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La biblioteca de la Congregación de San Felipe Neri en la Ciudad de México


The Library of the Congregation of San Felipe Neri at Mexico City

Erika B. González León*

*Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Bibliográficas, Ciudad de México. México. erikabgl@gmail.com. https://orcid.org/0000-0002-7202-5552.



Resumen

El Oratorio de San Felipe Neri, asentado en Ciudad de México, se fundó a expensas de Antonio Calderón Benavides, integrante de una familia con larga trayectoria de impresores. Esta congregación -por haber adquirido la Casa Profesa después del extrañamiento contra la Compañía de Jesús en 1767- ha sido estudiada siempre a la sombra y en comparación con los jesuitas. De los filipenses se conoce la historia de sus templos en la capital novohispana, sin embargo, escasas investigaciones mencionan su biblioteca, sus libros o dedican semblanzas a los filipenses que se dieron a la labor de la pluma. Este artículo expone el origen de esa biblioteca y de las diversas donaciones o transferencias que la configuraron, además de ofrecer detalles sobre su destino final en varios recintos institucionales.



Abstract

The Congregation of the Oratory of San Felipe Neri, located in Mexico City, was founded at the expense of Antonio Calderón Benavides, who was a member of a family with a long history in the print trade. This congregation -having acquired the Casa Profesa after the expulsion of the Society of Jesus in 1767- has always been studied in the shadow of (and in comparison with) the Jesuits. The history of the Oratory’s temples in the New Spain capital is well known, however, limited research mentions their library, books or the filipenses who devoted themselves to writing. This article presents the origin of this library, the various donations or transferences that shaped it, and the ulterior destiny of its materials in different institutional precincts.

Recepción: 06.10.21 / Aceptación: 19.01.22

bg.Mar.22; 5(1)

Palabras clave: Cultura escrita, bibliotecas religiosas, Congregación del Oratorio de San Felipe Neri, Antigua Casa Profesa, talleres tipográficos.
Keywords: Written culture, religious libraries, Congregation of the Oratory of San Felipe Neri, Casa Profesa, Typographical workshops.

Introducción1

La comunidad oratoriana en la Casa Profesa

La Congregación del Oratorio se instituyó en 1575 en Roma; fue el florentino Felipe Neri quien, preocupado por la corrupción imperante en la Iglesia católica y la crítica constante al clero secular, decidió organizar un grupo de clérigos bajo los parámetros del cristianismo primitivo: caridad, oración y atención a los pobres y enfermos. Éstas son las bases que sustentan el instituto neriano, el cual convoca a sacerdotes a vivir en comunidad sin ningún voto extraordinario, sólo la voluntad de permanencia. Todas las casas filipenses son independientes una de otra, en tanto gobierno y administración, y están sujetas en obediencia a la autoridad diocesana y al servicio del papa.2

A diferencia de las órdenes religiosas, para establecer un Oratorio no se necesitaba del arribo de un filipense del Viejo Mundo que iniciara el proceso. En el caso de Ciudad de México, fue la iniciativa y promesa realizada por Antonio Calderón Benavides (1630-1668) lo que promovió la fundación.3 Se unió a otros tres sacerdotes, en 1657, como una Sagrada Unión de los Clérigos Presbíteros, sin embargo, no fue sino hasta el 24 de diciembre de 1697 cuando lograron su aprobación como una Congregación del Oratorio. Calderón ya no fue parte de la misma, pues falleció años antes.4 Desarrollaron las actividades comunes al instituto: atención de los fieles, práctica de ejercicios espirituales, caridad, apostolado y auxilio a sacerdotes que, enfermos o viejos, caían en desgracia. Al principio no contaban con un edificio propio, por lo que compartieron espacio con los frailes de San Agustín; también, debido a que participó en la fundación el padre Pedro Díaz de Arévalo, habitaron en el convento de San Bernardo y, posteriormente, en el de Nuestra Señora de la Balvanera.

En 1687 construyeron su primera casa y templo dedicado al santo florentino conocido como San Felipe Neri, El Viejo. El aumento de miembros en la comunidad oratoriana propició que en menos de un siglo este sitio fuera insuficiente para albergar a todos los congregantes y se comisionó al arquitecto Ildefonso Iniestra Bejarano (1716-1781) la construcción de un nuevo edificio: San Felipe, El Nuevo, denominado así para diferenciarlo del anterior. El proyecto inició en 1751, sin embargo su estadía en ese lugar fue breve, por no decir mínima, ya que el temblor que sacudió Ciudad de México el 4 de abril de 1768 dañó gravemente el templo, aún inconcluso, y el edificio quedó en ruinas.5 Para remediar esta situación se permitió a los filipenses mudarse a uno de los centros neurálgicos de la Compañía de Jesús que estaba abandonado desde hacía un año, después de la expulsión de los jesuitas de todos los territorios dominados por la monarquía hispánica.

Los oratorianos adquirieron la Casa Profesa por 70 mil pesos, más la entrega de los dos templos que ya poseían: San Felipe Neri el Viejo y el Nuevo.6 La permuta se llevó a cabo el 26 de marzo de 1771, y junto con el templo se les entregó la colección de obras de arte y algunos ejemplares de la biblioteca de los jesuitas; fungió como prepósito el padre Juan José González.7 Esta mudanza les facilitó un inmueble adecuado para efectuar sus actividades religiosas y permitió el resguardo de lo que ahora denominamos patrimonio.

El documento titulado Estado general de la Población de México capital de Nueva España,8 elaborado en 1790, muestra el número de miembros que integraban la hermandad. Este padrón -resultado del primer censo realizado en la capital novohispana, por orden del virrey Revillagigedo (Juan Vicente de Güemes Pacheco de Padilla y Horcasitas)- registra 1 141 varones habitando en una dependencia religiosa de la Ciudad de México; en el templo de San Felipe Neri se consignan 33 hombres, tanto laicos como religiosos. Es necesario puntualizar que en el documento no se hace distinción entre el clero secular y el regular, ni de la labor principal que desarrollaban las corporaciones. A ello se debe la disparidad de habitantes entre las 23 instituciones enlistadas, pues sus actividades eran diversas, por ejemplo, la orden hospitalaria de San Antonio Abad tenía 13 miembros, mientras que en las regulares de orden monacal, como las franciscanas, se contabilizaron 161 habitantes.

La Tabla 1 expone algunos de los datos registrados en dicho padrón.

Tabla 1.

Población masculina en algunos espacios religiosos, en 1790. Fuente: Estado general de la Población de México capital de Nueva España.


Casas Sacerdotes Novicios Legos Donados Criados Niños Total
Santo Domingo 1 60 9 4 1 40 0 114
San Francisco Observantes 1 91 8 25 9 28 0 161
San Camilo Agonizantes 1 7 0 3 1 7 0 18
San Juan de Dios Hospitalarios 1 2 6 19 3 0 0 30
San Felipe Neri: Congregación del Oratorio 1 14 1 3 0 15 0 33
San Antonio Abad, canónigos regulares 1 3 0 3 2 5 0 13

De acuerdo con este levantamiento, en el Oratorio había 14 sacerdotes, 1 novicio y 3 hermanos legos; esta población de 18 religiosos atendía todas las labores espirituales de la congregación y su comunidad; algunos dictaban cátedra en la Real Universidad, además de procurar todo el legado artístico y bibliográfico que reunieron desde que se instauraron como una Venerable Unión, al que se le sumó parte del acervo de los jesuitas. Quizá a ello responde el elevado número de criados: 15, en una comunidad tan pequeña, pues hay que considerar que los oratorianos se hacían cargo de la Casa de Ejercicios Espirituales para varones y otra para mujeres, anexa al Recogimiento de San Miguel de Belén, que también era una fundación suya. Para la comunidad oratoriana esta población era promedio, ya que durante el siglo XVIII en la casa de San Miguel el Grande, el número de sacerdotes oscilaba entre 11 y 20.9 Asimismo, hay que considerar que una de las condiciones para que les cedieran el templo de la Profesa fue que su comunidad no sobrepasara los 30 miembros,10 por lo que estaban dentro de la norma. Las labores ejercidas por los filipenses de la capital virreinal se suman a un lejano interés por el ejercicio de la educación y de la instrucción religiosa a mujeres pobres; en el caso de Nueva España, este trabajo se verá replicado en la villa de San Miguel.

La cultura del libro y la lectura en las constituciones del Oratorio

Al igual que la mayoría de las instituciones religiosas, los oratorianos tenían en sus casas bibliotecas con libros apegados a sus constituciones, labores e intereses. Los lectores de esos acervos eran los congregantes y los alumnos de sus colegios, además de que, como parte de la doctrina católica, servían de base para la instrucción de los laicos. En sus constituciones pueden encontrarse indicios de su relación con los libros, y entre las encomiendas que tienen está el puesto de bibliotecario o prefecto de librería: “Estos demás de tener cuydado con los libros, y que no se menoscaben, los visitarán, y registrarán a menudo, y también procurarán adquirir noticias de los libros que se deben comprar y lo participarán al Padre Prepósito”.11 Ello se traduce en que la adquisición constante de novedades era lo ideal para la Congregación, y el prepósito en turno autorizaba la entrada de algún título. Otra labor del bibliotecario consistía en impedir que los libros de uso común fueran sacados de la biblioteca, así su acervo se mantenía íntegro, organizado y con un número constante de volúmenes, lo cual demuestra el orden y la circulación de libros.

Se especifica, además, la función “Del lector y la lección de la mesa“, que la dirigiría durante los alimentos; esta labor era obligatoria para todos los sacerdotes de la comunidad que tuvieran un trienio como miembros. Su función consistía en “poner las dudas en la mesa“, es decir, exponerlas a partir de las sagradas letras, la disciplinaria moral o algunas anotaciones de hombres de buena y santa doctrina: “No se propone cosa muy dificultosa, oscura o muy delgada, a que todos no puedan responder”.12 Era un ejercicio dirigido a los miembros jóvenes, para instruirlos en el arte de la oratoria, y favorecer la reflexión y discusión sobre temas religiosos, por ello estas lecciones se daban, sobre todo, en el denominado Oratorio Parvo. Si bien en Ciudad de México no hay una edificación con este nombre, en San Miguel de Allende existe un ejemplo de este tipo de fundaciones: es una capilla anexa al templo, donde se impartían lecciones a los recién ingresados; célebres son las disertaciones que Juan Benito Díaz de Gamarra13 dio en aquel espacio.

Dentro de las constituciones se considera una “Sala para la lección“, donde a los novicios se les explicaría un tema de índole religiosa, o harían una lectura piadosa para su posterior explicación: “El estudio es esencial para la formación permanente de todos, para la predicación y para el apostolado: especialmente el estudio de la Sagrada Escritura. El Santo Padre, hablando de los estudios decía que los mejores y más útiles libros para aprender. Eran los que comenzaban con la ‘S’, es decir, libros de Santos, como San Agustín, San Gregorio, San Bernardo, etc.”.14

San Felipe Neri instauró esta tradición de la letra y la palabra entre los miembros fundadores de otras casas; los instó a que escribieran y publicaran a favor de la Iglesia católica. En su momento, comisionó a Cesare Baronio (1538-1607) la redacción de los 12 volúmenes de los Anales Eclesiásticos, elaborados entre 1588 y 1607. En ellos narraba las vicisitudes que libró la Iglesia católica, desde sus inicios hasta el pontificado de Inocencio III; aunque dicha obra fue criticada por sus imprecisiones, le valió que Gregorio XIII lo nombrara bibliotecario de la Santa Iglesia Romana; después el papa le encomendó una revisión del Martirologio romano, publicado en 1586. Este libro, relevante para la cristiandad, tenía un sitio especial dentro de la Congregación y en sus constituciones se indicó la existencia de un ejemplar a la entrada del refectorio, junto con una Biblia Sacra, la Historia Eclesiástica y algunos libros sobre las vidas de santos; en consecuencia, había un lector del refectorio encargado de la lección antes de la cena y de la comida.15

Estos ejemplos permiten exponer un panorama general sobre la propensión de la Congregación hacia la lectura, y la necesidad imperiosa de contar con una biblioteca que cubriera los intereses particulares de cada miembro, así como de las necesidades de la propia comunidad y de los alumnos que formaron en sus colegios.16 Es lógico suponer que, como catedráticos de diversos espacios educativos en Ciudad de México, los padres filipenses contaron con un espacio digno y específico para sus libros.

El origen de la Biblioteca del Oratorio

Toda biblioteca forma parte de la memoria del pensamiento humano: alimentada a través del tiempo…17

En la actualidad, el antiguo acervo de la biblioteca de la Congregación se encuentra resguardado, en suma, en dos sitios: más de 3 650 títulos con un total de 8 014 impresos18 permanecen in situ en el Oratorio de San Felipe Neri, y un número aproximado de 700 ejemplares están en la Biblioteca Nacional de México, incluyendo libros impresos y manuscritos.

La biblioteca de los filipenses inició, seguramente, desde que se establecieron como una unión, “o, por lo menos, eso se espera de su fundador, tan ligado desde su infancia a los libros”,19 en referencia a Antonio Calderón Benavides,20 miembro de uno de los más importantes linajes de impresores, lo que facilitó la publicación de obras relevantes para la Congregación, como sermones, historias de vida y devocionarios que todavía se pueden encontrar, tanto en la Biblioteca del Oratorio como en la Nacional de México.

Una vez establecidos en el templo de San Felipe Neri, El Viejo, dedicaron un espacio para la biblioteca. Gracias a una breve mención del arquitecto Diego Rodríguez, quien en 1696 hizo una descripción del edificio, se sabe que en la parte superior había dormitorios, “piezas, zotehuela y las restantes son librería, dos tribunas, oratorio secreto…”,21 lo cual hace suponer que había una cantidad importante (pero indeterminada) de libros, ya que ocupaban un par de habitaciones en la casa de los religiosos.

Cuando el arquitecto Rodríguez hizo esta observación, fray Payo Enríquez de Rivera Manrique, arzobispo y virrey de Nueva España, anotado como congregante de número,22 ya había hecho una donación a los filipenses: antes de retirarse y regresar a España, les legó sus libros.23 Hasta el momento no he ubicado estos ejemplares, ni por documentación ni por la presencia de marcas de pertenencia en algún volumen. Sin embargo, esta anotación nos permite entrever que, al paso de los años, los oratorios enriquecieron su acervo con adquisiciones y donaciones por parte de protectores y afiliados de la élite civil y religiosa de la época, no sólo de la capital, sino de otras regiones del virreinato.

El padre Luis Ávila Blancas registró en su obra algunas cesiones de libros, por ejemplo, menciona que el licenciado José de Lezamis, confesor y biógrafo del arzobispo Francisco de Aguiar y Seijas:

se incorporó en la Congregación del Oratorio de San Felipe Neri, cuando no estaba formalizada y solamente se llamaba Unión sagrada, y le dejó muchos libros impresos y MS: cediéndola para sus necesidades el importe de los ejemplares de la obra siguiente que dio a la luz: Vida del Apóstol Santiago… y Breve relación de la Vida y muerte del Ilmo., y Rmo Sr. Dr. D. Francisco Aguiar y Seijas, Arzobispo de México.24

Es necesario apuntar que en sus constituciones se establece que al ingresar a la congregación los clérigos no pierden la propiedad de sus pertenencias, por ello no era forzoso que cedieran sus libros al Oratorio. Además, como todo instituto con funciones educativas, contaban con material para sus actividades frente al alumnado que atendían, tanto en las aulas de la Universidad como en su Academia de Teología, que años más tarde se trasladaría a la Universidad gracias a la iniciativa de Juan José de Eguiara y Eguren,25 por lo que parte de su acervo respondía a esta necesidad pedagógica.

Como menciona Benjamin Reed, para el enriquecimiento del acervo también jugaron un papel fundamental los vicarios generales que, de 1659 a 1714, tuvieron filiación con los oratorianos, y entre sus funciones estaba el poder nombrar “lectores apropiados que pudiesen hablar sobre la viabilidad de la cultura impresa”.26 Es decir, que desde su fundación los oratorianos eran parte de las dinámicas de la cultura escrita de los siglos XVII y XVIII, y más con la expulsión de la Compañía de Jesús; por ello, a continuación se expondrán las transferencias que provenían de instituciones jesuitas.

La transferencia de libros de la Casa Profesa

Después del extrañamiento que el monarca Carlos III hizo a la Compañía de Jesús en los territorios que estaban bajo su mandato, los jesuitas se embarcaron al exilio dejando todas sus pertenencias materiales, incluidos sus libros, que quedaron a expensas de la Junta de Temporalidades. En la sesión del 27 de noviembre de 1770, ésta decidió entregar de manera provisional la Casa Profesa a los filipenses, quienes desde 1768 estaban sin una residencia fija, pues su templo se dañó con el temblor de ese año. La concesión se realizó con algunas condiciones; una, de interés para esta investigación, especifica que: “12º. De los libros que componen la biblioteca, y los hallados en los aposentos de los jesuitas se separaran los que se consideren inconvenientes, hasta que la Junta resuelva su destino; se dejarán a la Congregación [de San Felipe Neri] las obras necesarias al desempeño de sus obligaciones, y los restantes a la Universidad de esta capital, excepto las obras que ya tenga aquella”.27

Por fortuna, de esta operación se conserva en el Archivo General de la Nación28 la lista de los 1 118 libros que seleccionaron a deseo los filipenses. Gracias a este documento y a las marcas de propiedad encontradas en algunos ejemplares, se puede saber cuáles títulos fueron parte de este lote y conocer su paradero actual. Si bien obtuvieron un número importante de libros de los jesuitas, no determinaron las materias ni disciplinas de la biblioteca de los filipenses, pues ellos ya contaban con un significativo acervo propio. En 1794 el padre Manuel Bolea elaboró un índice de los volúmenes que integraban su acervo, en total contabilicé 3 930 libros;29 en 2007, Elvia Carreño informó que había 8 014 impresos in situ en el Oratorio,30 mientras que Ignacio Osorio menciona que a la Biblioteca Nacional llegaron 5 mil 20 libros.31 Así que en el siglo XX la biblioteca filipense llegó a tener unos 13 mil ejemplares.

Con esto no demerito la importancia y presencia de los jesuitas y sus libros en la biblioteca de los oratorianos, pero cuando ellos tomaron posesión de la Casa Profesa, el 26 de marzo de 1771, ya contaban con un acervo considerable, al que se sumó una parte de los libros pertenecientes a los jesuitas.

La transferencia de la Casa de Ejercicios

La Junta Suprema de México se reunió el 27 de noviembre de 1770, para determinar el destino del edificio y los bienes del colegio de San Andrés. Se decidió que, junto con su Casa de Ejercicios que perteneció a los jesuitas, se convirtieran en un hospital para ambos sexos; sin embargo, como señalamos, esta última pasó a manos de los filipenses. Sobre su biblioteca, Enrique Giménez señala que: “debía ser objeto de un detenido expurgo, pues los libros de moral jesuítica (‘laxa’) y los manuscritos que se localizasen debían ser separados y almacenados en el lugar que destinase el Virrey, mientras que los demás ejemplares serían enviados a la Universidad”.32

Más allá de que la Real y Pontificia Universidad fuera el destino obligado de muchos de estos libros, no hay registro de lo que sucedió con la biblioteca del Colegio de San Andrés. En el Archivo General de la Nación hay un documento fechado a 27 de marzo de 1774 donde consta que, ante el capitán Antonio de Pineyro y su comisionado, por orden del virrey se hizo la entrega a José Pereda, prepósito del Oratorio de San Felipe Neri, de “los lienzos, imágenes de bulto, libros, sillas y mesas ordinarias que había en la casa de Exercicios de este referido colegio en cuia conformidad procediendo el citado Comisionado a hacer la entrega de dichas imágenes y demás enunciado”.33

Si bien se enlistan las pinturas depositadas en manos del prepósito, además de “cinco docenas y nueve estampas de humo de diversos santos”,34 sólo se conservan los dos primeros folios de este expediente, y se desconoce el paradero del resto del cuadernillo. Hay un folio fechado a 24 de 1774 (sin especificar el mes) que menciona la entrega de “quatro confesionarios”, y ahí finaliza el escrito.35 Es imposible determinar -sin un inventario o la existencia de un signo de pertenencia (ex libris, ex donos, sellos, marcas de fuego)- cuáles y cuántos libros de la Casa de Ejercicios pasaron a manos de la Congregación, sin embargo, puede aventurarse que algunos de los títulos en el Yndice de libros36 de la biblioteca de los filipenses provienen de esta operación. Entre ellos podemos encontrar los textos del jesuita italiano Pablo Segneri, comúnmente utilizados para la meditación y práctica de los ejercicios espirituales. Están registrados 23 volúmenes, de la siguiente manera:

Tomos Tamaños Clases Estante Casillas Números
2 q. Señeri P. Pablo Todas sus Obras en Ytaliano Conci. 22 146 74
19 q. Ydem Toda su Obra en Castellano - - - - - - Conci. 22 149 360
1 q. Ydem Sermones Panegiricos en latin - - - - - Conci. 22 149 379
1 q. Ydem El Yncredulo sin escusa en latin - - - - - - Conci. 22 149 380

Asimismo, hay ejemplares de los Ejercicios espirituales de san Ignacio de Loyola, los de san Felipe Neri, los del padre Izquierdo y el Manual de Francisco José de la Vega y Mendoza, títulos comúnmente usados en la época que favorecían la práctica de tales ejercicios.

La dispersión de la biblioteca

Existen varias explicaciones del porqué la biblioteca oratoriana permanece, mayoritariamente, en dos recintos, uno religioso y otro académico, este último cambió por completo el estatuto del libro, su organización y lectores.

Lo primero que hay que conocer es la propia historia de los filipenses durante el siglo XIX, y cómo su conjunto religioso de Ciudad de México (Oratorio y Antigua Casa Profesa) fue segmentado. A consecuencia de la aplicación de las leyes emitidas por el presidente Benito Juárez, el 14 de septiembre de 1859 se “vendió el edificio y sus anexos a Height Bardenava y Cía., en la cantidad de $358,000.00”.37 Perdiendo con ello su casa y el lugar donde llevaban a cabo su apostolado, la Congregación tuvo que mantenerse en unas cuantas habitaciones que correspondían, sobre todo, a la Casa de Ejercicios. Sin embargo, en 1862 ésta fue atravesada por la actual Avenida 5 de mayo, por lo que los oratorianos abandonaron por completo su conjunto religioso. Como se ha mencionado, la Congregación del Oratorio era una hermandad de sacerdotes cercana a las altas esferas de la clerecía, y gracias a ello “fueron reconocidos por el Supremo Gobierno como capellanes, [y] presbíteros seculares”.38 Algunos recibieron, por parte del Arzobispado, el nombramiento e investidura de canónigos, otros fueron prebendados de la catedral. Así los filipenses pudieron mantener su residencia en Ciudad de México y tuvieron cargos en instituciones religiosas.

En 1867, por decreto de Benito Juárez, se creó la Biblioteca Nacional en el antiguo convento de San Agustín, donde se resguardaron los bienes bibliográficos y hemerográficos desamortizados que pertenecieron a diversas bibliotecas de corporaciones religiosas, incluyendo la filipense; fue así como en el Fondo de Origen quedó en resguardo parte del acervo de la Congregación. En el archivo del Oratorio queda testimonio de ese complejo momento en el que: “perdieron sus bienes inmuebles, su rica biblioteca que pasó a formar la Biblioteca Nacional…, y su valioso archivo, que según testigos de la mudanza, al sacarlo de la Profesa los encargados dejaban caer por el camino manuscritos y cuadernos forrados de badana”.39

Si bien queda claro el momento de escisión de este acervo, no así el criterio de selección de los libros que fueron llevados a la Biblioteca Nacional y los que permanecieron en el actual Oratorio de San Felipe Neri, Antigua Casa Profesa. Quizá en el archivo filipense esté la respuesta, sin embargo, desde los temblores que sacudieron Ciudad de México en septiembre de 2017, el edificio está dañado y no permiten ingresar a él. Y, a partir de entonces, la Congregación permanece a la espera de la restauración de su casa.

Las marcas de fuego de la Congregación en la Biblioteca Nacional de México

Para avanzar en esta investigación fue prioritario determinar cómo poder distinguir cuáles de los libros que están en el Fondo Reservado de la Biblioteca Nacional de México pertenecieron a los filipenses de la capital virreinal, para ello procedí a revisar el registro de las marcas de propiedad y pertenencia de los volúmenes. Esto es fundamental a fin de diferenciar los libros de los oratorianos entre los miles de volúmenes que están no sólo en la Biblioteca Nacional, sino en otros repositorios del país.

A partir de la identificación de estas huellas de procedencia se pueden hacer vínculos históricos, reflexiones e interpretaciones múltiples y, en algunos casos, reconstrucciones de las bibliotecas antiguas. Como señala Idalia García Aguilar: “La relación entre el objeto y los documentos que testimonian su posesión en un momento determinado, nos permite comprender esos libros como objetos históricos que han transitado en el tiempo y adquirido en el proceso huellas de su propia historicidad, que es lo que les da la valoración cultural que les atribuimos”.40

Una de estas marcas es la impronta que carbonizaba el papel por alguno de sus cantos. Las denominadas marcas de fuego que pertenecieron a la Congregación están registradas en el Catálogo colectivo encabezado por la Biblioteca Lafragua, de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Hay cuatro marcadores identitarios pertenecientes a las casas de las ciudades de Puebla, Guanajuato, Ciudad de México y una más sin identificar su institución de procedencia, pero que por sus atributos (bonete, lirio y rosario) puede relacionarse con la de Guanajuato, que se sabe poseía una cuantiosa biblioteca (Imagen 1). Durante este registro localicé otra más que, como hipótesis propia, considero es del Oratorio de San Miguel de Allende y se tratará líneas adelante.


Imagen 1. Improntas registradas en el Catálogo colectivo de Marcas de Fuego.

El sello que distingue a la Congregación de Ciudad de México está compuesto por el epígrafe “S. PHEI. NERI.”, como abreviatura de San Phelipe Neri, y sus medidas aproximadas son de 6 x 2 cm. Tienen variación debido a que estas marcas se realizaban con sellos de hierro que con el tiempo se sustituían por el uso, o porque el Oratorio contaba con más de uno de estos instrumentos en su haber, que se empleaban dependiendo del grosor del libro (Imagen 2). Estas variantes atañen a la dimensión del sello, mas no a su contenido, que en el caso de la capital virreinal siempre referirá al nombre del santo fundador. Como señalé al inicio, los filipenses habitaron tres templos diferentes, pero al no contar con registros de estos traslados no puedo determinar si estas marcas se colocaron en alguna de estas mudanzas o durante el levantamiento del inventario mencionado.


Imagen 2. Marca del Oratorio de San Felipe Neri en el MS. 836 del FR-BNM.

A pesar de que no hay otra marca de fuego asociada a los oratorianos de la capital virreinal, en el catálogo en línea de la Biblioteca y Hemeroteca Nacional, Nautilo, encontré tres maneras de registrar esta impronta carbonizada, que en algún momento habría que homologar, pues como se verá siempre es el mismo epígrafe: “S. PHEI. NERI.”.

La primera variante en la entrada está como “Hospicio San Felipe Neri”, con esta búsqueda aparecen 26 impresos que no están digitalizados, no hay un solo manuscrito.

La segunda está conformada por las letras “HPCIO S. Fpe Neri”, que es la abreviatura de “hospicio”. Bajo esta denominación encontré 111 registros, de los cuales ninguno está digitalizado, ningún libro está impreso en talleres novohispanos y tampoco hay manuscritos.

La tercera es también una abreviatura compuesta por “Cto. S. Fpe Neri”, es decir “convento”. Bajo esta denominación hay 38 volúmenes que comprenden en su mayoría manuscritos, entre los que destacan los “Borradores de Cabrera” y las obras de José Villar; algunos están digitalizados. Marqué estas pautas para establecer si existe algún criterio (temática, materialidad, tamaño) por el cual estos libros en particular se catalogaron bajo esas entradas, sin embargo, no encontré una respuesta.

Estas imprecisiones en el Nautilo se deben a que la catalogación se realizó con base en el trabajo de Rafael Sala,41 quien en 1925 consignó la marca de fuego de los filipenses bajo los títulos de: Hospicio de San Felipe Neri y Convento de San Felipe Neri. Éste es un error común, pues suelen considerarse las casas de los oratorianos como monasterios o conventos y pensarlos como una orden religiosa, cuando en realidad es una congregación, instituto o hermandad de sacerdotes.

La otra marca de fuego que he registrado en los libros localizados en el Fondo Reservado está compuesta por la palabra “ORATORIO”. No está consignada en el Catálogo colectivo de marcas de fuego, sin embargo -adelantando conclusiones y a partir del conocimiento adquirido sobre la Congregación- puedo asegurar que pertenece a los filipenses de San Miguel de Allende, dado el libro en el que se encuentra este sello. Se trata del manuscrito del cronista franciscano Isidro Félix de Espinosa, quien escribió la vida de su hermano, Juan Antonio Pérez de Espinosa, fundador en 1712 de los oratorianos de la villa sanmiguelense. La obra intitulada: Familiar de La America y domestico de España, extraño de su patria y natural de la ajena, fue realizada en 1735. Este libro se entiende en el contexto del Oratorio fundado en la antigua villa de San Miguel el Grande (hoy de Allende). Tanto por su riqueza biográfica como histórica, es de suma importancia para los filipenses abajeños (Imagen 3), por lo que este volumen seguramente fue parte de ese acervo, aunque está pendiente una investigación puntual sobre la biblioteca de estos filipenses.


Imagen 3. Marca del Oratorio de San Felipe Neri en el MS. 10271 del FR-BNM.

Por otro lado, algunos libros tienen anotaciones manuscritas que mencionan su pertenencia a algún filipense, o su procedencia de la Casa Profesa (Imagen 4). Estos registros nos recuerdan los más de mil volúmenes que los oratorianos heredaron de los filipenses, pero también hace referencia a la dispersión de los libros de los ignacianos.


Imagen 4. Anotación de la procedencia de la Casa Profesa. Impreso RSM. 1689 M4FLO (FR-BNM).

Por último, al adentrarnos en el catálogo Nautilo y buscar la palabra “San Felipe Neri” se obtienen 851 registros, y al retirar el “San” los resultados aumentan a 966;42 bajo el nombre de “Oratorio de San Felipe” hay 769 resultados y como “Congregación” sólo son 17. Sin embargo, acotando a la temporalidad de esta investigación y con las variantes de la palabra o frase de búsqueda antes expuesta, resulta un promedio de 330 registros, por lo que la investigación continuará, pues estos números no se acercan a los 5 mil 20 libros del acervo filipense que Ignacio Osorio señaló que ingresaron a la Biblioteca Nacional de México.43

Los talleres tipográficos

El camino más lógico para seguir el rastro de las publicaciones de la Congregación es iniciar con el taller asociado al fundador de los filipenses, el de los Calderón Benavides. Si bien no puede establecerse una relación clientelar única con esta imprenta, durante los primeros años de existencia del instituto filipense de Ciudad de México hay cierta inclinación por la familia tipográfica. Es necesario puntualizar que, si bien Antonio Benavides es el fundador, no pudo ser prepósito por no tener los 40 años de edad requeridos para dicha encomienda y su muerte prematura, a los 38 años de edad en 1668, le impidió llegar al cargo. Quizá debido a ello la preferencia por este taller es mayor en las primeras décadas de existencia de la Venerable Unión y no en la centuria siguiente.

A continuación enlisto los autores y libros filipenses que fueron publicados por esta familia de tipógrafos durante el siglo XVII, hasta su aprobación como Oratorio en 1702.

Libros de la Congregación publicados en el taller Calderón-Benavides (s. XVII). Fuente: Con base en datos registrados por Luis Ávila Blancas en la Bio-bibliografía, y de investigación propia. *De estos títulos existe un volumen en el Fondo Reservado de la BNM.


Autor Título Año Impresor
Mathias de Santillan Sermon en la solemne fiesta, que a su Patriarcha S. Felipe Neri, fundador de la Congregación del Oratorio en Roma, celebró el primer día de su Triduo, la Sagrada Union de Sacerdotes Seculares de esa muy noble, y leal Ciudad de México, en la Sala del Convento de N. Señora de Balbanera, teniendo descubierto el Santísimo Sacramento. 1662 Por la viuda de Bernardo Calderon, en la calle de San Agustin
Luis Becerra Tranco Felicidad de Mexico en el principio, y milagroso origen, que tubo el santuario de la Virgen Maria N. Señora de Guadalupe, extramuros: en la apparicion admirable de esta Soberana Señora, y de su prodigiosa Imagen. 1675 Por la Viuda de Bernardo Calderon
Alonso Alberto de Velasco Discurso piadoso, y explicacion de las misteriosas significaciones de la gravissima, y devotissima ceremonia de la Seña, segun se acostumbra en esta santa iglesia metropolitana de Mexico. 1677 Por la Viuda de Bernardo Calderon
Indulgencias y gracias, concedidas por N. M. S.padre Pavlo Papa Quinto, de felice recordacion á la Archicofraia de la Doctrina Christiana, fundada en la Iglesia de S. Pedro de la S. Ciudad de Roma; y á las demás cofradías agregadas, o que despues se agregaren á ella. 1679 Por la Viuda de Bernardo Calderon
Cathecismo breve, de lo que necesariamente ha de saberle Christiano, para salvarse. Sacado á la luz por la Union de san Felipe Neri, y la Cofradia de la Doctrina Christiana de México. 1679 Por la Viuda de Bernardo Calderon
Reglas y constituciones, que han de observar los congregantes de la Union, y cofraternidad de N. P. S. Felipe Neri. Fundada en su Oratorio en esta ciudad de Mexico, y los demás padres Sacerdotes, y Ministros operarios por lo que toca al instituto de la enseñanza de la Doctrina Christiana. 1682 Por la Viuda de Bernardo Calderon
José Ramírez, Juan de la Pedrosa y Barreda (editor)* Via lactea, seu, Vita candidissima S. Philippi Nerii presbyteri, cunctis olim coelestem pandens viam nunc pulchrioribus sacrorum. 1698 Ex Officina Dominae Mariae de Benavides, redición
Alonso Alberto de Velasco Viva Jesus. Novena en honra de S. Francisco de Sales, Obispo, y príncipe de Geneve, para alcanzar las mas principales virtudes á que está vinculada la Bienaventuranza, y el socorro conveniente en todas las necesidades de la Iglesya, y las particulares de sus devotos, con una oración que compuso el santo para las mugeres preñadas. 1693 Por Doña Maria de Benavides, Viuda de Juan de Ribera
Joseph de Lezamis Vida del apóstol Santiago el Mayor: vno de los tres mas amados, y familiares de Jesu Cristo, vnico y singular patrón de España con algunas antigüedades, y excelencias de España, especialmente de Viscaya. 1699 Por Doña Maria de Benavides
Alonso Alberto de Velasco* Novena en honra de N. S. Jesv Christo crvcificado, y de su preciosissima sangre, sepultura, y resurrección dedicada a su soberana imagen milagrosamente renovada, colocada en su Capilla en la Iglesia de Nuestra Señora de la Antigua y Convento de S. Joseph de Carmelitas descalsas de México. 1699 Por Doña Maria de Benavides
Alonso Alberto de Velasco* Exaltacion de la Divina mesericorsia en la milagrosa renovación de la Soberana Imagen de Cristo Señor N. Crucificado, que se venera en la Iglesia del Convento de San Ioseph del Carmelitas Decalsas de esta ciudad de Mexico. 1699 Por Doña Maria de Benavides, Viuda de Juan de Ribera
Alonso Alberto de Velasco* Manifiesto en defensa de la nota que puso el maestro de ceremonias de esta Santa Iglesia Cathedral Metropolitana de Mexico al fin del kalendario del reso de esta año de 1700 haciendo recuerdo de la suspension general de las indulgencias plenarias en este año, por celebrarse en el jubileo santo en Roma. 1700 Por Doña Maria de Benavides, Viuda de Juan de Ribera

Es importante realizar el registro de estos 12 libros, ya que los impresos de esta etapa, cuando eran una Venerable Unión de sacerdotes, no se consideran parte de la producción libresca de la corporación religiosa, aunque ya vivían en comunidad, tenían sus constituciones y realizaban las labores de cualquier fundación filipense. Además, en su mayoría, las temáticas de estos impresos correspondían a intereses propios de la Congregación, como los catecismos, sermonarios, novenas, la fundación de su cofradía de la Doctrina Cristiana y las reglas propias del instituto. De ese siglo, y de acuerdo con lo registrado por el padre Ávila, los filipenses publicaron también en el taller de Juan Ruiz (1661) y en el de Francisco Rodríguez Lupercio en 1669.44 Esto se resume a 14 libros impresos de 1657 a 1700, ya en el siglo posterior aumentará drásticamente la producción y la diversidad de temas e imprentas con las que la Congregación trabajó.

Según los datos aportados por Olivia Moreno Gamboa: “Entre 1701 y 1821 publicaron al menos 31 oratorianos. Su producción alcanzó 160 ediciones. Las décadas de 1750 a 1790 fueron las más productivas, con 94 impresos en total”.45 Esta investigación acierta al diferenciar a los filipenses y sus asociados como parte del alto clero, de aquellos que eran prelados y capitulares, pues esta separación ayuda a entender mejor sus dinámicas culturales y sociales. No los considera, como muchas investigaciones, una orden monacal, sino clérigos de estatus dentro de la jerarquía eclesiástica.

Esta categorización es más justa que compararlos con el clero regular, pues también facilita la comprensión de las redes sociales que tejieron, no sólo entre sus miembros residentes de la casa, sino con los anotados de número que estaban asociados a la Congregación, pero que no habitaban el Oratorio. Aunque hubo una querella en 1707 por la participación de estos miembros en las elecciones de cargos internos,46 la filiación de personajes como fray Payo de Rivera, Juan José de Eguiara y Eguren, Francisco de Aguiar y Seijas, y Cayetano Cabrera y Quintero favorecieron las redes de poder de los filipenses con entidades como la Catedral de México, la Real Universidad, el Santo Oficio de la Inquisición o el Tribunal de la Santa Cruzada.

Dichos vínculos, como se mencionó líneas atrás, favorecieron que, al momento de abandonar su oratorio en el siglo XIX, obtuvieran posiciones dentro de la jerarquía eclesiástica y letrada de la época. Esas relaciones también se traducen en el acceso y la facilidad con que las obras de los filipenses se imprimieron, y en qué talleres. Según Olivia Moreno, la Congregación sumó 57.35% de los autores clérigos y publicaron 52.24% del total de impresos entre 1701-1821.47

Fue también en el siglo XVIII cuando se diversificaron las prensas de donde salieron sus libros. Además de mantenerse cercanos a los Calderón-Benavides, Rivera-Calderón, enviaron obra a los talleres de Francisco Rodríguez Lupercio, Juan Joseph Guillena Carrasco, Joseph Bernardo de Hogal (y sus herederos), la imprenta Nueva de Xavier Morales y Salazar, Francisco Xavier Sanchez, la del Real y más antiguo Colegio de San Ildefonso, Felipe Zúñiga y Ontiveros (y sus herederos). Es de notar que en este siglo la Congregación aumentó exponencialmente el número de imprentas con las que trabajó, pero también la capacidad de escritura de sus miembros. Ello es ejemplo de la bonanza de los filipenses en el aspecto intelectual así como en el económico, pues gracias a sus rentas y a la participación de sus benefactores podían dedicarse al oficio de la pluma, a la par de sus labores evangélicas. Asimismo, esta información se traduce en la relevancia de la Congregación dentro de la cultura impresa y escrita en la capital del virreinato novohispano, tanto por sus miembros como por las diversas instituciones que estaban bajo su jurisdicción y que reflejan las temáticas diversas que contenían sus libros.

Conclusiones

La Congregación del Oratorio de San Felipe Neri en el virreinato novohispano es un tópico presente y mencionado en diversas investigaciones sobre educación, literatura, cultura, arte e historia, pero aún son escasos los estudios puntuales que de ellos se han hecho. En fechas recientes hay un incipiente interés por sus escritos e instituciones, pero aún queda mucho trabajo por hacer. Este artículo es un primer acercamiento a la biblioteca que los filipenses de Ciudad de México construyeron, en el paso de los siglos, a partir de diversas donaciones, cesiones, transferencias y adquisiciones. Lo anterior ayuda a entender temáticas más amplias sobre la adquisición y distribución de libros, la circulación del conocimiento en las principales casas de la Congregación y las relaciones existentes entre los talleres tipográficos y las congregaciones religiosas que se asentaron en el México virreinal.

El estudio de la cultura escrita del Oratorio expone el universo de escenarios en los que estaban presentes dentro de las instituciones educativas, religiosas y políticas, espacios donde tuvieron una presencia privilegiada que les permitió ser uno de los institutos seculares que más publicó durante el siglo XVIII, gracias a que entre sus filas contaban con célebres personajes como Juan Benito Díaz de Gamarra, Juan Caballero y Ocio, Julián Gutiérrez Dávila, Cayetano Cabrera y Quintero, Luis Felipe Neri de Alfaro, y Juan José de Eguiara y Eguren, por mencionar algunos. Ello se explica por el propio carisma de los filipenses, que les permitía mantener sus propiedades, pertenecer a otras congregaciones, vivir fuera del instituto, pero afiliados a una congregación que los respaldaría no sólo en términos espirituales, sino legales y económicos en caso de ser necesario. La pertenencia al Oratorio era ventajosa respecto a la sujeción a una orden regular, y con bastante libertad de acción en cuanto a dependencia de una corporación religiosa.

Esta investigación también expuso que lo que en la actualidad se conserva de la biblioteca de la Congregación es una muestra de la riqueza y magnitud que llegó a tener, pues si bien he mencionado que está mayormente alojada en el Oratorio de la Ciudad de México y la Biblioteca Nacional de México, también he localizado ejemplares en la Biblioteca Francisco Xavier Clavijero de la Universidad Iberoamericana y en el Fondo conventual de la Biblioteca del Museo Nacional de Antropología e Historia, lo que habla de la dispersión de sus libros.

Uno de los objetivos de esta investigación es discernir y darle su justo valor a la presencia de la Compañía de Jesús en las colecciones y vida filipenses, sin que sea medular en su desempeño y actuar. Finalmente, este escrito sienta antecedentes sobre la librería de los filipenses, y ya en futuros textos se podrá hablar de las dinámicas del libro, de los escritores, de su cultura impresa y visual, sin embargo, era necesario apuntar sobre proceso histórico de la conformación de su biblioteca.


Notas al pie
1

Erika B. González León. Programa de estancias Posdoctorales de la Coordinación de Humanidades de la Universidad Nacional Autónoma de México. Becaria del Instituto de Investigaciones Bibliográficas, asesorada por la doctora Marina Garone Gravier.

2

“Tienen Prepósito, a quien prestan obediencia simple, y todos viviendo de comunidad están sujetos al Obispo Diocesano, no de otra suerte, que los otros Sacerdotes Seculares; de donde nace, que ni una Cassa depende de otra, ni todas juntas de cabeça superior, y monarchica, sino, que inmediatamente se somete cada Cassa al Ordinario, en cuyo territorio se erige”, Gerónimo de la Concepción, Emporio de El Orbe (Ámsterdam: Imprenta de Joan Bus, 1690), Lib. VIII, Cap. XII, 646.

3

Según el jesuita Mariano Cuevas, Antonio Calderón, debido a una enfermedad, hizo una promesa a san Felipe Neri y al recuperar su salud fundó una Casa en Ciudad de México. Mariano Monterrosa, Oratorios de San Felipe Neri en México (México: Fomento Cultural Banamex, 1992), 33. Luis Ávila Blancas, Bio-bibliografía de la Congregación del Oratorio de San Felipe Neri de la Ciudad de México, siglos XVII-XXI (México: Miguel Ferro, 2008), 3.

16

La Congregación del Oratorio en el virreinato novohispano contó con dos colegios, uno ubicado en San Miguel de Allende y otro en la ciudad de Guanajuato.

20

A la muerte de Bernardo Calderón (1640), su esposa Paula Benavides encabezó el taller tipográfico familiar, en compañía de sus hijos. Antonio Calderón apoyó a su madre hasta 1655, año en el cual se ordenó sacerdote. Durante los años en que éste permaneció en el taller se editó, en 1648, Imagen de la Virgen de Guadalupe del bachiller Miguel Sánchez, notable en la historiografía guadalupana. Después de la muerte de Paula, sus nietos se emparentaron con otros tipógrafos, lo que dio inicio al taller de los De Rivera Calderón. Obras de D. J. García Icazbalceta, t. IV (México: Imprenta de V. Agüeros, 1896-1899), 66; Maza, Los templos, 244-245; Marina Garone Gravier, “Herederas de la letra: mujeres y tipografía en la Nueva España”, 2004, acceso el 28 de octubre de 2021, https://www.unostiposduros.com/herederas-de-la-letra-mujeres-y-tipografia-en-la-nueva-espana/. Luis Marín Cano Arenas, “La Congregación del Oratorio en México: origen e identidad”, Annales Oratorii, núm. 12 (2014): 109- 111.

28

AGN, Instituciones Virreinales, Temporalidades, vol. 197.

29

Estoy realizando la paleografía y estudio analítico de dicho inventario, como parte de la investigación posdoctoral que desarrollo en el Instituto de Investigaciones Bibliográficas, dentro del proyecto: “La cultura visual y escrita de la Congregación de San Felipe Neri en el Fondo Reservado de la Biblioteca Nacional (1698- 1794)”. El manuscrito se encuentra en el Fondo Reservado como: Manuel Bolea, Yndice de los libros existentes en la Bibliotheca de la Real Congregación del Oratorio de Nuestro P. S. Felipe Neri, 1794.

33

AGN, Instituciones coloniales, Indiferente virreinal, Temporalidades, caja 2322, exp. 028, ff. 1-1v.

34

Ibid., f. 2.

35

Ibid., f. 2v.

42

De estos 966, si se acota la investigación hasta el año 1690, hay entre 487 y 495 resultados. Al buscar Congregación del Oratorio o Congregación de san Felipe Neri resultan 4 y 454 títulos, respectivamente. Si esta búsqueda se realiza entre 1690 a 2021, la cuenta es la siguiente: San Felipe Neri, 46; Felipe Neri, 128; Oratorio de SFN, 23; Congregación del OSFN, 4.

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