Los anuncios de Don Quijote en la prensa mexicana (1822-1852)
Don Quixote Advertisements in the Mexican Press (1822-1852)
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Western University, Programa de Estudios Hispánicos, Ontario, Canadá, ivazquez@uwo.ca
Resumen
A principios del siglo XIX diferentes editores, impresores y libreros distribuyeron el Quijote de Cervantes en la Ciudad de México; los empresarios aprovecharon espacios comerciales en la prensa para promocionar sus ediciones. Esta investigación recupera anuncios con objeto de identificar ejemplares de esa obra durante las tres primeras décadas del México independiente. Las búsquedas se llevaron a cabo en las hemerotecas digitales de México y España; los resultados localizaron datos sobre 10 ediciones elaboradas en Madrid, París, Barcelona y México. Los anuncios ayudaron a entender la comercialización de la obra y contribuyeron a reconocer aspectos sobre su difusión entre los lectores mexicanos.
Abstract
At the beginning of the 19th Century different publishers, printers and booksellers distributed Don Quijote by Cervantes in Mexico City; these businessmen bought commercial spaces in newspapers and magazines to promote their editions. This exploration collects those advertisements to identify the publications that were traded during the first three d ecades of independent Mexico. The search was made in digital periodical libraries of Mexico and Spain, and the information assisted to identify 10 editions produced in Madrid, Paris, Barcelona and Mexico. The results helped to understand book commercialization, and to recognize aspects about its dissemination among Mexican readers.
Recepción: 03.04.18 / Aceptación: 05.07.18
Palabras clave: Don Quijote, prensa mexicana, comercio transatlántico, librerías, suscripciones.
Keywords: Don Quixote, Mexican press, transatlantic trade, bookstores, subscriptions.
Introducción
Las publicaciones periódicas son fuentes primarias que contienen información sobre diversos temas relacionados con la historia del libro y la cultura impresa.En sus páginas emergen datos que ayudan a entender aspectos como la difusión, venta y recepción de productos editoriales nacionales e importados. La Hemeroteca Nacional Digital de México (HNDM) y la hemeroteca digital de la Biblioteca Digital Hispánica (BDH) proveen imágenes de publicaciones editadas durante la primera mitad del siglo XIX. A través de sus interfaces electrónicas los usuarios de todo el mundo pueden hacer sondeos en dos importantes colecciones de diarios, semanarios, anuarios y revistas. Esta investigación utilizó esos repositorios para conocer sobre la promoción de ediciones de Don Quijote en la prensa mexicana. Primeramente se realizaron búsquedas en los acervos para localizar los anuncios que ofrecieron la obra. La exploración inicial arrojó más de 70 notas publicadas desde el año de 1800 hasta 1860. La mayoría fue impresa en la Ciudad de México y otras en establecimientos de Puebla, Durango, Guadalajara, Madrid y Oaxaca.
Al clasificar la información se descubrieron cerca de 30 informes comerciales que ofrecieron ediciones de Don Quijote en el mercado de libros mexicano; fueron impresos en diferentes publicaciones periódicas y señalan los distribuidores en México y Europa. Por el tipo de información localizada, los anuncios se dividieron en dos grupos, el primero reune los que promovieron publicaciones europeas, y el segundo concentra notas sobre la venta de suscripciones a las tres primeras reimpresiones mexicanas. Los testimonios seleccionados aparecieron entre 1822 y 1857; revelaron información sobre el comercio de la obra en los primeros años de México como país independiente. La mayoría no proporciona suficiente información sobre las características de las ediciones en cuestión, así que una segunda clasificación distinguió los que podían llevar a identificar los textos ofrecidos. La información de las ediciones incluye el título, número de tomos, tamaño y algunas veces menciona los estudios adjuntos. Con ella se pudo reconocer algunas impresiones a la venta, pues las características fueron cotejadas con las versiones electrónicas de la Biblioteca Nacional de España y con los registros del sitio Cervantes Project, auspiciado por la Texas A&M University.
En cuanto a las publicaciones importadas, la búsqueda inicial delimitó 15 anuncios comerciales que promocionaron productos entre 1822-1852, y después de separar los repetidos se seleccionaron ocho que aportaron información de los ejemplares a la venta en un periodo de 30 años. Los datos delimitados identificaron siete ediciones procedentes de Madrid (4), Barcelona (2) y París (1). Respecto a las tres primeras reproducciones mexicanas, se descubrieron 13 anuncios que ofrecieron suscripciones semanales. Acerca de la impresión de Mariano Arévalo, aparecen dos menciones en periódicos de 1833. La edición impresa por Ignacio Cumplido en 1842 fue ampliamente anunciada. Se seleccionaron siete informes que dieron cuenta de su extensa distribución. Por último, en la impresión de Simón Blanquel iniciada en 1852 existen cuatro anuncios que promovieron a bajo costo la obra del Ingenioso Hidalgo. Cabe acotar que algunas de las ediciones europeas resultaron más costosas que las mexicanas, además de que su número fue mayor, pues llegaron de significativos centros editoriales.
Con el propósito de entender mejor la circulación de los textos, la información colectada se dividió en tres apartados: el primero es una recopilación de estudios académicos sobre Don Quijote en México, con investigaciones que tratan sobre la presencia del libro entre los lectores mexicanos; el segundo analiza información acerca de las ediciones extranjeras distribuidas en la capital, al tiempo que aporta datos de editores e impresores en Europa y sus distribuidores en México; el tercero centra su atención en informes sobre las tres primeras ediciones mexicanas, descubre a los personajes involucrados y sus estrategias de comercialización y distribución. Todos los datos seleccionados fueron complementados con información obtenida de investigaciones acerca de diferentes ediciones, impresores y el mercado editorial de la época.
Don Quijote en México
A principios del siglo XX diversos estudiosos centraron su atención en la presencia de Don Quijote entre los lectores novohispanos y mexicanos. En 1909 Luis González Obregón publicó “De cómo vino a México Don Quijote”, trabajo donde asegura que la historia de Cervantes resistió las cédulas, prohibiciones y mandatos que impidieron el paso del texto a la América virreinal. El historiador afirma que, a pesar de las leyes que sólo permitieron obras religiosas y morales, el Quijote circulaba sin dificultades por Nueva España, “en casa de los humildes y en los palacios de los poderosos”.1
Dos años después, Francisco Rodríguez Marín realizó dos conferencias en el desaparecido Centro de Cultura Hispano-Americana, cuya finalidad fue “estrechar los vínculos de afecto y estimación entre la antigua metrópoli y sus hijas las repúblicas que tienen por habla nacional la […] lengua española”.2 En “El Quijote en América”, Rodríguez Marín señala que desde su primera edición, los ejemplares pasaron sin obstáculos de España a México y asegura que semanas después de haber salido a la luz pública la primera parte de la obra, el clérigo Pedro González Refolio presentó a la Inquisición cuatro cajas de libros con ejemplares del texto para su paso a la Indias. Rodríguez sugiere también que algunos volúmenes debieron llegar a Nueva España y entraron al territorio a través del puerto de Veracruz.3
En 1918, el historiador Francisco A. de Icaza publicó El “Quijote” durante tres siglos y anotó que en América el libro fue conocido por el público letrado y que el pueblo mexicano conoció la obra por medio de fiestas, cabalgatas y mascaradas. Asimismo,manifestó que algunas ediciones españolas del siglo XVI cruzaron el Atlántico y quedaron en poder de lectores novohispanos, además de sugerir que los libros pasaron a otros lectores durante el siglo XVII y aseverar que el número de ejemplares aumentó en el siglo XVIII gracias a nuevos esfuerzos editoriales por parte de editores, impresores y libreros en Europa y América.4
Dos décadas después, Rafael Heliodoro Valle examinó “una de las colecciones más ricas en ejemplares de Don Quijote”. En un artículo de 1939, “El ingenioso Hidalgo en México”, afirma que llegaron al país “las más finas ediciones que en varios idiomas se han hecho”.5 En otro trabajo titulado “¿Cuándo llegó a México Don Quijote?”, el estudioso recaba datos sobre ejemplares de la obra, menciona ejemplos de su presencia “en la calle y en la farándula”, documenta interpretaciones de algunos artistas y analiza la intención de Cervantes de venir a México.6
Hacia la segunda mitad del siglo XX, José Rojas Garcidueñas publicó Presencias de Don Quijote en las artes de México. Sus intenciones fueron: “anotar los diversos casos en que la figura de Don Quijote ha sido tema de expresiones artísticas”, así como mostrar la evolución del tema en las artes de México a lo largo de tres siglos.7 En su investigación incluye información sobre la llegada de la obra a Nueva España, explora la figura del caballero en el virreinato, documenta la representación de Don Quijote en los “escenarios de México” y señala datos de las primeras ediciones mexicanas del siglo XIX. En el apartado titulado “El primer Quijote en Nueva España”, trata acerca de dos “falsas leyendas” sobre la llegada al “Nuevo Mundo” de la “novela Cervantina”: que la obra fue casi desconocida para los lectores debido a las prohibiciones oficiales y que el primer ejemplar lo trajo el escritor español Mateo Alemán, idea que calificó como “simpática superchería” por el debate que provocó esta aseveración. Concluye que a partir de 1605 la obra fue conocida en Nueva España y se volvió un tema que trascendió otras expresiones del arte.8
Por otra parte, durante la primera década del siglo XXI, el filólogo Joaquín Álvarez Barrientos declaró que Don Quijote combinó su condición de símbolo nacional con la de referente universal. En un artículo del año 2005 titulado “El Quijote en Europa y América. En los siglos XVIII y XIX”, este autor apunta que Rafael Heliodoro Valle (1950) e Irving Leonard (1979) habían dado noticia de un número indeterminado de ejemplares que atravesaron el océano con destino a la Ciudad de México, Cartagena de Indias, Lima, etcétera. Según el académico, la historia fue adaptada y representada en fiestas y celebraciones. Por ejemplo la organizada en Perú en 1607 para celebrar el nombramiento de virrey del marqués de Montes Claros, o la mascarada que el gremio de plateros celebró en México en 1621. Álvarez Barrientos afirma que “la influencia del relato cervantino” es notable en publicaciones periódicas como El Mercurio Volante de José Ignacio Bartolache y en las novelas de José Joaquín Fernández de Lizardi: La educación de las mujeres o la Quijotita y su prima, El Periquillo Sarniento y La vida y hechos del famoso caballero Don Catrín de la Fachenda.9
Más adelante el profesor Luis Correa-Díaz publicó Cervantes y América. Cervantes en las Américas: mapa de campo y ensayo de bibliografía razonada, libro editado en 2006 que contiene una lista de publicaciones de acuerdo con principios conceptuales y metodológicos que justifican el área de investigaciones y algunas subcategorías especializadas. Correa-Díaz afirma que “Cervantes y/en (las) América(s)” debe concebirse como un campo de estudio en formación y desarrollo, “una área de investigación cuyo futuro además se percibe muy promisorio y que realmente dará frutos, como ya los está dando, de mucha relevancia para los Estudios Cervantinos”.10 En ese mismo libro, Fernando Moreno asegura que la figura del Quijote involucra la “presencia de América en la obra cervantina”, así como la llegada de los textos cervantinos a los territorios de ultramar, y sugiere que el estudio de la obra en América muestra la apropiación del trabajo de Cervantes: “en ese entramado literario, histórico, político y ético que se va produciendo en el continente a través de los siglos y que se concreta en distintas esferas, niveles y tipos discursivos”.11
También en 2006 apareció la compilación digital de Eva María Valero Juan, El “Quijote” en América. En la introducción, esta investigadora afirma que “la recepción del Quijote en Hispanoamérica, tanto desde el punto de vista de la crítica como desde los lectores, ha dado lugar a una interesantísima bibliografía que merece la pena ser tenida en cuenta a la hora de valorar la universalidad de esta obra”. Apunta que a consecuencia del IV centenario de la publicación de la historia, el Centro Virtual del Instituto Cervantes contribuyó a difundir textos que muestran la admiración que causó este autor y su obra en México. Asegura que los autores compilados analizaron su presencia en diversas expresiones artísticas como la pintura, escultura y las artes escénicas. Valero Juan comenta que México fue el primer país que hizo la primera edición del Quijote en 1833, constituyéndose “en uno de los centros principales de recepción, aclimatación y difusión de esta gran obra de la literatura universal”.12
En 2010, María Stoopen coordinó Horizonte cultural del Quijote, compilación de trabajos publicada por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). La obra incluye una sección dedicada al estudio del texto en suelo mexicano. En el primer artículo, Cristina Gómez Álvarez analiza “La presencia del Quijote en las bibliotecas particulares novohispanas”, trabajo que abarca de 1750 a 1819 y utiliza inventarios del Archivo General de la Nación de México para “medir la presencia de la obra” en las bibliotecas de particulares novohispanos. Gómez Álvarez revisa las características de los lectores, al igual que su ubicación geográfica y la dimensión de las bibliotecas. Afirma que el Quijote estuvo presente en diversos sectores sociales y circuló por ciudades, pueblos y villas; señala que sus lectores comprenden desde miembros de la élite hasta modestos eclesiásticos y pequeños comerciantes. Documenta, asimismo, ediciones madrileñas y registra la edición de la Real Academia Española publicada por Joaquín Ibarra en 1780.13
La presente investigación se suma a este tipo de bibliografía, contribuye al conocimiento de las ediciones que circularon e imprimieron durante los primeros años del México independiente, y revela a los empresarios editoriales involucrados en su distribución.
“Libros baratos de ediciones modernas españolas”
Con objeto de conocer algunas de las ediciones europeas a la venta en el México independiente, se revisaron periódicos de la primera mitad del siglo XIX. Las búsquedas en las hemerotecas digitales arrojaron anuncios que ofrecían diferentes publicaciones importadas entre los años de 1822 a 1852. Para los anunciantes no fueron importantes los datos bibliográficos, ya que la mayoría de los avisos carece de informes sobre los editores y señala pocas características de los ejemplares. Después de clasificar la escasa información, fueron seleccionados ocho anuncios con datos suficientes para reconocer algunas reproducciones del Quijote a la venta durante un periodo de 30 años. Las noticias aparecieron en seis periódicos de la urbe mexicana que fueron tirados por seis imprentas de la capital y anunciaron las ofertas de ocho librerías. La información fue clasificada por orden cronológico para contribuir con datos sobre la distribución de la obra en la Ciudad de México.
El primer anuncio de la lista apareció en la Gaceta Imperial del Gobierno de México el 11 de julio de 1822, publicación de Alejandro Valdés Téllez Girón que estuvo vigente (con algunas variaciones en el título) de octubre de 1821 hasta marzo de 1823. Durante ese periodo, el editor mexicano estampó la publicación en su taller y distribuyó diferentes productos editoriales en su librería. De acuerdo con Moisés Guzmán Pérez, Valdés Téllez fue uno de los últimos impresores virreinales, documenta que heredó la imprenta de su padre, Manuel Antonio Valdés, y durante el Imperio de Iturbide editó varios textos en calidad de “impresor Imperial”.14 Según anuncios encontrados en la HNDM, imprimió diversos productos, incluidos billetes de lotería, además de vender a los lectores publicaciones nacionales y extranjeras. Su Gaceta contó con una sección comercial de “Avisos” que fue aprovechada por impresores y libreros para anunciar sus productos. En esa ocasión el anuncio ofertó el inventario de su librería a los lectores: “En esta oficina han puesto para su venta, por mayor o menor, la factura de libros que contiene la siguiente lista; y se ha aumentado a medio pliego más esta gaceta, porque no les sea gravosa su lectura a los suscritores”; promocionó más de 70 obras, incluido el “Quijote, nueva edición, con la vida”.15
El informe no proporciona el número de la edición que estaba a la venta pero, por el hecho de contener la biografía de Cervantes, seguramente se trató de alguna patrocinada por la Real Academia Española.
Acerca de las ediciones de la Academia, José María Torres Pérez afirma que la primera apareció en 1780, fue encargada a Joaquín Ibarra y considerada “obra maestra de la tipografía europea”; asimismo, documenta que el impresor publicó con éxito las ediciones segunda y tercera en 1782 y 1787, respectivamente. Por otro lado, Torres Pérez refiere que en el siguiente siglo los académicos fijaron la ortografía conforme a las normas de la institución, suprimieron las variantes de la edición valenciana de 1616 y la cotejaron con otras reimpresiones importantes. Asevera también que el cervantista Martín Fernández de Navarrete fue designado para escoger las láminas, reformar el mapa de la ruta de don Quijote y añadir una Vida de Cervantes. El editor lanzó “el nuevo Quijote” en 1819, superando “la riqueza del texto y láminas a los anteriores”.16 Considerando la cercanía en fechas y el eficiente comercio transatlántico, puede inferirse que el anuncio ofreció a los lectores mexicanos la edición de Fernández de Navarrete, en la “Imprenta Imperial del Sr. Valdés”.
El siguiente anuncio publicado apareció el 26 de febrero de 1827 en el periódico El Sol, editado de 1823 a 1832 por Manuel Codorniú en la imprenta de Martín Rivera. En esa ocasión puso a disposición de los lectores de la Ciudad de México el “Catálogo de los libros españoles que se hayan en casa de Seguin y Rubio”. Un suplemento de dos páginas ofertó alrededor de 200 obras entre gramáticas, diccionarios, compendios históricos, cursos y el “Don Quijote por Cervantes con láminas y notas del señor Pellicer, 7 tomos”.17 Este número de volúmenes concuerda con el trabajo de 1814 del impresor de origen francés Joseph-René Masson: “Nueva edición conforme en todo a la de la Real Academia Española, hecha en Madrid en 1782”, obra impresa en París, en el establecimiento de Bossange y Masson. En la “Advertencia del editor” se avisa al lector que la “edición es una copia exacta en todo rigor, de la segunda de la Real Academia Española, a la cual le hemos añadido las notas críticas y curiosas, escritas por don Juan Antonio Pellicer, que se hallan en la edición de don Gabriel de Sancha”.18 Probablemente la “Casa Seguin y Rubio” compró a los intermediarios el material de lectura al mayoreo, y el Quijote fue parte del catálogo entregado por los impresores franceses a los distribuidores en México.
Los socios de la librería mencionada fueron el francés Hipólito Seguin y el español José María Rubio, quienes aprovecharon las publicaciones periódicas para anunciar en la Ciudad de México los productos editoriales europeos. Durante la segunda década del siglo estos libreros recibieron diferentes remesas de impresos y mercancías que pusieron a la venta en el número 4 del Portal de Mercaderes. La nota de El Sol del 22 de febrero de 1826 da cuenta del embarque de libros dirigido a los distribuidores por parte de “los señores Pintado, Riva y compañía”, quienes remitieron con el conductor don Basilio de la Maza “31 cajones de libros, uno de papel y un baúl”.19 Respecto a los impresores Joseph-René Masson y Martin Bossange, el filólogo Manuel Alvar Ezquerra aseguró que trabajaron en sociedad desde finales del siglo XVIII hasta principios del XIX y su labor editorial abarcó obras jurídicas, morales, religiosas, pedagógicas, literarias y lingüísticas, entre las que destacan el Quijote de 1814. En la Biblioteca Virtual de la Filología Española (BVFE) este catedrático afirma que las independizadas naciones americanas abrieron un nuevo mercado editorial para los impresores europeos y los empresarios franceses aprovecharon la nueva apertura comercial para poner a disposición del público mexicano textos con modificaciones en el formato y las introducciones.20
En la siguiente década, el Diario del Gobierno de la República Mexicana publicó un “aviso” de la “Librería Mexicana”; cabe señalar que en la Guía de forasteros en la ciudad de Mégico aparece un establecimiento homónimo que fue propiedad del librero Hipólito Brown.21 El Diario del Gobierno… salió de la Imprenta del Águila a cargo José Ximeno e incluyó una sección comercial que aprovecharon libreros para anunciar sus productos. El 12 de noviembre de 1836 avisó que en la mencionada librería ubicada en la “calle del Espíritu Santo núm. 3, se hallan de venta los libros siguientes que acaban de llegar, y todos muy bien empastados”. Entre manuales, historias y diccionarios apareció: “D. Quijote con láminas de color finas, 7 tomos en doceavo, 25 ps.”22 La edición no aparece en el anuncio, pero el número de tomos y el tamaño concuerdan nuevamente con la reimpresión de 1814 de Masson y Bossange; es importante anotar que este último empresario abrió en México la “Librería de Bossange, padre y compañía”. Por otro lado, El Sol anunció el 17 de agosto de 1826 que la librería “se haya cerrada motivo a haberse trasladado a la calle del Espíritu Santo 8”.23 El establecimiento distribuyó obras y objetos científicos, por ejemplo los anunciados en el mismo periódico el 5 de febrero de 1827: “Un esqueleto humano mediano, articulado, completo”, una caja de instrumentos para “el arte del dentista. Otra ídem para las enfermedades de vejiga”.24 Los anuncios de la librería fueron frecuentes en El Sol; la sociedad mexicana era un mercado atractivo para el librero, quien utilizó la publicación para distribuir ediciones en francés, español e inglés, además de otros instrumentos científicos, técnicos y educativos.
Un año más tarde, el 11 de abril de 1837, el Diario del Gobierno de la República Mexicana avisó sobre “Libros nuevos llegados a la librería de Seguin”, establecimiento ubicado en la calle de Mercaderes número 4 y que quedó a cargo del librero “Juan Eschemburg”, sucesor de Hipólito Seguin. La librería ofreció el “Don Quijote de La Mancha, compuesto por Miguel Cervantes Saavedra, con láminas y notas de Pellicer”.25 Aunque no se registra el año de edición ni el número de tomos, cabe aclarar que las “notas de Pellicer” aparecieron por primera vez en la edición de la imprenta de Gabriel de Sancha, entre 1797 y 1798. En esa impresión, el texto fue tomado de la edición de la Real Academia Española publicada en la imprenta de Joaquín Ibarra en 1780. Se añadió el estudio del cervantista junto con los grabados de Juan Moreno Tejada, basados en los dibujos de Luis Paret y Alcázar. De acuerdo con el “Discurso Preliminar” de Pellicer “eran necesarias algunas Notas para su mayor inteligencia”; el historiador aseguró que “unas son históricas, otras literarias, otras morales, y otras tal vez gramaticales y críticas”. Su intención fue aclarar a los lectores “algunos sucesos verdaderos, que se refieren en esta ingeniosa Novela”.26
Francisco Cuevas Cervera afirma que Juan Antonio Pellicer fue el biógrafo oficial de Miguel de Cervantes y su obra apareció en reediciones académicas y en noticias biográficas, tanto en España como en el extranjero; agrega que se impuso sobre otros trabajos debido al carácter erudito de su biografía, el riguroso manejo de fuentes y la inserción y búsqueda de documentos desconocidos.27 En la colección digital del Cervantes Project, el trabajo de Pellicer apareció en más de 20 ediciones, entre 1798 y 1905. Los impresores utilizaron sus notas para complementar reimpresiones de Don Quijote en Madrid, Berlín, Londres, París, Edimburgo, Barcelona y Boston.
En la década de los cuarenta, El Siglo Diez y Nueve anunció el inventario de diferentes empresarios editoriales. Este periódico salió de la imprenta de Ignacio Cumplido, ubicada en la calle de los Rebeldes número 2, y tuvo una larga duración, que abarcó de 1841 a 1896. Desde sus inicios, su sección de “Avisos” sirvió como medio de promoción para librerías y alacenas; por ejemplo, el 23 de octubre de 1842 comunicó la venta de “Libros baratos de ediciones modernas españolas”. El establecimiento que pagó el aviso anterior estaba ubicado en “la calle de la Joya 36”, y en esa ocasión anunció cerca de cien obras, entre gramáticas, diccionarios, historias, etcétera. Entre los libros de literatura se ofreció “El Quijote, edición de la Academia Española, lujosamente encuadernado en pasta de tafilete, con elegantes relieves, 4 tomos en folio, 80 pesos”.28
Las suntuosas características anunciadas concuerdan, en tamaño y número de volúmenes, con la publicación de la Real Academia encargada a Joaquín Ibarra e impresa en 1780. Sobre esta versión José Carlos Brasas Egido aseguró que fue “una lujosa edición ilustrada, en la que se van a dar cita algunos de los más destacados pintores ilustradores salidos de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando”. A decir del catedrático, la obra marcó un “hito en la historia de la edición española y especialmente en la difusión de la novela de Cervantes”.29 Al momento de la publicación de ese anuncio llevaba más de 60 años de editada y, por el alto costo, es probable que se tratara de un artículo de colección. Por su parte, el historiador del arte Eduardo Báez menciona que el libro debió llegar a Nueva España por primera vez entre los compendios pedidos por Jerónimo Antonio Gil, utilizados para la instrucción de dibujo y grabado en la Academia de Bellas Artes de San Carlos.30 El trabajo consistió en una relevante edición impresa en Madrid a finales del siglo XVIII, seguramente algunos ejemplares atravesaron el Atlántico para integrarse a las bibliotecas de coleccionistas mexicanos durante el siglo XIX.
Un mes más tarde, El Siglo Diez y Nueve anunció otra edición de la obra. El 10 de noviembre de 1842 notificó a los lectores sobre el inventario de la alacena de libros de J. Antonio de la Torre, establecimiento situado en la esquina de los portales de Mercaderes y Agustinos. Promociona ejemplares del periódico londinense El Instructor, así como libros de medicina y diccionarios, entre los que asomó “El Quijote anotado por Clemencín, 6 tomos, 20 pesos, y en rústica 14 pesos”.31 El librero ofreció en dos versiones la edición madrileña comentada por Diego de Clemencín e impresa por Eusebio Aguado. De acuerdo con el catedrático Francisco Javier Díez de Revenga, la obra apareció entre 1833-1839 y fue “pionera de los estudios cervantinos y valorada por la crítica hispanista”. Para el estudioso, los comentarios del cervantista son los “más exigentes (y también más documentados) que se conocen de los numerosos que el Quijote ha recibido a lo largo de la historia”.32 Por otra parte, Clemencín afirmó en el prólogo de la edición: “el Ingenioso Hidalgo D. Quijote de la Mancha carece hasta ahora de un comentario seguido y completo, como lo reclama su calidad de libro clásico”. A través del erudito español, los lectores mexicanos reconocieron la fama del Quijote en “la república de las letras, apreciado por todas las naciones cultas, y traducido en todos sus idiomas”.33
Dos años más tarde el Diario Oficial del Gobierno Mexicano, publicado por la Imprenta del Águila a cargo de B. Conejo, informó: “En la librería número 7 del portal de mercaderes, se hayan de venta los libros siguientes…”. En esa ocasión apareció el texto junto con cerca de 50 obras, entre periódicos, diccionarios, leyes y compendios. El establecimiento prometió “El Quijote, edición que tiene el análisis de la Academia, las notas de Pellicer y la vida de Cervantes por Navarrete, 6 tomos cuartos 15 pesos”.34 Las características mencionadas en el anuncio concuerdan con la reimpresión publicada en Barcelona en 1832, a cargo de la Imprenta de la Viuda e Hijos de Gorchs: “Nueva edición conforme en todo a la última de la Real Academia Española, y con las notas de D. J. A. Pellicer”. Según el sitio Mujeres impresoras de la Biblioteca Nacional de España, la empresaria heredó en 1828, junto con sus hijos, la imprenta de su esposo. Su taller imprimió textos sobre diferentes temas, y el Quijote fue editado entre 1832 y 1834. En 1840 falleció la viuda, y el nombre del negocio cambió a “Imprenta de Gorchs”.35
La reimpresión anunciada fue copia de la cuarta edición de la academia, de 1819, e incluyó la biografía de Cervantes Saavedra escrita por Martín Fernández de Navarrete. José Manuel Lucía Megías consigna que el biógrafo de esta edición se dedicó a la búsqueda de documentación nueva para llevar a cabo una obra alejada de las especulaciones propias de las biografías anteriores. El cervantista apunta que La Vida de Miguel de Cervantes Saavedra se convirtió en modelo para los acercamientos biográficos del autor, asegura que comenzó un “modelo de biografía romántica” y considera este trabajo como el más influyente durante todo el siglo XIX y buena parte del XX.36
En la introducción de la edición, Fernández de Navarrete señaló que “la nueva vida” se dividió en dos partes: la primera consistió en “la narración histórica de los hechos o sucesos de la vida con la extensión y novedad que ofrecen los recientes descubrimientos”, mientras que la segunda presenta “las ilustraciones, apéndices y documentos” con “noticias y observaciones dirigidas a ilustrar no solo las obras de aquel célebre escritor, sino también muchos puntos curiosos e importantes de la historia civil y literaria de nuestra nación”.37 Los registros del sitio Cervantes Project indican que la biografía fue utilizada en ediciones de Don Quijote desde 1819 hasta 1894; las impresiones aparecieron en Madrid, París y Barcelona.
El último anuncio de la muestra tomada apareció en el periódico El Ómnibus, publicación a cargo del impresor Vicente Segura Argüelles que circuló de octubre de 1851 a junio de 1856. El 13 de noviembre de 1852 divulgó en su sección de Avisos acerca de “Realización de Novelas. En la nueva librería, calle del arzobispado…”. Dicho establecimiento ofreció cerca de 40 obras, incluido el “Don Quijote de La Mancha, 3 tomos con láminas, 2 pesos cuatro reales”.38
Concuerda en el número de volúmenes y precio módico con la Vida y hechos del ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, de 1841, "Edición Económica" de la Imprenta barcelonés de J. Mayol y Compañía. Según el sitio Cervantes Project, la edición incluyó un retrato del autor grabado por Antonio Roca y Sallent, así como 11 láminas a cargo de Pablo Alabern, copiadas de la edición madrileña de 1797.39 En algunos anuncios de El Guardia Nacional, el librero Joaquín Mayol avisó que su librería se localizó en la calle Fernando VII número 20, ciudad de Barcelona.40 Por su parte, Montserrat Comas i Güell documentó que el empresario se desempeñó como impresor, librero y litógrafo; la autora lo ubica distribuyendo textos en “La Librería Nacional de J. Mayol y Cía.”; afirma que su taller fue considerado de sexta clase en los registros barceloneses de 1820 y menciona que apareció como librero en asociación con la Imprenta Viuda de Texero, en 1832.41
El impresor falleció en 1840, así que la edición estuvo a cargo de su viuda e hijos. Informa el sitio Mujeres impresoras de la Biblioteca Nacional de España que a partir de 1845 reimprimieron su colección de clásicos españoles y catalanes; entre su producción destacan obras de ficción, historia, política, ciencias, traducciones y manuales sobre temáticas diversas.42
Cabe acotar que durante la primera mitad del siglo XIX, la industria editorial mexicana compitió con los productos españoles; el historiador Joaquín García Icazbalceta sugiere que la “librería española” tuvo la costumbre de publicar obras a un “precio insignificante” y declara que las tiradas eran muy crecidas y el sobrante fue enviado a las “Américas, en especial a México, a donde se admiten libres de derechos”; asimismo, afirmó que “el precio de estas obras repartidas por suscripción” era muy económico, y “producen una buena utilidad a los propietarios”.43 Más recientemente, Pura Fernández Rodríguez señala que el abaratamiento del transporte permitió mayor circulación de textos en las concentraciones urbanas, y agrega que los planes de alfabetización gubernamentales y la reducción de los costos de producción fomentaron las relaciones comerciales entre Europa y América. A decir de esta investigadora, la desintegración del imperio español permitió la entrada de productos provenientes de Francia, Inglaterra y Estados Unidos; durante las primeras décadas de vida independiente, los nuevos empresarios aprovecharon el mercado mexicano para distribuir sus impresos entre los lectores del país.44
A pesar del intenso comercio transatlántico de productos editoriales y la amplia oferta de ediciones europeas de Don Quijote, hubo empresarios locales que pudieron imprimir la obra en la capital mexicana. Rafael González Cañal afirma que México fue el primer país de América del que salió una edición del Quijote, “la llamada edición de Arévalo” en 1833, y asegura que a partir de entonces comenzaron a proliferar en México reimpresiones de la obra: Ignacio Cumplido (1842), Simón Blanquel (1852), Mariano Villanueva (1868), Irineo Paz (1877) y la de los Talleres de Tipografía y Grabado “El Mundo” (1900).45 Los siguientes apartados abordan anuncios sobre la promoción y comercialización de las tres primeras, al tiempo que muestran los esfuerzos de la industria editorial mexicana por estar a la par de la europea y mencionan a los personajes involucrados en su producción y distribución.
“El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha. Prospecto”
Enrique Fernández Ledesma declaró que “el 33 es un año memorable para las bellas letras”, ya que apareció la primera edición mexicana del Quijote en cinco volúmenes. Sin embargo, agregó que “El libro no es notable por su impresión”, pues tuvo “páginas mal equilibradas en su entintaje, a menudo llenas de atascamientos”, y mencionó: “ornamentan la obra curiosas láminas grabadas en cobre, con excelente procedimiento técnico, pero hechas por un dibujante de tercera”. En la Historia crítica de la tipografía en la Ciudad de México. Impresos del siglo XIX afirmó que el primer Quijote mexicano “representa sacrificios editoriales, quizá onerosos para la época, y da una nota de cultura avanzada en el medio ramplón de suscriptores por entregas y de maníacos de los calendarios”.46 Las búsquedas en la HNDM arrojaron dos anuncios que ofrecían cuadernillos semanales de la edición a los lectores. El primero apareció en El Telégrafo. Periódico Oficial del Gobierno de los Estados Unidos Mexicanos, publicado desde enero de 1833 hasta diciembre de 1834 en la Imprenta del Águila, calle de las Medinas número 6, a cargo de José Ximeno; el periódico contó con una sección de “Avisos” que aprovecharon los libreros para distribuir sus inventarios.
Una nota del 10 de marzo de 1833 ofrece “El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. Prospecto”; apareció en la sección “Parte no Oficial” y notificó que “después de las innumerables ediciones que se han hecho en distintos países de esta producción admirable de Cervantes. Nosotros ofrecemos ahora la primera en el nuestro”. El editor aprovechó “la buena disposición de los conciudadanos” para ofrecer la obra semanalmente, con la condición de que se reuniera “el número competente de suscriptores” para salir “en cuadernos de 48 páginas en octavo, de buena letra, buen papel, y con el especial cuidado en su corrección”. El precio de cada entrega era de “dos reales, que se satisfarán al tiempo de la entrega, la que continuará en la misma forma todos los martes hasta la conclusión”.47 Los interesados de la capital podían suscribirse en establecimientos ubicados en el portal de Mercaderes del primer cuadro de la ciudad.
El empresario prometió asimismo “el análisis de dicha obra, a su fin, en los mismos términos expresados”, y con el propósito de atraer suscriptores transcribió en el anuncio un “elogio” a Cervantes redactado por el abate Juan Andrés. La cita fue tomada del Origen, progresos y estado actual de toda la Literatura, escrito en italiano por el jesuita y traducida al castellano por su hermano Carlos Andrés. Esta edición fue publicada en Madrid por Antonio de Sancha en 10 tomos, que aparecieron de 1784 a 1806.48 El editor de la nota aprovechó el texto del erudito para anunciar a los lectores mexicanos que el Quijote era “un libro noble y deleitable, que ha sido recibido con aplauso universal de todas las Naciones”.
El 17 de marzo de 1833, El Fénix de la Libertad propagó un anuncio similar al anterior, pero esta vez sin el “elogio” del abate Juan Andrés. De este periódico se conoce que circuló de diciembre de 1831 a junio de 1834, publicó anuncios sobre venta de productos, espectáculos públicos, oferta de servicios y avisos de la administración pública. Desde 1832 se hizo cargo el impresor Ignacio Cumplido, cuyo local estab en la calle de Zuleta número 14 y en 1833 cambió a calle de los Rebeldes número 2. Según datos de la HNDM, El Fénix… tuvo amplia difusión, pues fue distribuido en diferentes lugares de la república mexicana.
El “prospecto” del Quijote anunció a lectores locales y foráneos que “después de las innumerables ediciones que se han hecho en distintos países de esta producción admirable de Cervantes, […] nosotros ofrecemos ahora la primera en el nuestro, cuya delicadeza del gusto a la literatura no cede al extranjero”. El redactor aseguró que no fue por apatía el “ser de los últimos de la civilizados en que viera la luz pública, pues son bien sabidas las causas de nuestros pocos adelantos…”. Se ofrecieron las suscripciones en “el portal de Mercaderes la alacena de Ignacio Altamirano, en la calle del Ángel en la encuadernación de Santiago Pérez y en la imprenta de Galván”.49
Cabe mencionar que el establecimiento de Mariano Galván Rivera estuvo a cargo del impresor Mariano Arévalo, el comisionado para imprimir la “Primera Edición Mejicana, conforme a la Real Academia Española, hecha en Madrid en 1782”. La impresión incluyó “las notas críticas y curiosas del señor Pellicer, con hermosas láminas”, al igual que el “Análisis” de Francisco Javier Robles. De acuerdo con Francisco Monterde “la tipografía supera a las elementales ilustraciones” de la obra.50 En cambio para Rafael Heliodoro Valle, a pesar de todos los conflictos políticos, económicos y sociales del momento, Mariano Arévalo pudo imprimir una edición con láminas de primera.51 Por su parte, José Rojas Garcidueñas informó que las ilustraciones proceden de dos ediciones madrileñas: la segunda de la Real Academia Española (1782) y la de Gabriel de Sancha (1797); también afirmó que “el propio grabador o acaso, más probablemente el editor” calcaron las láminas de la edición parisina de Bossange y Masson, “con lo cual se ahorraron tiempo y trabajo”.52 Los anuncios localizados no mencionan los grabados, así que es probable que las 20 imágenes que aparecen distribuidas en los cinco tomos fueran añadidas posteriormente.
Sabemos que Mariano Galván Rivera fue reconocido en su tiempo como impresor, librero, editor y bibliófilo. El artículo, “Historia del libro y las Bibliotecas en México” menciona que se estableció en 1825, el año siguiente fundó “la primera compañía editora mexicana” y en sus prensas publicó el famoso Calendario de Galván.53 La Colección de las efemérides publicadas en el Calendario del más antiguo Galván documenta que fundó “una oficina tipográfica” en 1826. Al año siguiente, el editor puso el establecimiento “bajo el cuidado y la dirección de Don Mariano Arévalo”. Según los editores de la obra: “El señor Galván debe ser considerado como el fundador del comercio de librería en México”, de su casa editorial salieron “libros piadosos, guías de forasteros, colecciones de leyes, libros de texto, obras religiosas, políticas, históricas y literarias”. Las obras de la literatura producidas en el establecimiento fueron El Periquillo Sarniento, publicado por primera vez en 1830, y tres años más tarde El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha en 5 volúmenes ilustrados.54 Sobre el comercio editorial en las primeras décadas del México independiente Laura Suárez de la Torre sugiere que en esos años los libros eran objetos de lujo y provenían del extranjero; conforme se consolidó la industria editorial, los impresores de la Ciudad de México encontraron métodos para publicar sus textos en los talleres de la capital. Según la investigadora, las suscripciones pudieron financiar las ediciones costosas, de esta forma ni el impresor arriesgaba su capital ni el lector desembolsada una gran cantidad de dinero.55 Los anuncios muestran que las suscripciones fueron ofrecidas a un amplio sector de lectores a través de las publicaciones periódicas y este pago parcial permitió financiar una obra de buena calidad en cómodos pagos semanales; los cuadernos fueron entregados cada martes durante los primeros meses de 1833.
“Obra adornada de 125 hermosas estampas litográficas”
La segunda edición mexicana del Quijote fue anunciada en la publicación bisemanal El Cosmopolita, que circuló de julio de 1836 a julio de 1843. Manuel Gómez Pedraza fue su copropietario, editor y redactor, en colaboración con Juan Rodríguez Puebla, rector del Colegio de San Gregorio; sin embargo, cambió constantemente de impresores y al momento de la publicación del anuncio estaba a cargo de José Ignacio Martínez. El 19 de enero de 1842 consignó en los avisos: “D. Quijote de la Mancha. Obra adornada de 125 hermosas estampas litográficas, en que se representan los pasajes más característicos del ingenioso hidalgo, y de su digno escudero Sancho…”. Según el anuncio, el texto fue publicado “bajo los auspicios de una reunión de literatos y de artistas los más recomendables de esta capital”. Prometió a los lectores “50 entregas de 16 páginas cada una, acompañadas de dos y tres estampas en buen papel de china”. Asimismo, informó que “la parte tipográfica, que será lo mejor posible, está confiada al señor Don Ignacio Cumplido, y la litográfica la desempeñarán los editores de la obra Massé y Decaen”. El precio de cada entrega fue de “dos reales en plata para las estampas en papel de marca y tres reales en papel de china”, y recibieron suscripciones en el taller de la publicación, “en la Librería Mexicana, y en las alacenas de libros de don Antonio y don Cristóbal de la Torre”, en los portales de Mercaderes y Agustinos.56
La historiadora del arte María Esther Pérez Salas Cantú argumenta que “la litografía permitió reproducir con mayor exactitud las texturas, tonos, iluminación y diversidad de planos, por lo que las ediciones adquirían mayor calidad”. Informa que los primeros en elaborar imágenes litográficas fueron los talleres de extranjeros establecidos en la Ciudad de México, especialmente los franceses como la casa Rocha y Fournier, el almacén de Estampas de Michaud y el taller de Massé y Decaen. La investigadora afirma que “una de las primeras obras de esta naturaleza fue El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha en 1842, proyecto editorial del taller litográfico de Massé y Decaen”, edición que imitó la publicada por Antonio Bergnes en Barcelona, la cual a su vez tuvo como guía la edición francesa de 1836, adornada con 316 dibujos de Tony Johannot. Pérez Salas documenta que en México no se contaba con la infraestructura para elaborar grabados en el texto, por ello el trabajo de Massé y Decaen consistió en 125 estampas litográficas fuera de texto, en las cuales los personajes destacados de la historia y las escenas significativas de la obra serían representados; puesto que se empleaba una prensa diferente para la impresión de las estampas litográficas, los editores las incluyeron separadas de la impresión del texto.57
Según una serie de anuncios en El Siglo Diez y Nueve, la segunda edición mexicana del Quijote fue un éxito comercial. Como ejemplo, el informe del 3 de marzo de 1842: “Los editores de esta obra, muy agradecidos a la buena acogida que el público le ha dado”, ofrecieron a los suscriptores dar gratis una “carta geográfica o derrotero de todo el camino que recorrió el ingenioso hidalgo”, prometieron aumentar la edición a tres mil ejemplares para “satisfacer a los muchos pedidos de los departamentos” y reimprimir “los cinco primeros números para que los nuevos suscriptores que se presenten reciban toda la colección”.58 Con objeto de satisfacer la demanda, el periódico anunció el 6 de julio de 1842: “Los editores de la edición mexicana del Don Quijote tienen el honor de avisar a los señores suscriptores a esta obra” que reimprimieron los primeros números y vendían “los cuadernos existentes” en la calle de “Santa Clara núm. 8”.59
El 29 de julio de 1842 los editores tuvieron “el honor de participar al público haberse concluido la impresión de la primera parte, cuyo texto consta de 458 páginas”. La obra fue “adornada con 67 estampas litográficas, incluso el retrato del autor, en el que se ha puesto un especial esmero”. La misma nota comunicó lo siguiente: “las personas que gusten comprarla, la hallarán al mismo precio que ha costado a los señores suscriptores, que es el de seis pesos seis reales, en la imprenta litográfica de los editores”.60
De acuerdo con el crítico literario Francisco Monterde, Ignacio Cumplido mejoró “la primera edición mexicana del Quijote, con la suya de 1842 que, si no supera, iguala ediciones francesas”.61 Por otra parte, Rafael Heliodoro Valle asevera que la edición llevó “125 estampas litográficas de Massé y Decaen, además de los dibujos que prepararon Heredia y Blanco”. Sobre los litógrafos franceses en México, Montserrat Gali Boadella asevera que Alexandre Auguste Massé y Joseph Decaen iniciaron una época decisiva en el mundo de la ilustración de libros mexicanos y agrega que en 1843, a pesar de los éxitos obtenidos, se separaron los litógrafos: “Ignacio Cumplido, con quien ya trabajaban regularmente, compró el equipo y contrató a J. Decaen como director del taller litográfico”.62
Casi al mismo tiempo Massé se anunció como el “editor de las hermosas ediciones mexicanas del Quijote, Gil Blas, Napoleón y Compendio de la Historia Sagrada”. El Siglo Diez y Nueve publicó varios anuncios con sus ofertas; por ejemplo, el 23 de noviembre de 1843 informó: “a todas las personas de los departamentos que quisieran hacerse de las obras del Quijote, Gil Blas, que desde el día 30 estará en la Feria de San Juan”. Se ofrecieron empastadas, junto con “un surtido muy bueno de libros impresos, estampas, tarjetas para dar días, etc.”63 Por su parte, Joseph Decaen publicó una carta en El Siglo Diez y Nueve el 30 de junio de 1855; su intención fue destacar aspectos sobre la historia de la litografía en México. Según el empresario, la primera compañía fue fundada a principios de 1838: “La tarjeta en que se anunciaba la apertura del establecimiento llevaba los nombres Mialbe, Decaen y compañía”. En 1840 el litógrafo francés formó una “sociedad” con el señor A. Massé; explicó que en esa época publicó el Quijote y desempeñó “todos los trabajos en el ramo de litografía” que se le encomendaron. Considera que merecieron mención especial las comisiones “que acompañaron a las publicaciones del señor Ignacio Cumplido, para quien he trabajado desde aquella fecha”. La nota narra que a finales de 1847 regresó a Francia con objeto de ponerse “al alcance de los increíbles adelantos del arte”; volvió a México el año siguiente para introducir “mejoras de gran consideración” en el establecimiento de Cumplido. Posteriormente abrió su propio negocio y “desempeñó toda clase de obras”, algunas de las cuales tuvo “la satisfacción de verlas comparadas con las de la misma clase hechas en Europa”.64
A pesar del éxito de la segunda edición mexicana, no todos los lectores estuvieron satisfechos con los resultados finales. El 4 de junio de 1844, El Siglo Diez y Nueve publicó una crítica a los trabajos de los litógrafos franceses: “nos hemos suscrito a las diversas obras que el señor Massé ha publicado, acompañadas con un gran número de litografías” y “nos habíamos abstenido de hacer la crítica que merecen la multitud de mamarrachos que contienen el Quijote y el Gil Blas”. La nota, firmada “Por unos mexicanos”, se quejó de “la Historia de Napoleón” por adoptar “tan pésima versión como la que escogió el editor”. No se explicaban cómo el señor Massé tuvo “el valor de entregar a los suscriptores de la Historia Sagrada las litografías que se nos han dado”; mucho les costó mortificar a una persona tan apreciable como el litógrafo, pero no pudieron tolerar que “los mexicanos sean tratados de tal manera.” Los quejosos se preocuparon por las diatribas extranjeras y aseguraron que “sí por nuestra desgracia pasan los mares un ejemplar de la Historia Sagrada, dará lugar a más de un juicio desfavorable para nuestro país”.65 El testimonio muestra preocupación por el prestigio editorial de México en el extranjero, desde una visión ilustrada y nacionalista de miembros de las élites mexicanas.
No obstante las críticas, algunos anuncios sobre la segunda edición mexicana del Quijote afirman que la obra fue un éxito comercial entre los lectores mexicanos, quizá debido a que fue divulgada ampliamente por sus creadores: la mayoría de sus informes apareció en El Siglo Diez y Nueve de marzo a diciembre de 1842, algunos notificaron sobre la venta por entregas, otros informaron acerca de las ilustraciones incluidas y los últimos promocionaron los tomos terminados y empastados.
José Rojas Garcidueñas menciona que “el Quijote de Cumplido” en sus inicios se vendió por suscripciones y el editor suministró “una portada o cubierta de la primera entrega”; posteriormente colocaba la portada definitiva del primer tomo y desechaba la anterior; por último, ponía una tercera cubierta provisional, mientras se iban compilando los diversos cuadernos.66 De acuerdo con el estudioso, la edición de Cumplido “fue una magnífica realización tipográfica y editorial; el haberla adornado con centenar y cuarto de litografías la hizo enormemente atractiva y así llevó a cientos de hogares mexicanos la más grande obra de la cultura hispánica”.67
“Don Quijote de la Mancha, adornado con 47 estampas litográficas”
El editor de la tercera edición mexicana del Quijote ofreció suscripciones en dos periódicos de la segunda mitad del siglo XIX, las búsquedas en la HNDM arrojaron cuatro anuncios sobre entregas de la obra en 1852 y 1857. Los dos primeros aparecieron en El Ómnibus, publicación a cargo de Vicente Segura Argüelles que circuló de octubre de 1851 a junio de 1856. Al igual que otros periódicos, contó con una sección de anuncios comerciales que fue aprovechada por la industria editorial para promocionar libros. Por ejemplo, el 21 de octubre de 1852 apareció un informe de la “Biblioteca del Ómnibus, diaria, adornada con estampas litográficas”; ofreció entregas compuestas de 24 páginas, al costo de “una cuartilla, puesta en la casa de los suscriptores”; entre las obras en venta surgió El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha. El anuncio avisó que saldría por entregas al terminar la impresión de las novelas de François-René de Chateaubriand. Los editores aseguraron que la “Biblioteca” fue “la más económica de cuántas se han publicado hoy en México”, estuvo dividida en tres secciones: histórica, religiosa y “novelesca”; salió a la venta los lunes y jueves de cada semana y tuvo gran difusión entre los lectores mexicanos, ya que contó con “puntos de suscripción” en México, Puebla, Guanajuato, Orizaba y Morelia, mientras que “en los demás estados reciben las suscripciones los corresponsales del Ómnibus”.68
El 30 de octubre de 1852, el periódico anunció las suscripciones a “El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha, por D. Miguel Cervantes Saavedra”, cuyo editor fue Simón Blanquel; en esa ocasión ofreció “cincuenta y dos entregas en octavo mayor, adornadas con estampas litográficas, en buen papel y tipos”. Los cuadernos salieron a la venta los martes y viernes, tuvieron un costo de “medio real para los Señores de la capital, y cinco octavos para los de fuera”; recibieron “suscripciones en el despacho del editor, calle Coliseo 1, frente al Teatro principal, y en todos los parajes de costumbre”. Asimismo, el anuncio informó a otros impresores que “en virtud de tener el editor de esta obra la propiedad autorizada como lo proviene la ley de la materia, ninguno podrá reimprimirla”.69 Posteriormente, Blanquel anunció las cuatro primeras entregas de la edición en diferentes avisos publicados durante noviembre de 1852, pero no se pudo consultar el año de 1853, donde debe estar anunciada la entrega final porque no aparece digitalizado en la HNDM. Puede suponerse que la obra debió terminarse en aproximadamente siete meses, y sin duda existió la opción de comprar cuadernos sueltos o tomos completos.
La imprenta del periódico La Voz de la Religión fue la encargada de elaborar el tercer Quijote mexicano entre 1852 y 1853. Según registros en la HNDM, el establecimiento estaba en la calle de San Agustín número 11, y luego en San Juan de Letrán número 3. Distribuyó principalmente textos católicos para los fieles mexicanos, aunque también comercializó traducciones, publicaciones periódicas y obras literarias. Sobre su Quijote, José Rojas Garcidueñas asevera que apareció con 43 láminas, 16 en el primer tomo y 27 en el segundo, y asegura que fueron copias de la edición de Ignacio Cumplido, “pero de muy inferior calidad”.70 En el sitio Cervantes Project, en la sección “Cervantes Collection”, aparece que la obra se entregó con un retrato de Cervantes y 44 ilustraciones sin firma, copiadas de las litografías elaboradas por Joaquín Heredia para la edición de Ignacio Cumplido de 1842.71
El editor de la tercera edición mexicana del Quijote fue un empresario acreditado por sus calendarios; de acuerdo con William H. Beezley, Simón Blanquel usó el nombre de “El Pícaro” para venderlos en su tienda de la capital del país, aunque también menciona que viajó al norte de la república para ofrecer sus publicaciones.72 Por otro lado, Isabel Quiñonez afirma que fue uno de los más importantes impresores de la época, su imprenta distribuía productos al mayoreo para tiendas, librerías, expendios y puestos callejeros, así como al menudeo para los lectores de la capital. Entre sus productos incluyó recetarios y calendarios en serie destinados a un público popular; gustaba de la literatura y elaboró versiones de obras literarias importantes. La investigadora documenta que Blanquel elaboró un número considerable de pequeñas publicaciones: “ahí se encuentran casi todos los estilos de la producción gráfica entre 1852 y los primeros años de la década de 1860”. 73 Por los avisos revisados se sabe que la “Librería de Blanquel” contó con un amplio surtido de productos, aprovechó espacios en los periódicos para anunciar un extenso catálogo de libros, calendarios, almanaques, “tarjetas de dar días”, “lapiceros de plata”, música para piano, canto “y multitud de piezas modernas”.
Cinco años después, El Diario de Avisos divulgó: “Obras de suscripción, que se están publicando en México, en la librería de Blanquel”. El anuncio del 12 de mayo de 1857 ofreció nuevamente “El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, adornado con 47 estampas litográficas”. El impresor entregó la obra en “62 cuadernos a medio real para los señores de México, y cinco octavos para los de fuera”. Avisó a los interesados: “pueden ir sacando sus cuadernos como mejor convenga a sus facultades, pues estos están listos para la hora que los pidan ya sea dentro o fuera de México” y se comprometió “a no dejar trunca ninguna de las obras anunciadas”.74
Datos obtenidos de la HNDM mencionan que el Diario de Avisos apareció de noviembre de 1856 a diciembre 1860 y su impresor fue Vicente Segura Argüelles, en tanto que el catálogo de Publicaciones periódicas mexicanas del siglo XIX agrega que dirigió los periódicos conservadores La Sociedad, La Cruz y El Ómnibus, participó en diferentes debates religiosos y sus adversarios lo consideraban un “clerical virulento” al que apodaron “Vicente Envidia”.75 Debido a los conflictos sociales durante esa época, la Ley de Imprenta de 1853 obligó a todos los editores de periódicos políticos a depositar una garantía económica. De acuerdo con Niceto de Zamacois, varias publicaciones cambiaron sus títulos a literarios, comerciales y religiosos, para los cuales no se requería tal garantía; asegura que El Ómnibus, periódico de ideas conservadoras, acató el decreto, se comprometió a no tratar “materias políticas o de administración pública” y se transformó en una publicación literaria, comercial, religiosa y de avisos.76 Posteriormente cambió su título a El Diario de Avisos, y siguió anunciando ampliamente el inventario de productos de la librería de Simón Blanquel.
El último anuncio de esta selección apareció el 11 de noviembre de 1857, cuando se notificó al público: “Sí hay feria en San Juan de los Lagos”. El impresor distribuyó en esa importante exposición jalisciense “un abundante surtido de libros y calendarios”, de venta al mayoreo y menudeo; entre su inventario de impresos, partituras musicales y tarjetas de dar surgió el “Don Quijote de la Mancha, con 47 estampas, dos tomos”.77
A decir del historiador Saúl Jerónimo Romero, la feria de San Juan de los Lagos era un acontecimiento comercial que adquirió notoriedad a finales del siglo XVIII y durante todo el XIX. Pasó de ser un importante mercado local a convertirse en uno regional, nacional e internacional; la feria anual sirvió de enlace comercial a las varias zonas que intentaban integrarse como Nación.78 Los avisos en los diarios muestran que los libros estuvieron entre las mercancías distribuidas en esa exhibición; Simón Blanquel anunció su participación en el evento, pues representaba una buena oportunidad para vender el inventario editado en la capital. Al respecto Isabel Quiñonez afirma que el impresor “iba año con año a la gran feria de San Juan de los Lagos para vender calendarios que hacia imprimir en distintos talleres”.79
Por último, cabe señalar que la tercera edición mexicana del Quijote no incluyó estudios sobre la obra o su autor, como las anteriores. El editor no vio provechoso incluir ninguna de las investigaciones que fundaron los estudios cervantinos, quizá por tratarse una obra económica y para reducir el costo de impresión, aunque sí continuó la costumbre de presentarla con imágenes a los lectores mexicanos de la segunda mitad del siglo XIX.
Conclusiones
A través de la información en la prensa, se enumeraron y describieron cronológicamente varios aspectos sobre la promoción y distribución de Don Quijote. Los anuncios analizados aportaron datos sobre ediciones de la historia del Caballero de la Triste Figura en el mercado de libros mexicano, además de proveer informes acerca de los personajes involucrados en la impresión, promoción, el comercio y la distribución de impresos nacionales e importados. A pesar de la escasa información presente en las notas, pudimos señalar datos sobre diferentes impresiones de la obra. Al clasificar y comparar los resultados hemerográficos con los registros bibliográficos fue posible identificar siete ediciones europeas y tres mexicanas. Asimismo, fueron reconocidas las librerías y alacenas que vendieron los textos, y se identificaron los lugares conectados a través del comercio local, regional y transatlántico. Las publicaciones ofrecidas incluyeron ilustraciones, biografías y notas aclaratorias; el objetivo fue elaborar un contenido atractivo para agradar a los consumidores mexicanos durante un periodo de intensa producción editorial.
Las ediciones mexicanas tuvieron como modelo las publicaciones españolas, principalmente las elaboradas por la Real Academia Española a finales del siglo XVIII. Al igual que los libros europeos, las dos primeras ediciones ofrecieron al público estudios académicos e imágenes grabadas, en tanto que la tercera sólo incluyó las ilustraciones y fue ofrecida a bajo costo. La mayoría de las obras importadas tuvo un precio mayor que las mexicanas, aunque también hubo ejemplares españoles de precio módico. Queda pendiente el estudio de los anuncios comerciales que ofrecieron ediciones durante la segunda mitad del siglo XIX; además es necesario hacer una revisión de los materiales hemerográficos para identificar los anuncios que no están disponibles en formato digital, y así complementar la investigación con datos obtenidos del acervo físico. Aún falta información por descubrir acerca de la circulación de Don Quijote entre los lectores mexicanos, pero afortunadamente existen archivos digitales que permiten a los investigadores de diferentes disciplinas responder preguntas sobre esta obra, desde diferentes latitudes y perspectivas.
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