periodista y colaboradora de La Violeta.

Mi intención en las siguientes páginas es arrojar luz sobre la participación de la mujer en la prensa periódica de Monterrey a través de un análisis de La Violeta, con particular énfasis en los elementos discursivos de los textos de esta publicación que se conjugan para dar forma a significados sobre el papel cultural de las mujeres, quienes lidiaban con su deseo de crecimiento intelectual y participación más activa en la sociedad.

La primera parte de este trabajo presenta observaciones sobre el contexto histórico de las publicaciones periódicas del siglo XIX en Monterrey. La segunda ofrece una introducción general sobre características de La Violeta durante su periodo de publicación (1887-1889 y 1893-1894). En la tercera parte se aborda una selección de contenidos de varias secciones de los 65 ejemplares recuperados. Así, tomaré las aportaciones de las autoras de diversos ensayos y textos literarios para examinarlas desde una óptica discursiva, como base para un análisis de temas principales: cuestiones morales, de educación de la mujer y su relación con la familia, el matrimonio y la sociedad, las cuales evidencian cómo las mujeres, al tomar la pluma y publicar sus ideas y opiniones, intentaron promover su causa y desafiar los límites impuestos por las creencias y costumbres de la sociedad.

Imagen de la mujer en periódicos norteños a finales del siglo XIX

Las publicaciones periódicas de finales del siglo XIX en la región norte de México funcionaban como foros para promover temas políticos y formar la opinión pública. Sin embargo, un examen más detallado revela que las que se centraban en política también incluían columnas cortas, poesía y ensayos dedicados a temas como religión, ciencia, cultura, educación, y secciones destinadas a atraer a un público femenino. Además, en muchos casos los artículos pretendían promover un sistema de creencias ideológicas que diera forma a lo que la sociedad consideraba un papel femenino aceptable.

Los historiadores Héctor González e Isidro Vizcaya Canales6 coinciden en considerar las décadas de 1860 a 1880 como un periodo en el que florecieron las publicaciones periódicas -folletos, calendarios, revistas y periódicos literarios, revistas dirigidas a mujeres-, no sólo en el norte de México, sino en el resto de la república, aunque varias fueron de corta duración.7

La revisión y análisis de La Violeta ha sido un proceso de inmersión en el estudio de un periódico que ofrece una ventana a la memoria histórica, cultural e intelectual del noreste, encontrada en sus ensayos y textos literarios. Es relevante notar que tanto las letras como el periodismo previo a 1867 se enfocaban en temas políticos,8 si bien paulatinamente incluyeron textos dirigidos a la mujer lectora.9 Fue a través de la cultura escrita como se intentó promover una ideología colectiva y sentar las bases educativas culturales para los lectores. En este sentido, los textos dirigidos al público femenino articulaban un imaginario basado en una perspectiva romántica que ubicaba a la mujer en los límites del espacio doméstico.

Los textos poéticos, ensayos y columnas dedicados al “sexo débil” se apoyan en creencias clave que forman parte de las estructuras culturales, por ejemplo, las instituciones educativas y religiosas. Las figuras femeninas maternales, enraizadas en la cultura antigua, representan históricamente el objetivo final subyacente de la educación tradicional en Nueva España, que promovía la idea de que el destino de la mujer sólo podía entenderse en términos de su rol maternal: se le asignaba el espacio privado de la familia, mientras que el espacio público se reservaba para los hombres. Además, en 1854 el papa Pío IX establece el dogma de la Inmaculada Concepción, donde señala que Dios:

[p]or lo cual tan maravillosamente la colmó de la abundancia de todos los celestiales carismas, sacada del tesoro de la divinidad, muy por encima de todos los ángeles y santos, que Ella, absolutamente siempre libre de toda mancha de pecado y toda hermosa y perfecta, manifestase tal plenitud de inocencia y santidad, que no se concibe en modo alguno mayor después de Dios y nadie puede imaginar fuera de Dios.10

Declaración que afianza aún más la posición de la Virgen María, madre de Dios, como mujer “pura, hermosa, y perfecta”, convirtiéndola en modelo a seguir para sus congéneres, una visión que circulará incluso durante las últimas décadas del siglo XIX. En efecto, el Colegio Civil, inaugurado en 1859 en Monterrey y abierto por segunda vez en 1866, designó un espacio para albergar la Escuela Normal de 1886 a 1903, junto con la Escuela de Artes y Labores Femeniles, instituciones dedicadas a educar a las mujeres en actividades domésticas.11

Perspectivas como esas -que enfatizan la pureza y hermosura de la mujer, al igual que su rol en el espacio del hogar como madre y esposa- delimitan el marco para entender el enfoque ideológico de La Violeta, que, en varios aspectos, contrastaba con muchos periódicos que circulaban en Monterrey y eran gestionados por hombres. En general, esos periódicos y revistas tendían a promover una visión romántica sobre la mujer y su papel en la sociedad. La Revista de Nuevo-León y Coahuila (1863-1864) es un ejemplo al respecto: publicada y dirigida por Manuel García Rejón, incluía noticias e información de esas regiones, así como poesía y artículos de interés general.12 El tipo de imaginario femenino que promueve está presente en un poema recuperado de un único ejemplar existente. Festivamente, describe el matrimonio entre Manuel Lozano y Francisca Mejía y Barragán como la culminación de la ilusión masculina. En consonancia con la estética romántica del siglo XIX, la mujer es el objeto del amor y es descrita como “esa flor del corazón querida, pura y bella”, mientras que el rol del futuro esposo dicta: “Ámala siempre con la fé de un niño; / Házla dichosa y sélo con su amor”.13

Otros ejemplos de poesía publicados en los cuatro ejemplares disponibles de El Faro de Monterrey (1865) también incluyen referencias a temas románticos como la admiración de la mujer, la alegría y el dolor del amor:

Muger de amor, hechizo de mi vida,
Origen de mis sueños y ventura,
Escucha los acentos de ternura
Que te consagra mi alma enardecida. . .
Y esa imagen adorada
Tan casta como divina,
Como rosa purpurina
De belleza sin rival . . .
-o-
Vuelve á mirarme, linda morena,
Con esos bellos: lánguidos ojos,
Deja que selle tus labios rojos
Con beso ardiente de grato amor. . .
En tu regazo, con tus caricias,
Quede adormido sin mis dolores,
Mirando bellas, soñando amores,
Cual otro tiempo me imaginé.14

La imagen de la mujer, más que un ente idealizado por su admirador, se presenta como un ser tierno y bello, alguien a quien amar y adorar. En su regazo el hombre puede encontrar descanso y aliviar su dolor. La visión de la relación hombre-mujer que recuerda el amor de un niño varón, futuro amante adulto que debe hacer feliz a su esposa, y la imagen de la mujer como un ser celestial capaz de calmar cualquier pena, es un tema repetido en un diario posterior. La Revista de Monterrey (1881-1886),15 primera publicación diaria de esa ciudad, dirigida por Desiderio Lagrange, incluía contenidos literarios y comentarios sobre temas políticos locales,16 además de una serie de artículos de diversa índole centrados en temas relacionados con la mujer. Resulta interesante que una edición de 1883 contenga un artículo, “A la mujer”, que subraya la visión contradictoria y crítica de los hombres hacia ellas. La escritora española María Concepción Jimeno, su autora, afirma que: “Nunca nos juzgan los hombres con seriedad ... Si se ven correspondidos en su amor, nos apellidan ángeles, si se ven desdeñados, nos denominan diablos”.17 Para apoyar lo anterior, refiere las opiniones chocantes sobre la mujer ofrecidas por Lessing, Rousseau, Plauto, Orígenes, Restif de la Bretonne y Beauchene, y declara que los impulsos que mueven a los hombres, como a las mujeres, pueden considerarse buenos. Pese a ello, sus palabras finales de advertencia consideran el peligro que enfrentan las mujeres si creen a los hombres que insisten en que su belleza física es lo más importante; en cambio, presenta la belleza interior y moral como el objetivo de vida de una mujer.

En “El regazo”, Uncle Same se dirige burlonamente a sus “bellísimas lectoras”, pero también a sus “bigotudos lectores”, sugiere el regazo como el primer lugar al que un niño corre en busca de consuelo. El artículo, a dos columnas, traslada a un imaginario donde se recuerdan momentos en los que “el hombre [busca] el reposo en el regazo de una amante esposa, reclinando en él sus sienes fatigadas, y muchas veces regándole con lágrimas de fuego que, con sus blondas trenzas, se apresura á enjugar la esposa enternecida”. El escritor puntualiza: “¡Ah! Si esto recordáis, si alguna vez habéis sentido dulcísima fruición, convenid conmigo en que el regazo de una mujer amante, ora sea madre, ora sea esposa, es más que el paraíso; es el seno de Dios”.18 En tanto que Jimeno rechaza la idea de la mujer como simple objeto de belleza y afirma que debe esforzarse por nutrir su belleza interior, “El regazo” ofrece una imagen de la mujer como consoladora y la vincula con Dios. El referente discursivo religioso coincide claramente con la discusión que plantea Graciela Hierro sobre la educación de las mujeres del siglo XVI, relativa a textos como Instrucción de la mujer casada de Luis Vives y La perfecta casada de fray Luis de León, que pretendían orientarlas en su papel cultural como esposas y madres cristianas.19 Uncle Same promueve una imagen limitada de la mujer, en tanto que Jimeno invita a sus lectores a considerar otra faceta de la identidad femenina, su vida interior.

La publicación de poesía y prosa entre 1863 y 1883 pretendía expresar una aparente inclusión del sujeto lector femenino. Sin embargo, las secciones dedicadas al bello sexo tenían escasos escritos de autoras, sin mencionar que, si bien abordaban supuestos temas de interés para ellas, la mayoría de los artículos en los periódicos publicados por hombres tendían, de hecho, a centrarse en su visión de la mujer ideal. Los textos ofrecidos a las lectoras funcionaban como base para la construcción de un espacio discursivo destinado a educar a la mujer dentro de los límites de un complejo de creencias ampliamente extendido, que justificaba las estructuras culturales imperantes a través de prácticas lingüísticas “constitutivas”, para así promover significados sociales basados en “las instituciones, roles y estatus que preservan la estructura jerárquica de la sociedad”.20

En este sentido, las formaciones discursivas percibidas en los textos periodísticos funcionan a menudo para establecer el ideal femenino que debía asumir la lectora. Sin embargo, durante 1873 y 1889, como afirma Elvira Hernández Carballido, la entrada de las mujeres al ámbito de las publicaciones periódicas como escritoras, directoras y editoras les daría la posibilidad de construir un imaginario basado en su propio sentido de la realidad, y aportar a la sociedad su visión de la “condición femenina”,21 como es el caso de La Violeta.

Breves apuntes sobre La Violeta

Por ser la primera publicación periódica propiedad de mujeres de Monterrey, La Violeta, un periódico burgués, y único en el noreste de México, requiere de nuestra atención. Los ejemplares tenían ocho páginas en la mayoría de los casos. No se puede corroborar su costo porque, sin acceso a los dos primeros números de 1887, es imposible determinar si un “Prospecto” -elemento común de las publicaciones del siglo XIX- daba esa información. Entre los ejemplares recuperados está el tomo I (24 números), publicado entre 1887 y 1888; el tomo II (4 números), publicado en 1889, y el tomo III (39 números), publicado en 1893-1894.22 Los ejemplares de 1887 y 1888 mencionan a Ercilia García como directora y María Garza González como secretaria. En 1889 García aparece como directora propietaria. Ya en el primer número de 1893, tiene un nuevo subtítulo: La Violeta. Semanario de Literatura, Moral y de Variedades. Y, mientras que en los primeros números García y Garza González se encargan de la redacción, el 20 de agosto de 1893 Garza González asume la dirección.

El primer ejemplar recuperado de La Violeta (t. I, núm. 3) tiene fecha del 15 de octubre de 1887. Según lo publicado en el periódico regiomontano El Pueblo, La Violeta salió a la luz el 16 de septiembre de 1887 “en honor a los héroes venerados de nuestra Independencia…”.23 En efecto, a través de sus páginas las editoras y las mujeres que colaboraron con textos de temas variados, dieron voz a sus inquietudes sobre cuestiones morales, la educación de la mujer, su visión de la sociedad y la posición de la mujer en ella.

En todos los ejemplares, la primera página tiene una lista de colaboradoras que enumera primero a las señoras y luego a las señoritas, e incluye un “Sumario” con el nombre de cada autora y su contribución. Entre las escritoras norestenses conocidas que inicialmente colaboraron en La Violeta (15 de octubre de 1887) están Julia G. de la Peña de Ballesteros, poeta de Matamoros, Tamaulipas, y María M. Browne, de Montemorelos, Nuevo León, al igual que Ercilia García y María Garza González, ambas de Monterrey; Edmonia B. Pérez y María Manuela López fueron colaboradoras hasta finales de 1889. Como era habitual, otras autoras firmaron con seudónimos.

En 1888 la sección de colaboradores incluye la procedencia de cada escritora. Por ejemplo, Zenaida, Elisa, Aurora y Delia son de Monterrey, y Josefa Jiménez de Ciudad Camargo. Hubo contribuciones de autoras de otros estados, como Esther Tapia de Castellanos (Guadalajara), Lucía Herrera Jáuregui (Tantoyuca, Veracruz), Gertrudis T. Zavala (Mérida) y María Santaella (Oaxaca). Además, hay textos de autoras españolas: Filomina D. Muruais, Micaela Silva, Blanca de los Ríos, Narcisa Pérez y María Manuela López, por mencionar algunas.

Una sección que apareció regularmente entre 1887 y 1888, “Opinión de la Prensa”, permitía a sus lectores conocer los comentarios de otras zonas de la república, no sólo de los periódicos publicados en la región fronteriza entre México y Estados Unidos. Asimismo, ofrecía información clave sobre la circulación de La Violeta a nivel nacional e internacional.

La primera edición de 1887 recibió elogios y la bienvenida por parte de los periódicos texanos El Mutualista y La Colonia Mexicana (ambos de Laredo), y de El Heraldo (San Antonio). El mismo número recibió también felicitaciones de El Independiente, de Aldama, y de Las Noticias y el Correo de las Doce, publicados en la ciudad de México.

Como detalle interesante, un comentario publicado el primer mes de 1888 muestra el apoyo que La Violeta ofrece a sus colegas de Las Hijas del Anáhuac, al recibir sus últimos números: “El objetivo de esta importante publicación es propagar la instrucción de la mujer mexicana y cultivar por este medio como incentivo poderoso, el estudio de las ciencias, las artes, la historia, la religión y el movimiento social de nuestras glorias patrias ... ¡Muy bien! Con ‘Las Hijas del Anahuac’ son ya seis los periódicos, que nosotros conocemos, escritos exclusivamente por personas de nuestro sexo, en la República ¡Adelante! Esto manifiesta el progreso de la mujer en nuestra patria”.24 Texto que evidencia la hermandad y la interlocución entre las editoras y redactoras de ambas publicaciones, al igual que su visión para el futuro de la mujer.

Son de especial interés los comentarios de periódicos que coinciden con la perspectiva ofrecida por García y Garza González. Por ejemplo, El Instructor de Aguascalientes menciona: “Qué la mujer se Ilustre para que pueda cooperar con el hombre en la grande obra del perfeccionamiento humano; que su virtud sea ilustrada para que sepa amar el bien para el bien mismo, es nuestro bello ideal en la educación del bello sexo”.25 De igual manera, La Violeta recibe una larga opinión (casi dos columnas) de El Progresista de Lampazos, Nuevo León, que felicita a las editoras y escritoras

que han comprendido en toda su magnitud la necesidad imperiosa de la educación de la muger ... [y] esas inteligentes Sras. y Sritas, repetimos, venciendo la timidez propia de su sexo, se han lanzado intrépidas al estadio de la prensa, con ese amor digno de su delicada misión, para iniciar un estudio para promover una reforma, que será en el porvenir querida como una justa esperanza y adorada como una santa religión.26

Sólo contamos con los números 3 y 4 recuperados del tomo II de 1889, correspondientes al 15 de febrero y 1o. de marzo. El formato es igual que en años anteriores, pero llama la atención que ya no colabora Garza González. La lista de colaboradoras incluye a las señoras Julia G. de la Peña de Ballesteros, Rosa Barragán de González, J. A. de Treviño, Edmonia B. Pérez de Alexander, María M. Browne de Berlanga y Concepción García de Mota Velasco, así como a las señoritas doctora Matilde Montoya, Manuela Martínez Hopman, Camila Vela, Josefina Jiménez, Josefina Campos, Virginia Marto y Mayra Bell.

Después de tres años de interrupción, los ejemplares recuperados de 1893-1894 muestran cómo La Violeta, al unísono con otras publicaciones del periodo, busca expresar la subjetividad propia a través de la palabra, para crear un ámbito de “autoridad femenina”.27 Reaparece el 6 de agosto de 1893 con nuevo nombre: La Violeta. Semanario de Literatura, Moral y de Variedades. García y Garza González firman como redactoras en el primer número del tercer tomo. En “Nuestro periódico” explican lo siguiente:

Volvemos a emprender de nuevo nuestras tareas con la convicción de que seremos acogidas con igual entusiasmo por nuestros favorecedores; no se aparte en lo más mínimo del plan que se trazó al principio, con tendencias á mejorar sí por cuantos medios estén á nuestro alcance, seguras de obtener un éxito completo a nuestras aspiraciones . . . Ninguna madre podrá tener escrúpulo de que sus hijas lean nuestros escritos, dedicado exclusivamente a las familias ninguno otro punto tocará que el redunde en provecho de la misma familia. Conocido ya nuestro anterior quincenal, hoy semanario, no vacilamos en recomendarlo como moral é instructivo para la niñez, ameno y variado para la juventud y apropiado á todas las clases sociales.28

El tono apaciguador pretende atraer de nuevo a los lectores, de “todas las clases sociales”. Abordando la posibilidad de madres que puedan tener recelo sobre los temas tratados, las redactoras defienden el contenido como apto para toda la familia. También prometen, como antes, ofrecer a sus lectores textos escritos por “nuevas y sabias escritoras”. Esta insistencia en “sabias escritoras” parece estar dirigida a padres de familia cautelosos.

El formato y contenido es similar al anterior, con columnas sobre dilemas morales, poesía, dedicatorias a escritoras destacadas, amigas y parientes. En lugar de una sección de “Opinión de la prensa”, hay una página titulada “Sueltos”, con breves anuncios sobre futuras publicaciones de novelas u otro tipo de escritos, así como convocatorias literarias y datos sobre nacimientos, defunciones y anuncios sobre educación y apertura de nuevas escuelas. También contiene página adicional, “Arte culinaria”, título que pretende elevar el papel de la mujer en el hogar al presentar los quehaceres de la cocina como “arte”.

A finales de 1893 y en los números de 1894, La Violeta incluye regularmente reproducciones de artículos, ensayos y poesía de El Correo de las Señoras (1883-1893), una práctica común del siglo XIX.29 Por otro lado, a partir del 20 de agosto de 1893, Garza González funge de directora y asume un papel predominante como escritora de artículos sobre cuestiones morales, cuentos y una novela corta. Julia G. de la Peña de Ballesteros sigue contribuyendo con poesía y prosa, en tanto que María M. Browne de Berlanga y Agapita Cantú de Cisneros también colaboran con varios textos. Resulta especialmente novedosa la inclusión de aportaciones de Matilde Montoya, primera médica mexicana.

Si bien durante su segunda etapa ofrece una rica selección de textos literarios, ensayos de corte moral y escritos dedicados a la situación de los trabajadores, La Violeta finaliza abruptamente, con la siguiente explicación:

Con el presente número ponemos término al Tomo III de nuestra humilde publicación semanaria; y hacemos constar del modo más ingénuo, que si bien en ella no hemos podido sujetarnos al plan que nos habíamos propuesto seguir desde un principio, fue á causa de multitud de circunstancias difíciles para nosotras de evitar y que nos han ocasionado despreciables pérdidas, privándonos así mismo del placer de introducir las mejoras que teníamos proyectadas ... Así pues, al suspender por ahora nuestra publicación no podemos ménos de dar á nuestros apreciables y bondadosos suscriptores las más cordiales gracias por la decidida protección que han dispensado a nuestro semanario, que si bien modesto y sin pretensiones de contribuir en gran parte al nacimiento de la literatura patria, sí presenta los esfuerzos que la mujer, principalmente de esta frontera hace por mejor su condición intelectual y su amor al estudio.30

Considero que las palabras firmadas por La Redacción muestran sentimientos que resaltan la incansable lucha tanto de Ercilia García y María Garza González, como de todas las mujeres que colaboraban en La Violeta, con la esperanza de difundir ideas sobre la situación social de la mujer a finales del siglo XIX. Además, recordemos que, si bien Ercilia García de Ramírez aparece como colaboradora, a partir de 1893 ya no hay textos literarios firmados por ella, y me atrevo a decir que el futuro matrimonio de María Garza González con Juan B. Sánchez Olivo, el 31 de octubre de 1894, posiblemente implicó limitaciones en cuanto a su participación en la publicación de un periódico.

Orientaciones morales

Para acercarnos a los contenidos de La Violeta, y en consonancia con su subtítulo, “Dedicado a las familias”, me interesa enfocarme en una selección de textos sobre temas morales y sociales. Por ejemplo, la primera portada incluye “La Caridad”, que caracteriza esta virtud como símbolo de “la perfección de los sentimientos; es el emblema que patentiza nuestra fe; es la flor delicada y hermosa que perfuma la existencia, y la egida poderosa que nos conduce al más allá venturosa”.31 La enseñanza moral se expresa poéticamente a través de la metáfora de la delicadeza y belleza de una flor, y se invita a los lectores a enriquecer su propia existencia al hacer suya esta virtud. Otro ejemplo lo encontramos en “La Amistad”, también de García. Una vez más, vemos que caracteriza esa virtud en términos poéticos como: “una deidad de celestial belleza, que pudurosa se oculta en el fondo de las almas privilegiadas, mostrándose tan solo en los grandes infortunios que la existencia nos ofrece”. Reitera que la amistad brinda la posibilidad de vivir una experiencia de vida en un “oasis de infinita felicidad y se acrisolan al fuego de tan tierno sentimiento . . . [que] es noble, pura y duradera”.32 Así, se subraya la importancia de la solidaridad entre las mujeres.

Además, se incluye un soneto, “La esperanza”, expresada como “ilusión divina,” una referencia discursiva aparentemente religiosa. La ilusión divina acompaña al alma en las etapas de la vida, incluso durante amargas situaciones que viven la mujer y el hombre; les ofrece “una aurora matutina” como “un techo” que da esperanza. Finalmente, en la ancianidad: “Va paso á paso……con rigor sereno / Por la senda de penas y dolores”.33 Con cierta afinidad, “La duda” utiliza un discurso que resalta una actitud que puede destrozar la esperanza, sin embargo, según la misión didáctica del texto, ofrece la enseñanza de la importancia de la fe como “consuelo del creyente” / [es] la tranquilidad espiritual que aleja las negras brumas”.34 La fe es la respuesta a la duda.

No todos los textos muestran una mirada positiva de la persona; se incluyen los que pretenden alejar a las mujeres de hábitos negativos como la crítica, discordia, arrogancia, etc. Atendiendo la preocupación de las editoras sobre comportamientos dañinos, “La calumnia” ofrece comentarios de interés y resalta los efectos del vicio: “el arma con que más destreza esgrimen los envidiosos, los cobardes, los malvados . . . que viven entre nosotros, resaltan en nuestro cuerpo social como asquerosas llagas que amenazan su existencia”.35 Es relevante notar que encontramos un discurso parecido en otro texto homónimo del 6 de agosto de 1893, después de la interrupción de tres años. “Nuestro periódico” enfatiza el severo e intransigente juicio social, al igual que los posibles “escrúpulos” de la sociedad respecto al contenido de La Violeta, y en ese mismo número aparece “La calumnia”, que también se refiere a una sociedad impregnada por un vicio caracterizado como “feo y repugnante” para enunciar que la humanidad es injusta, y se basa en la “murmuración y juicio severo de una Sociedad intransigente que falla sin conocimiento . . . y si nos guiamos por los juicios ó aseveraciones que se hacen de los demás, resultaría que nadie es digno de aprecio”.36 El discurso del texto publicado en 1889 y el publicado en 1893 dan voz al sentimiento de las editoras de haber sido juzgadas injustamente a través de la lente de las costumbres de una sociedad que intenta mantener el statu quo de las mujeres, su posición en la sociedad, sus roles designados.37

La ilustración de la mujer

La educación es uno de los temas más destacados de La Violeta, la llamada de sus editoras al camino del conocimiento que observamos en “La mujer”, presente en 27 de los números recuperados del periódico. En el primer número, se centra en la mujer como individuo:

La Mujer, que animada del sentimiento de su propia dignidad, llega á comprender todos sus deberes sociales y sabe cumplirlos sin jactancia en los casos que ocurran, es un precioso tesoro para el hombre que en el camino de la vida la encuentra y la toma por compañera; rico diamante perfectamente pulido, cuyos destellos iluminaría el alma del hombre, como una antorcha divina de esperanza y de consuelo; flor delicada cuyo perfume suave inundará el corazón de su amante de inefable y celestial ventura...38

Quiero hacer notar que “La caridad” y “La mujer” marcan el tono discursivo del periódico. “La caridad” parece definir a la mujer en términos de la posibilidad de alcanzar ese sentimiento o bien el amor, para así llegar a ser esa “flor delicada y hermosa que perfuma la existencia”. Mientras que “La mujer” sugiere que el sexo femenino debe acercarse a su propio sentido de la dignidad, pero también es descrito como el tesoro del hombre, responsable de alimentarlo; su verdadero deber es ser: “el encanto y poesía del hombre, al par que la base fundamental de las naciones”.39 Estos fragmentos demuestran que, inicialmente, La Violeta se acomoda a los confines de una construcción discursiva común en el siglo XIX donde los objetos de conocimiento, según la perspectiva de Bourdieu, se construyen en un sistema de “estructuras estructurantes estructuradas que integran todas las experiencias pasadas y funciona en cada momento como matriz estructurante de las percepciones, las apreciaciones y las acciones de los agentes…”.40 que determinan las normas y valores que definen la posición del agente social. En el caso que nos concierne, las estructuras culturales basadas en las normas y valores del siglo XIX denotan la manera en que la sociedad mexicana impone límites a la mujer, sobre todo en cuanto a su educación en temas no necesariamente relacionados con el ámbito doméstico.

Ahora bien, resulta pertinente acotar al agente social, o el destinatario, de los mensajes de La Violeta. Desde sus inicios señala que es “para todas las clases sociales”, es decir, no sólo está dirigido a la mujer burguesa. Al detenerse en las mujeres y en la posibilidad de entrar en el mundo laboral como maestras, suponemos que escritos como los contenidos de “La mujer”, con su atención a la ilustración, atraerían a mujeres lectoras de clase media, interesadas en entrar al mundo laboral pero no como costureras, oficinistas o cajistas, etcétera.41

Cabe señalar que cuatro semanas después, “La mujer” expresa una visión de ésta algo distinta, mediante el uso de un discurso alternativo: “Gran número de personas y algunos fisiólogos consideran a la mujer como un ser abyecto, degradado, incapaz de aspirar a iluminar su inteligencia con la fulgurante antorcha de la Ilustración, y dicen que debe, humillada, ceder á la superioridad del sexo masculino. En primera instancia, se difunde la idea de un prototipo femenino aceptado a finales del siglo XIX en una sociedad que designaba a la mujer al espacio privado del hogar, para después cuestionar esta creencia:

¿Por qué? ¿por ventura la ilustración no es un formidable dique que contiene el ímpetu de todos los vicios y pasiones, y la ignorancia la que en su negro caos los produce y desarrolla? ¿Acaso la mujer no tiene un grandioso deber que llenar, y el cual desempeñará mejor, siendo instruida antes que ignorante? La base en que estriba la sociedad es la familia, y el hogar es el solio de la madre y de la esposa, porque la mujer es el alma del hogar; hé aquí por qué no se le debe prohibir el estudio de las artes y las ciencias...42

Me detengo en este primer escrito precisamente porque no podemos dejar de recordar el “Prospecto” del Semanario de Señoritas Mejicanas:

la ilustración tanto extrangera como nacional, extiende sus rápidos y benéficos progresos respecto á la política, las ciencias, la literatura y las artes, las ventajas que proporcionan estos conocimientos y la facilidad de adquirirlos, merced á los nuevos métodos de enseñanza y á los avanzados descubrimientos del siglo de las luces, parecen monopolizados por solo uno de los sexos, mientras el otro, por una notable anomalía, vé cerradas las puertas del grandioso alcázar de los adelantos y de las mejoras progresivas de la especie humana.43

En efecto, desde 1840 el Semanario argumenta que la educación primaria femenina sólo ofrece acceso a las artes (música, baile, dibujo y canto), mientras que su educación secundaria se limita a la enseñanza de quehaceres domésticos, sin cultivar sus talentos ni su sentido moral. El texto, además, plantea que sin una educación apropiada para la mujer, a través de “el estudio de las ciencias, el cultivo de las artes ó la dedicación á las bellas artes”, será imposible el progreso de la nación. Vemos que este argumento sigue siendo vigente 47 años después.

Como mencioné, “La mujer” aparece en la mayoría de los ejemplares del primer periodo de La Violeta, y observamos una insistencia en la necesidad de educar a la mujer en las ciencias, para guiarla hacia la verdad. Con el propósito de subrayar la importancia del aprendizaje y la necesidad de formar más profesores, Garza González escribe “El profesorado en Nuevo León”, donde destaca el hecho de que no fue sino hasta 1877 cuando se abrieron varias escuelas municipales para que las mujeres pudieran estudiar y ser profesoras. Se menciona a Francisca Villarreal, Amalia García, María Sánchez (oriunda de Galeana), Loreto y Emilia González, Rosa Guerra (de Cadereita Jiménez), Enedina Garza (Garza García y Laredo de Tamaulipas), Francisca Peña (H. Matamoros), Rafaela González (Villa de Santiago), Petra Morales (Cerralvo) y María Garza Ochoa (Villaldama), entre otras. La autora resalta que 34 mujeres de Nuevo León se habían formado como profesoras a finales de 1887, y varias asumían el papel de directoras o supervisoras de escuelas. Y al final del texto también se incluye a mujeres de los estados vecinos, Coahuila y Tamaulipas.44

En esta misma línea, Delia dedica su pluma a la “Escuela Normal de Profesoras”, cuyas tres páginas ofrecen una imagen positiva de las mujeres que deciden estudiar y subrayan la relevancia de los estudios en esa escuela; termina así su artículo: “pedimos á quien corresponda la erección de una Escuela Normal de Profesoras; esto sería de suma utilidad para la niña que está en vías de seguir por la senda del saber”,45 una solicitud que se cumpliría hasta 1891, con la fundación de la Academia Profesional de Señoritas, que empieza a funcionar junto con la Escuela Normal en 1892.46

En el mismo tenor que las colaboraciones citadas, quizá la que muestra un uso discursivo más explícito y enfático contra la sociedad es “La mujer y los enemigos de su ilustración”, de casi cinco páginas. Proclama que siempre ha sido vista sólo como la compañera del hombre, quien desea que “lejos de alumbrar su inteligencia con los fulgantes rayos de la ciencia, permanezca encerrada en la cocina, sin apartarse del lavadero, de la costura ó de la plancha, ó arrullando al niño que está en la cuna, y que sólo aprenda como única ciencia la de todo fiel cristiano”. Destaca el hecho de que existen personas que no desean que la mujer salga del ámbito del hogar: “Sólo á él le es permitido analizar y dar razón de las cosas que existen ... Una mujer que estudia, que raciocina para discernir, que razona para juzgar, no puede, a juicio de algunos, ser buena madre de familia”. Continúa con una referencia a Laureana Wright de Kleinhans y su declaración: “a pesar del cultivo de las bellas artes, no conoce ninguna mujer que haya abandonado sus nobles obligaciones de su hogar, es decir, a sus hijos, a su esposo”. Finalmente, encontramos el consenso de que tanto la prensa de la república como “todo el mundo civilizado . . . y con ella la aprobación de todas las gentes sensatas y progresistas de la época”47 aprueban la ilustración femenina.

Si bien, como señala Michel Foucault, “en toda sociedad la producción del discurso está a la vez controlada, seleccionada y redistribuida por un cierto número de procedimientos que tienen por función conjurar los poderes y peligros, dominar el acontecimiento aleatorio y esquivar su pesada y temible materialidad”,48 en este caso suponemos que la suma de declaraciones en los textos analizados, y éste en particular, parecen estar fuera de los límites del discurso aceptable para la mujer de las últimas décadas del siglo XIX en el norte de México. A pesar de los límites impuestos, el artículo evidencia la interlocución entre las escritoras de dos periódicos.

Años después, en “La mujer considerada en su condición intelectual”, Garza González reflexiona sobre la libertad femenina. Propone que la vida intelectual de una mujer, su estudio de las ciencias y el arte no son una proclamación de libertad y que, al desarrollar sus capacidades intelectuales junto con su sentido de lo moral, los conocimientos que alcanza no pueden ser perjudiciales para la sociedad. En última instancia, sugiere que las mujeres deben ocuparse primero de sus tareas domésticas, pero al terminarlas pueden dedicar tiempo a aprender cosas nuevas. Afirma que, al estudiar, no tratan de humillar al hombre, sino de “mejor comprenderlo y estimarlo en lo que merece”.49

Este tipo de comentarios son un intento de atenuar el discurso respecto a la mujer y su deseo de ilustrarse. El argumento final es que los libros no son responsables de la desatención de la mujer a sus deberes domésticos, sino su falta de educación. Por último, se sugiere que una mujer ilustrada será mejor maestra y madre para sus hijos. Es notable la forma en que la autora elige sus palabras para no traspasar los límites establecidos por las estructuras de una sociedad que aún no está convencida de la necesidad de la educación superior de las mujeres. Esta es, quizá, la diferencia más marcada entre las colaboraciones en “La Mujer” escritas durante el primer y segundo periodos de publicación del periódico; son menos frecuentes en 1893 y 1894, pero están destinadas a discutir el papel de las mujeres y su ilustración en términos de lo que pueden aportar a su homólogo masculino: “La mujer instruida contribuye mucho en el carácter del hombre, le doblega y hace á sus ideas haciéndolo un ser superior á ella, le enseña el sendero de la virtud; enmienda sus tribulaciones y penalidades que se ofrecen en la vida agitada del hombre...”.50 Este texto patentiza la idea de un completo sometimiento de la mujer a las necesidades del hombre con un discurso que borra la noción de un sujeto hablante que defiende su derecho a la educación y al conocimiento más allá del ámbito del hogar.

Además de enfatizar el papel de la mujer en la sociedad, el periódico ofrece textos que tratan acerca de los trabajadores. Firmado por Agapita Cantú de Cisneros, “Ligeras reflexiones de los deberes de la mujer en la sociedad” comenta sobre la mujer como el ideal de los poetas, pero también menciona que: “Pesadas en verdad, y altamente ofensivas a su dignidad, son las duras expresiones que algunos decepcionados arrojan a la mujer, pero no lo pueden hacer sino aquellos en cuyos corazones no existe, no digo ya un sentimiento generoso, ni aun siquiera tienen un rasgo de sano criterio”.51 Considera que las mujeres deben ser educadas desde la infancia por estar dotadas de iguales facultades que el hombre; define a la mujer como un ser virtuoso que “con su perspicaz inteligencia” es capaz de calmar las tribulaciones del esposo para que reine la paz en el hogar. Dos semanas después este mismo texto es reproducido en el periódico La Convención Radical Obrera. Órgano de la Sociedad del Mismo Nombre y de las Clases Obreras de Toda la República.52

Por su parte, Garza González exalta al trabajador y al artesano en “Al trabajo”: “Se trata de una fiesta del trabajo / Del trabajo nada menos que el obrero / A quien se llama por fatigas bajo / Siendo el más honroso y placentero”.53 Proyecta una imagen del trabajador como responsable del progreso, alguien capaz de sacar a la familia de su condición de miseria. Siguiendo el mismo tema, se publica “El Discurso Leído en el Tercer Aniversario de la Sociedad Obreros Sucursal No. 1 de Cadereita, Jiménez”, cuya autora resalta la dignidad de los obreros: “Los nobles hijos del trabajo . . . Podéis estar orgullosos y levantar con dignidad vuestras frentes, porque en ella lleváis impreso el sello de la honradez”.54 Ambos artículos destacan por su divergencia temática, que subraya, por primera vez, no sólo el sentido de compromiso del periódico con la situación femenina, sino también con la clase trabajadora como miembros cruciales de la sociedad. Sin embargo, a pesar de la inclusión de estos textos en La Violeta, no hay referencia a la mujer y su participación en el mundo laboral.

El texto literario: ilusiones, el matrimonio y las preocupaciones sociales

Sobra decir que la lucha por la apertura de oportunidades para la mujer en el ámbito de la educación fue un tema relevante para García, Garza González y otras escritoras de La Violeta. Además, desde sus inicios el periódico muestra su dedicación a los textos literarios e incluye un número considerable de escritos poéticos, cartas y relatos cortos; un ejemplo está en “La poesía”: “Arte sublime y misterioso, á cuyo cultivo se han consagrado afanosamente inteligencias poderosas que han mirado los siglos. Es, sin duda, el más hermoso de los estudios literarios, porque la poesía es el germen de nuestras ilusiones, de nuestros ensueños; es el encanto de nuestra juventud, la ilusión seductora que nos sonríe”.55 La autora sostiene que la poesía podría tener una construcción exacta basada en excelentes reglas, pero así sólo expresaría el sentido común, sin tocar el significado profundo de la palabra. En cambio: “con su dulce sentimiento nos eleva fuera de la órbita de todo cuanto nos rodea . . .entonces, no parece sino que Dios nos presenta la existencia del espíritu”.

Gran parte de la poesía publicada durante la primera época del periódico era de corte romántico. Lilia Granillo Vázquez y Esther Hernández Palacios señalan que un concepto difundido durante el siglo XIX fue la creencia de que las poetas femeninas estaban “ligadas profundamente al ideal romántico, poseían cualidades más emotivas y subjetivas, eran ‘pura’ sensibilidad poética”. Aunque las autoras consideran estas ideas más bien esencialistas, reconocen que esa misma perspectiva animaba a las mujeres a expresarse con un sentido de autoridad como autoras para escribir “como mujeres, en vez de a pesar de ser mujeres como en los siglos anteriores”.56

En relación con estas ideas, encontramos “La cautiva”, de María M. Browne. Su poema, de 14 estrofas con rima alterna -formato ABAB- presenta a la “amante” en un ámbito de la naturaleza mientras escucha a una fuente emitir un “quejido triste” que refleja la aflicción de la mujer al lamentar el amor perdido:

Brisa aromosa que a mi lado dejas
Ecos de amor de mágica poesía,
Lleva á mi ideal las dolorosas quejas
Y las cuitas que exhala el alma mía.
Tierno murmullo de ondulosa fuente
Que constante me hablas desde allá,
¡Oh! Díle tú que en mi abrumada mente
Su recuerdo por siempre existirá.
Quiero que sepa que la fé jurada
Yo la guardo en el seno de mi amor,
Como habita en corola perfumada
La suavísima esencia de la flor... 57

La autora sitúa la voz del sujeto femenino, quien ha sufrido una desgracia, en profunda contemplación de la naturaleza circundante -“canción de un ave”, “pálida luz”, “brisa que la caricia”-, pero se concentra en el amor que guarda en su seno. El poema eleva la noción del amor, que ciertamente corresponde a la existencia del espíritu femenino del siglo XIX expresada por Granillo Vázquez y Hernández Palacios. En otras palabras, escribe “como mujer”.

Aunque se repite el tema del amor basado en un enfoque romántico, encontramos que algunos versos ofrecen otra mirada, un discurso que rompe la imagen de la mujer como ángel del hogar y es capaz de salir de su ignorancia gracias a sus estudios. En “Versos” descubrimos un poema leído para elogiar los logros de una alumna, Elisa Tijerina, por la verificación de su Examen Público. García se centra en el tema de la educación de la mujer:

Justo entusiasmo al corazón anima
Cuando en el templo del saber estamos,
Deseando que la ciencia nos redima
De la ignorancia vil que despreciamos.
La mujer, por la instrucción, progresa
Y no se mira con desprecio cruel;
De ser esclava deja, y la promesa
De nivelarse al hombre, cumple fiel.
Paso, pues, á la mujer instruida
Que marcha á su grandeza con anhelo,
Y que al salir de su humillante vida
La admira el mundo y la bendice el cielo.
¡Adelante! Adelante, y llegaremos
A las cumbres divinas del saber
¡Adelante, sí, y alcanzaremos
La gloria que merece la mujer!58

Estas líneas destacan la admiración expresada a una joven que ha cumplido una meta. Sin embargo, llama la atención el uso discursivo de términos religiosos para describir este logro: “el templo del saber”, “ciencia [que] nos redime”, “las cumbres divinas”. García menciona el camino recorrido que ha llevado a la joven fuera del reino de la ignorancia, de un estado humilde a uno de gloria, donde el conocimiento se expresa en términos divinos.

Hemos mencionado ejemplos de poesía, pero me parece relevante centrarse en una serie de relatos, firmada por Garza González y publicada en 10 números del periódico. “Las amigas” refiere la ilusión de la mujer al casarse, pero también anota la realidad del matrimonio, sus penas y dificultades. Comienza con una pregunta en la primera entrega de una serie de cartas enviadas por dos de sus amigas: “¡Cuántas hay que se dan el título de amigas, y no lo son más que de mera formula!”. Elena y Enriqueta, inseparables desde la infancia, dirigen sus cartas a María. Con el propósito de educar a sus lectoras y mostrarles que a veces las mejores amigas sufren separaciones, sobre todo al casarse, se comparten las cartas de las dos señoritas que se casan y viven fuera de Monterrey.

En su primera misiva, escrita en Linares, Enriqueta relata su viaje desde Monterrey. Triste por su partida, describe el camino difícil que recorrió con su esposo, pasando por Montemorelos hasta llegar a Linares. En la segunda, explica a María cómo la gente de Linares es parecida a la de Monterrey, pero extraña las distracciones de la ciudad capital. Por su parte, Elena escribe a María desde Corpus Christi, donde vive con su esposo. Menciona que, para entretenerse, lo acompaña a su bufete e intenta ayudarlo en sus quehaceres. En su siguiente carta Enriqueta explica lo difícil que es acompañar a su esposo a la ranchería y observar “los horrores de los herraderos”.

En una de sus cartas explica su contento al haber tenido un niño. Enseguida, la lectora se encuentra con una carta de Elena que relata su experiencia al visitar la casa del general X, donde observó cómo la esposa educaba a su hijo. Elena queda admirada con la “excelente” capacidad de esa mujer, digna de imitar a futuro. Enriqueta, en la última carta publicada, cuenta cómo su vida en la hacienda no le complace y su única ocupación es atender a su hijo enfermo, “pero esto no me distrae ni es una ocupación que me complazca”. Su último consejo es que María no deje sus actividades literarias: “Si tienes amor a las letras no te cases porque entonces todo acabaría para ti, sigue este consejo de tu amiga”. En la última carta disponible en los ejemplares recuperados describe el terror y desesperación que sintió durante el diluvio de una tormenta y cómo apretaba a su pequeña hija, Elisa.59

Queda claro que a través del discurso de las cartas intercambiadas entre jóvenes amigas que compartieron las alegrías de asistir a la escuela, a las funciones de teatro y tertulias, y de comprometerse, se muestra su visión romántica del matrimonio. Estas publicaciones evidencian que la autora pretende abrir los ojos de sus lectoras a la realidad de la vida conyugal. Si bien es evidente que Enriqueta y Elena conocen las bondades de una amistad muy cercana, se busca enfatizar que, a pesar de que el siglo XIX amplió un poco las opciones para las mujeres en comparación con sus antecesoras, según las expectativas tradicionales, el matrimonio sigue siendo el camino que elige la mayoría. Aunque las cartas expresan la alegría de ambas amigas al casarse, a la vez cuentan las dificultades de sus vidas lejos de Monterrey y de sus seres queridos. De cierta manera, las cartas de ambas mujeres presentan una lección que se debe aprender: la visión romántica del matrimonio, del primer amor, de ser esposa y madre, no las exime necesariamente de sufrir la sensación de haber perdido algo, de sentirse aisladas, de perder el sentido de la propia identidad.

El tema del amor y las costumbres prohibidas es también representado en uno de los dos números recuperados de 1889. El ejemplar del 15 de febrero ofrece una novedad a sus lectoras, con la primera parte de la traducción del segundo capítulo de la novela que continúa el 1o. de marzo: “O el Segundo Amor”, de Myra Bell.60 Trata sobre Kate, una heredera huérfana, y su amiga Myra. La problemática de la novela gira alrededor de la posibilidad de un segundo amor entre Myra y Harry Layton, un hombre que no la culpa por haber amado primero a otro, Ruperto de Lancey, amante infiel que finalmente es expulsado de la sociedad. Sobra decir que la narración, a través de elementos didácticos dirigidos a la sociedad, premia temas como el amor verdadero y la fidelidad.

Por otro lado, María Garza González contribuye con “Federico“, relato corto, y “Emilia”, novela corta.61 El primero narra la historia de un joven estudioso y obediente que contemplaba a Eufrosina, una niña de ojos negros; centra su tiempo en esa relación y descuida sus estudios. Llegado el momento de presentar un examen que iba a presenciar su padre, pero consciente de no estar preparado y de que defraudaría su confianza, Federico toma una pistola y decide “cortar el hilo de su existencia”. El progenitor llega en el momento preciso para abrazar a su hijo, quien finalmente se casa con su amada Eufrosina.

“Emilia” se desarrolla en el Segundo Imperio de México, durante el reino de Maximiliano. Emilia, hija ilegítima de Fernando V, heredera del trono y Emperatriz de Austria, es llamada para acompañar a Carlota como su dama preferida, pero siente repugnancia por los que adulaban al emperador y a la emperatriz. El amor de Emilia es Manuel, un “revoltoso” que estaba en contra de quienes atentaban contra la soberanía y libertad de su patria. A pesar de su amor por Manuel, Emilia acepta la situación y regresa con su prometido a Europa. Aunque ambos escritos deben haber sido bien recibidos por las lectoras, “Emilia” destaca por ser un relato de ficción construido alrededor de acontecimientos históricos, tema que se aparta del discurso doméstico centrado en el matrimonio basado en el amor, pero también en el compromiso con la patria.

Conclusiones

El recorrido por La Violeta. Quincenal de Literatura, Social, Moral y de Variedades muestra contenidos de una publicación invaluable que se consideraba perdida. Los 65 números de un periódico elaborado exclusivamente por mujeres -la mayoría del noreste de México- son un hallazgo importante que contribuye a la historia de la prensa norteña. En sus páginas puede palparse el compromiso de tres mujeres -Ercilia García y María Garza González, con Manuela Martínez Hopman- y su deseo de emprender un proyecto periodístico en Monterrey, dedicado a la familia y que abría sus páginas a las creaciones literarias femeninas.

La idea de la mujer que he intentado esbozar en este análisis permite entender más a fondo la intención de las editoras y colaboradoras de reconfigurar su papel cultural no sólo como hijas, esposas y madres, sino también como mujeres ilustradas. Ciertamente, encontramos textos que caracterizan a la mujer desde una mirada lírica y romántica, tierna, amorosa y dedicada a su rol asignado, ya que desde su inicio el periódico ofreció textos que abordaban cuestiones morales cuya intención era transmitir creencias y costumbres culturales relacionadas con el arquetipo femenino y su lugar en el espacio doméstico. Sin duda, los relatos escritos por María Garza González, y publicados durante la segunda época de La Violeta, ofrecen a sus lectoras una mirada romántica del matrimonio, pero también sobre los deberes hacia un compromiso matrimonial y las luchas patrióticas por las que pasan varios personajes.

Como he señalado, desde su inicio el periódico hizo evidente, asimismo, la intención de mostrar otra faceta de la mujer a sus lectoras. En columnas como “La mujer” observamos textos, sobre todo del primer periodo, que centran su atención en elevarla a una posición de conocimiento y, en este sentido, descubrimos la construcción discursiva de un imaginario que esboza nuevas posibilidades, como escritoras y profesoras. Por otra parte, con la publicación de artículos, y los discursos pronunciados por mujeres como Agapita Cantú de Cisneros, Sofía González y Julia de Asensi en convenciones o sociedades de trabajadores, La Violeta asienta la intención de ampliar su postura respecto al papel social de la mujer como voz activa para el cambio en la sociedad decimonónica. Así, la memoria histórica y cultural reflejada en las colaboraciones de esta publicación representa un área de estudio que espera ser ampliada, y el presente trabajo constituye un paso hacia la inclusión de La Violeta en la historia de la prensa femenina del siglo XIX.


Notas al pie
2

Agradecemos a Marta Nualart Sánchez por facilitar el acceso a los 65 números de La Violeta, conservados por sus bisabuelos porque contienen colaboraciones de su bisabuela, Josefa Conrada Eligia Jiménez de Sánchez. Gracias a fondos aportados por el Conacyt, sus copias digitalizadas estarán disponibles a partir de abril de 2023 en la Colección Omeka. Por su parte, Marta Nualart Sánchez ha decidido donar su colección de La Violeta a la Biblioteca de Colecciones Especiales “Miguel de Cervantes Saavedra” del Tecnológico de Monterrey, para que esté a la disposición de la comunidad de investigadores.

9

Algunos periódicos de la región norte con enfoque político, pero que incluían secciones pequeñas dedicadas a la mujer: La Verdad. Semanario Democrático, Liberal y Progresista (1877), de Saltillo, Coahuila; El Coahuilense. Periódico Oficial del Gobierno del Estado Libre, Independiente y Soberano de Coahuila de Zaragoza (1886), también de Saltillo; La Abeja. Periódico Político, Literario y de Variedades (1871), publicado en Parras de la Fuente, Coah., y redactado por el Dr. Manuel Fernández, Andrés S. Viesca, Juan A. Viesca y Manrique Viesca; El Observador: Semanario de Política, Literatura, Variedades y Anuncios (1898-1899), de Matamoros, Coah.; La Voz de Nuevo León. Periódico Semanal, Político y Literario (1888-1908), de Monterrey; El Progresista. Periódico de Ciencias, Artes, Literatura, Noticias y Anuncios (1895-1910), de Cd. Victoria, Tamaulipas, y La Oliva. Periódico Político e Independiente (1872), publicado en Tampico, Tamps.

15

Aunque El Jazmín (1874), dirigido por Miguel F. Martínez, fue el primer periódico literario de Monterrey escrito por mujeres, Desiderio Lagrange publicó otro que incluía numerosos poemas y artículos dedicados a las mujeres: Flores y Frutos (1879). Lamentablemente, no se han localizado ejemplares de ninguno de los dos.

22

Cabe mencionar que Violetas del Anáhuac. Periódico Literario Redactado por Señoras (1887-1889), dirigido por Laureana Wright de Kleinhans y luego por Mateana Murguía de Aveleyra, fue redactado por mujeres que expresaban sus ideas por escrito en un ámbito cultural dominado por hombres. La Violeta y Violetas del Anáhuac iniciaron el mismo año, pero ahora está claro que Ercilia García y María Garza González fueron pioneras en el campo de la publicación periódica en el noreste de México, hecho desconocido hasta 2020.

23

“La Violeta”, El Pueblo 3, núm. 78, 21 de septiembre de 1887: 3. https://hemerotecadigital.uanl.mx/items/show/9328.

24

“Las Hijas del Anáhuac”, La Violeta, 15 de enero de 1888.

25

El Instructor, 15 de febrero de 1888.

26

El Progresista, 1o. de mayo de 1888.

28

La Redacción, La Violeta, 6 de agosto de 1893.

33

Elvira Villavazo de Aliva, “La esperanza”, La Violeta, 1o. de junio de 1888.

34

Ercilia García, “La duda”, La Violeta, 1o. de marzo de 1889.

35

“La calumnia”, La Violeta, 15 de febrero de 1889.

37

Aunque el periódico no menciona las razones de la interrupción de tres años, me atrevo a sugerir que “La calumnia”, publicada en 1889 y 1893, sugiere la posibilidad de que las élites de la sociedad de Monterrey hayan criticado los contenidos de La Violeta al utilizar un discurso para expresar actitudes contrarias a los valores tradicionales que definen la posición de la mujer en la sociedad.

38

N. N., “La mujer”, La Violeta, 15 de octubre de 1887.

39

Ibid.

42

Elisa, “La mujer”, La Violeta, 15 de noviembre de 1887.

50

Emilia, “La mujer”, La Violeta, 3 de diciembre de 1893.

52

La Convención Radical Obrera se publicó entre 1887 y 1903. Desde su inicio incluyó textos de temas políticos, sobre la situación del obrero, el progreso de la industria nacional y la salud; tenía secciones como “Gacetilla” y “Variedades” desde 1889, y en 1893 empezó a publicar algunos textos escritos por mujeres.

59

María Garza González, “Las amigas”, 15 de julio y 1o. de agosto de 1888.

60

Myra Bell, “O el Segundo Amor”, trad. de Josefa Campos, núms. 3 y 4 (1889): 22 y 30-31. El primer capítulo de la novela inglesa apareció en The Family Herald. A Domestic Magazine of Useful Information and Amusement (Londres, 1843-1940) el 22 de octubre de 1852. Véase John R. Parnell, “The Family Herald. A Domestic Magazine of Useful Information and Amusement”. En News from Cultural Collections at the University of Newcastle (Newcastle: University of Newcastle, 2014), acceso el 24 de julio de 2022, https://nova.newcastle.edu.au/vital/access/manager/Repository/uon:15632.

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